viernes, 18 de mayo de 2018

Los locos de mi jardín (poema)

LOS LOCOS DE MI JARDÍN

Luis Páez (Quito, 2017)


A los locos de mi jardín ya no les señalan con el dedo,
ahora lo hacen con toda la mano.
Les molesta que salgamos a caminar con ideas tempranas de hace dos días
que quieren salir este día.
O porque olvidamos los zapatos viejos de gusto
que disfrutan pescando pistas que flotan en un largo mar de árboles,
más viejos que los zapatos.
Los locos hablamos con peces que se deslizan por nubes escurridizas
tratando de ocultar la última palabra llamada verdad
y cuando tenemos razón,
nos sentimos más locos que de costumbre.
A los locos que conozco les gusta caminar por las noches
esperando ver en los tejados a gatos chillando como niños,
que se agachan a recoger las plumas caídas
en adoquines que vibraron con las palabras, el cuento y la poesía.
Los locos de mi jardín se cansaron de la rutina, 
se olvidaron de pagar el pasaje,
ahora se transportan con cualquier porro en la cabeza,
hasta llegar a convencerse que su viaje recién empieza.
Los locos que llegan a mi jardín son pocos
y nos reunimos en cualquier parque con muchos que no están tan locos
y  seguimos con curiosidad  la conversación de la primera luciérnaga
que juega con siete más a medir kilómetros,
imaginando ser un tren que desaparece y aparece
golpeando las puertas en cada estación.
A los locos de mi jardín en cualquier parte les abren las puertas de par en par
y nosotros elegantes, con las mismas fachas, nos detenemos a ver
una maceta de gente tratando de acomodarse a la sombra de un puente de orinas 
que los protege de la lluvia que cae 
sin pan ni pedazo de cobija
y eso nos pone mal,
no dormimos, soñamos, sudamos, lloramos y reímos
con dientes despostillados y cuerpos maltratados de algunos días malos.
Como pueden ver...........
Los locos que conozco no tienen cocina, ni platos, peor ollas,
son las tapas que preparan recetas para el alma
y cuando salimos llenos de luz a caminar por las calles tranquilos,
ya tenemos encima nuestro a los policías y el hambre, interrogándonos, 
pidiéndonos nombres o apellidos que los olvidamos de adrede,
en el primer sorbo de café del día.
Los locos Recuerdos de mi jardín los reviso más seguido,
mis cartas, las fotos de mis queridos,
de los que están más locos que yo y de los que me ponen loquito.
Y cuando llega mi curiosidad a la mitad del álbum de mis recuerdos arrugados,
me detengo en la hoja del medio,
en la quinta esquina donde reposa una cocha de agua,
espejo de locos donde nos miramos escuchándonos solos,
imaginando la compañía de nuestras familias que están lejos
y a veces cerca muy dentro de nuestras avenidas de callejones sin salida.
Los locos de mi jardín no descansamos,
nos trasnochamos soñando todo el tiempo,
queremos vernos cagándonos de la risa,
cortando los hilos tramposos que suspenden nuestras caídas
y evitan los cambios necesarios.
Los locos de mi jardín si es que dormimos es en vigilia,
empuñando una rosa que dispara sueños, 
merecedora de despertar en uno de nuestros tantos mundos que imaginamos.

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