domingo, 16 de octubre de 2022

David Cooper (1931-1986): vida y obra. Una breve introducción

Tomado de la Biblioteca del Seminario Independiente de Antipsiquiatría, Guadalajara-México, 2014-2015

 
RESEÑA BIOGRÁFICA*
Fue un médico psiquiatra y pensador revolucionario, nacido en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en 1931. Fue uno de los protagonistas del movimiento que se conoció como Antipsiquiatría, junto a Ronald D. Laing, Aaron Esterson, Franco Basaglia, Thomas Szasz, entre otros.
Cooper estudió medicina en la Universidad de Ciudad del Cabo y se graduó en 1955. Completó su formación como psiquiatra en Londres, trabajando en varios hospitales del Sistema Nacional de Salud. En 1962 desarrolló un experimento radical en el Hospital Shenley, donde dirigió un pabellón para jóvenes diagnosticados con esquizofrenia, conocido como Villa 21. “Los jóvenes rotulados como esquizofrénicos podían vivir sin la interferencia de drogas potencialmente peligrosas, electrochoques o terapias orgánicas. Estaba organizado en principios igualitarios, y había un intento deliberado por abolir la jerarquía tradicional entre el doctor y el paciente” (Stephen Ticktin, 1986).
En 1964 publicó junto a Ronald Laing el libro “Razón y violencia”, un análisis y resumen de los textos “Problemas de método”, “San Genet, comediante y mártir”, y “Crítica de la razón dialéctica” del filósofo francés Jean-Paul Sartre, construyendo las bases teóricas para una aproximación fenomenológica, no biologicista, al problema de la locura. En 1965 fundó en Londres la Philadelphia Association, junto a Laing, Esterson y otros colegas que coincidían en una crítica radical a la institución psiquiátrica. Entre sus principales objetivos estaba organizar refugios para personas con problemas mentales que buscaban una alternativa al hospital, y a sus familias.
En 1967 Cooper publicó el libro “Psiquiatría y Antipsiquiatría”, presentando la experiencia de la Villa 21 y el término [Antipsiquiatría] que fue adoptado por impugnadores y colaboradores para designar al heterogéneo movimiento de médicos y pensadores [y pacientes y militantes] hostiles a la ortodoxia psiquiátrica. Del 15 al 30 de julio de 1967 organizó en Londres el Congreso Internacional para la Diálectica de la Liberación. Entre los participantes se contaban Paul Goodman, Herbert Marcuse, Ronald D. Laing, Allen Ginsberg, Paul Sweezy, Lucien Goldmann, Gregory Bateson y Stokely Carmichael de los Black Panthers. En 1968 compiló y presentó “La Dialéctica de la Liberación”, un libro con las principales intervenciones del encuentro. En el mismo año Cooper escribió una introducción para la edición inglesa de “La historia de la locura…”, del filósofo francés Michel Foucault.
En 1971 publicó el libro “La muerte de la familia”, y terminó su relación con la Philadelphia Association. En una conferencia ofrecida en Canadá, Cooper “dejó claro que había abandonado Inglaterra, había abandonado la Philadelphia Association, y ya no colaboraba más con Ronald Laing y compañía. Estos últimos, dijo, estaban en un viaje espiritual. Él, David, estaba en uno político” (Ticktin, 1986). En 1972, previendo una situación revolucionaria, que sería aplastada por la contrarrevolución fascista, Cooper viajó a Argentina donde participó en lecturas y conferencias y colaboró con los esfuerzos organizados para combatir la opresión psiquiátrica en el país latinoamericano. Dos años después regresó a Londres, “donde el terreno que en los ’60 hervía de radicalismo y creatividad parecía haberse secado” (Ticktin, 1986). Cooper había cortado todos sus lazos con sus colegas de la Philadelphia Association y había renunciado a ejercer su profesión de médico psiquiatra, por razones políticas. “Solía afirmar por ese tiempo que no había problemas personales, sólo políticos” (Ticktin, 1986).
Después de varios meses críticos, en setiembre de 1974 participó en Portugal en un encuentro para construir una Red Europea de Alternativas a la Psiquiatría, donde, entre otras personas que cuestionaban a la Institución, conoció al médico y profesor italiano Franco Basaglia y al sociólogo francés Robert Castel. A fines de 1974 viajó a París y conoció a los filósofos Gilles Deleuze y Felix Guattari; también publicó “La gramática de la vida”, una colección de ensayos sobre el amor, los celos, el sexo, las drogas psicodélicas y la revolución. En enero de 1975, las conversaciones iniciadas en Portugal se cristalizaron en un nuevo encuentro en Bélgica, con la fundación de la Red Internacional de Alternativas a la Psiquiatría, a cuyos congresos asistió anualmente.
En 1975 se mudó definitivamente a París. Conoció a Jacques Derrida, con quien después colaboraría en la formación del Colegio Internacional de Filosofía. Dio clases por una temporada en la Universidad de Vincennes. Escribió artículos y panfletos, e introducciones a los libros de otros intelectuales. En 1978 terminó de escribir y publicó “El lenguaje de la locura”, que se abre con estas palabras “No hay esperanza / Sólo hay lucha permanente / Esa es nuestra esperanza / Esa es la primera oración / En el lenguaje de la locura”. Era su último libro publicado en vida. “Parecía que se había movido dialécticamente desde la antipsiquiatría a la no-psiquiatría” (Ticktin, 1986).
Durante seis años, trabajó junto a su compañera la psicóloga Marine Zecca en un proyecto de investigación sobre las necesidades sanitarias de las comunidades populares en Francia, Italia y el Norte de África. Resultados de esta investigación junto a nuevos desarrollos de su pensamiento iban a ser publicados en un nuevo libro, que estaba coescribiendo con Zecca, cuando en 1986 murió súbitamente de un ataque al corazón, en un pequeño piso del Distrito 15 de París.

OBRAS principales DE DAVID COOPER:


1.- Razón y Violencia (1964)
     [Manifiesto Orgásmico. Capítulo IV de La Gramática de la Vida]


* Reseña biográfica tomada de: rebeldemule.org en base al texto de Stephen Ticktin (1986). Brother Beast: A Personal Memoir of David Cooper. Publicado originalmente en «Asylum Magazine for Democratic Psychiatry», Vol.1 No. 3. [Las cursivas son nuestras (LP).]    

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PREFACIO DE PSIQUIATRÍA Y ANTIPSIQUIATRÍA*
 
Para todos los que trabajan en el campo de la psiquiatría y se niegan a permitir que su conciencia crítica de lo que los rodea sea entumecida o absorbida por los procesos institucionalizantes del entrenamiento formal y del adoctrinamiento cotidiano en el hospital de práctica o en el hospital psiquiátrico, surge un cierto número de interrogantes perturbadores. En este campo en particular, en medio de personas que están en situaciones extremas, uno experimenta la "sensación de duda" del zen: por qué estoy aquí, quién me ha traído o por qué he venido yo mismo (y cuál es la diferencia entre estas dos preguntas), quién me paga para qué, qué debo hacer, por qué hacer algo, por qué no hacer nada, qué es algo y qué es nada, qué son la vida y la muerte, la salud y la locura.
 
A quien sobrevive a la institucionalización, ninguna de las más o menos volubles respuestas acostumbradas a estos interrogantes le parece adecuada. E1 cuestionamiento abarca por igual las bases teóricas del propio trabajo como tales y las precisas operaciones cotidianas: gestos, actos, afirmaciones referentes a otras personas reales. Un cuestionamiento más profundo nos ha llevado a algunos de nosotros a proponer concepciones y procedimientos que parecen la antítesis total de los convencionales, y que en efecto pueden considerarse como una antipsiquiatría en germen. 
 
Me parece que el modo más eficaz de examinar las posibilidades de una disciplina antitética semejante consiste en investigar en la principal área-problema de la disciplina cuestionada. En el caso de la psiquiatría, esta área-problema es lo que se define como esquizofrenia

En este libro he intentado examinar cuidadosamente a la persona que ha sido rotulada de esquizofrénica, considerándola en su contexto humano real, e indagar asimismo cómo llega a asignársele ese rótulo, quién realiza la asignación, y qué significa ésta para el rotulador y para el rotulado. 

Este es un estudio sobre un modo de invalidación social, pero toma este término en un sentido doble. En primer lugar, se hace que una persona se ajuste progresivamente a la identidad pasiva, inerte, de inválido o paciente, aunque parte de esta identidad implica una ilusión de actividad: por ejemplo, en departamentos ocupacionales de la institución hospitalaria, en el campo de deportes, y en otras situaciones similares. Anterior, simultánea y dialécticamente vinculado con la invalidación en este sentido, está, en segundo término, el proceso por el cual casi todo acto, afirmación y experiencia de la persona rotulada es sistemáticamente considerado inválido de acuerdo con ciertas reglas de juego establecidas por su familia, y posteriormente por otras personas, en sus esfuerzos por producir el vitalmente necesitado paciente-inválido. Más adelante examinaremos esas "necesidades vitales". 

La psiquiatría del último siglo, según la opinión de un creciente número de psiquiatras contemporáneos, está excesivamente al servicio de las necesidades alienadas de la sociedad. Al hacerlo, está continuamente en peligro de cometer un acto bien intencionado de traición a aquellos miembros de la sociedad que han sido arrojados a la situación psiquiátrica como pacientes. Muchas personas concurren en la actualidad espontáneamente al consultorio médico en busca de asistencia psiquiátrica. En la mayoría de los casos, tales personas desean obtener en términos muy prácticos un conjunto de técnicas que les permitan la mejor y más ajustada satisfacción de las expectativas sociales masificadas. Por lo general se los ayuda a lograr esta meta. Unos pocos extraviados concurren al consultorio psiquiátrico en busca de algo que llegue a constituir una guía espiritual. A estos por lo general se los desilusiona muy rápidamente.

No obstante, la mayor parte de las personas acerca de las cuales escribiré en este libro fueron precipitadas a la situación psiquiátrica por terceros, casi siempre por su familia. El hecho de que la mayoría de ellas tenga en la actualidad un status legal de pacientes informales y no internados sólo constituye una nota incidental irónica. En general son jóvenes, han padecido una o dos internaciones en el hospital psiquiátrico, y se les ha asignado el rótulo muy específico de "esquizofrénico". Son personas rotuladas de esta manera las que ocupan las dos terceras partes de las camas en la mayoría de los hospitales psiquiátricos ingleses, y debemos recordar que casi la mitad del total de camas de todos los hospitales del Reino Unido pertenecen a instituciones para el tratamiento de perturbaciones mentales. Cerca del 1 por ciento de la población en algún momento de su vida fue hospitalizada con lo que se denomina "postración esquizofrénica" y el célebre psiquiatra suizo E. Bleuler afirmó en una oportunidad que por cada esquizofrénico hospitalizado hay diez en la comunidad. Pero si consideramos las cifras estadísticas de este modo, estamos ya prejuzgando que la esquizofrenia constituye algún tipo de entidad real que algunas personas "tienen". Y con esto comenzaríamos a equivocarnos. 
 
En nuestra sociedad hay muchas técnicas que permiten primero señalar a ciertas minorías y luego tratarlas mediante un conjunto de operaciones de gravedad creciente, que van desde la insinuación de menosprecio, la exclusión de clubes, escuelas o tareas, y otras medidas similares, hasta la invalidación total como personas, el asesinato y el exterminio en masa. No obstante, la conciencia pública exige que se emplee alguna excusa para tales acciones, y esta excusa es proporcionada por la aplicación previa de técnicas de invalidación que apuntan a preparar una cantidad de víctimas para los procedimientos eliminativos en sí.

Ninguna técnica de invalidación puede parecer más respetable, e incluso más sacrosanta, que la que tiene la bendición de la ciencia médica. Si bien la medicina siempre fue algo estrecha y estuvo dominada por sentimientos de superioridad, es tradicionalmente liberal y humanitaria. Tiene altos ideales y el juramento hipocrático. La psiquiatría, aunque algunos de los profesionales que la practican han comenzado a reflexionar sobre el hecho, forma parte de la medicina. No obstante, en estas páginas tendremos ocasión de cuestionar la corrección de los enfoques y modos de actuar médicos y seudomédicos en el campo de la conducta humana que concierne a la psiquiatría. En efecto, consideraremos el punto de vista según el cual la psiquiatría, en un área principal de su campo de acción total, coopera en la invalidación sistemática de una vasta categoría de personas.

En primer lugar, propongo una orientación con respecto al problema de la esquizofrenia que difiere significativamente del enfoque clínico convencional, pero está relacionada con algunos de los estudios sobre la familia realizados en Estados Unidos de América (que resumo en el capítulo II), y más específicamente con los estudios fenomenológicos sobre el mismo tema, llevados a cabo por R. D. Láing y A. Esterson en el Reino Unido.

El capítulo III intenta hacer paradigmáticamente inteligible la historia clínica de un joven al que se le diagnosticó esquizofrenia; procuro llegar a esa comprensión en términos de la naturaleza de su mundo familiar y de los acontecimientos claves que le ocurrieron en él. Según mi experiencia, la inteligibilidad que puede mostrarse en este caso se encuentra en la mayor parte de los otros y, por lo menos, no puede suponerse siempre que uno trata con un conjunto de datos clínicos incomprensibles, esto es, con datos biológicamente explicables (por lo menos desde un punto de vista teórico) pero socialmente ininteligibles.

En los capítulos IV y V bosquejo los principios y la práctica de una unidad terapéutica experimental para pacientes esquizofrénicos jóvenes, dentro de un gran hospital psiquiátrico; en estos capítulos me refiero al problema de la irracionalidad institucional (distinta de la irracionalidad de los pacientes) y a las dificultades que ella crea para el tipo de experimentación psiquiátrica social que considero necesaria y que trato de justificar. Creo que sólo en unidades de esta clase podemos examinar la posibilidad de llegar a una estrategia no explotadora y no invalidadora para tratar a personas internadas porque se dice que están locas. Aunque esta unidad compartió muchas de las ideas sobre la "comunidad terapéutica" propuestas por Maxwell Jones, Wilmer, Artiss y otros, creo que fue única en la medida en que trató pacientes esquizofrénicos según una ideología terapéutica "orientada hacia la familia".

Por sobre todo, me ha preocupado el problema de la violencia en psiquiatría, y he llegado a la conclusión de que quizá la más notable forma de violencia en este campo sea nada menos que la violencia de la psiquiatría, en la medida en que esta disciplina opta por refractar, condensar y dirigir hacia sus pacientes identificados la violencia sutil de la sociedad; con mucha frecuencia, la psiquiatría no hace más que representar a la sociedad contra estos pacientes. He imaginado una unidad experimental futura en la cual pueda promoverse el trabajo basado en esta comprensión. 

Algunas partes del texto, en especial la Introducción, son necesariamente complejas y "técnicas". Espero que valga la pena para el lector vencer tales dificultades. Quizás hubiera sido posible expresarnos más legiblemente, pero cierto grado de complejidad es inevitable, porque refleja la real complejidad de los acontecimientos humanos reales.[1] 

Agradezco profundamente sobre todo a los doctores R. D. Laing y A. Esterson por su ayuda en todas las etapas de la redacción de este libro, pero ellos no tienen ninguna responsabilidad con respecto a mis afirmaciones. Deseo agradecer a la Comisión Médica Asesora y a la Comisión de Administración y en particular al consultor responsable, doctor S. T. Hayward, por las facilidades que me brindaron para llevar a cabo mi trabajo en la unidad a la que me he referido. La Subcomisión de Investigación de la Regional Hospital Board generosamente proporcionó fondos para financiar el trabajo de oficina que exigió mi investigación sobre la familia. El doctor J. D. Sutherland leyó la mayor parte del original y me formuló críticas útiles. También agradezco a los doctores J. Humphrey y J. Macintyre y a Paul Senft por la ayuda práctica que prestaron a mi proyecto o por haber leído partes del rtianuscrito. Desearía subrayar nuevamente, sin embargo, que ninguna de estas personas u organizaciones es responsable de los conceptos que he vertido; en efecto, algunas de ellas manifestaron considerables diferencias de opinión.

Por sobre todo estoy obligado para con la gente que vivió y trabajó en la unidad de la Villa 21.

David Cooper
Londres, 1967

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* Las negritas son nuestras (LP).

[1] Una introducción más detallada a algunos de los conceptos clave utilizados en este libro puede encontrarse en la obra de F. D. Laing y D. G. Cooper, Reason and Violence (1964). [Hay versión castellana: Razón y Violencia, B. Aires, Paidós, 1969.]  


«La Antipsiquiatría es política y subversiva, por su misma naturaleza, con respecto al represivo orden social burgués. […] Antipsiquiatra es quien está dispuesto a correr los riesgos involucrados en alterar progresivamente y radicalmente la forma en la que vive. El o la antipsiquiatra debe estar dispuesto a abandonar los mecanismos de seguridad de la propiedad (más allá del mínimo necesario), los juegos monetarios explotadores y las relaciones estáticas, confortables, de tipo familiar, oponiéndoles la solidaridad y la camaradería. […] Debe estar dispuesto a ingresar en su propia locura, quizás hasta el punto de ser invalidado socialmente, ya que si así no lo hace, no estará capacitado. La Antipsiquiatría es una parte necesaria y urgente de la revolución permanente, de lo contrario no es nada.» 

David Cooper citado en Uníos Hermanxs Psiquiatrizadxs-UHP (2006), Historia de la Antipsiquiatría