viernes, 16 de octubre de 2020

Alquimia, revolución sexual y comunismo. Una entrevista a Mario Mieli

Nicolás Cuello (Traductor). Moléculas Malucas. Buenos Aires, septiembre 2020

 

 Mario Mieli. Entrevista para el periódico «Lambda». Italia, 1979. Extractos:

 

«En una página de tu libro escribís: "Para la creación del comunismo, la total desinhibición de las tendencias homoeróticas, entre otras, es una condición sine qua non". ¿Sigue creyendo en la creación del comunismo?

 

Sí y también no. Creo que este mundo está destinado a terminar. Y posiblemente, ese fin sea resultado de una catástrofe nuclear si los jefes de Estado están tan locos como, por ejemplo, Hitler y Mussolini. Una guerra nuclear que puede destruir el planeta, o producir una catástrofe ecológica. No veo alternativa a esta posible catástrofe, excepto en la creación de una sociedad en la que todos los seres humanos recuperen los medios de producción, creando nuevos modos de hacer y condiciones necesarias para desarrollar una vida libre en armonía todos juntos. Creo que siempre se ha entendido mal lo que Marx imaginaba como comunismo. Marx utilizó la expresión hegeliana "reino de la libertad" para definir el comunismo, y sobre todo, veía como una condición inevitable (según Marx) para la creación del comunismo, la realización de un nuevo modo de producción, que no tenía nada que ver con el modo de producción capitalista. Por eso me llamo marxiano, si se trata de definirse, no marxista, porque considero que todos los marxistas que vinieron después de Marx, ni siquiera con la excepción de Lenin, son deformadores de su teoría. Por tanto considero el comunismo, que espero pueda realizarse en el planeta, de una forma mucho más afín a la de Marx que a la de los marxistas. 

 

[...]

 

Yo, en Elementos de crítica homosexual, escribí algo que creo poder repetir hoy: "Sólo liberando la sexualidad se puede entender por qué ha sido reprimida durante tanto tiempo. Es muy difícil establecer qué es, si ese algo está reprimido". Lo más importante es la práctica de la liberación, a la que sigue un razonamiento consecuente, que puede favorecer una práctica posterior.

 

¿Cree que la liberación homosexual conduce al comunismo?

 

La liberación homosexual, como ya he dicho, es una de las condiciones necesarias para la realización de una sociedad armoniosa, porque sabemos cuánta violencia proviene de la eliminación forzada del deseo homosexual. Sabemos cuánta competitividad y cuánta competencia proviene de la represión de los componentes sexuales en nosotros. Entonces creo que para crear una sociedad armoniosa es imposible seguir reprimiendo la sexualidad, como lo hacemos hoy, mientras que no creo que la liberación de la homosexualidad por sí sola sea garantía para la creación de un mundo armonioso, de hecho, creo que es posible liberar la homosexualidad, u otras formas de represión en el contexto de la sociedad capitalista, en una forma comercializada. Esto solo acentúa la crisis interna del capitalismo, su contradicción, pero, al mismo tiempo, no es condición suficiente para liberar las llamadas perversiones, para crear una sociedad armoniosa, si además de la sexualidad no se libera el espíritu.

 

[...]

Bueno, la charla de alquimia no me involucra en absoluto, soy muy ignorante.

No hay posibilidad de liberar plenamente al ser humano, y por tanto a la sexualidad, sin pasar por el camino alquímico. En este sentido, aconsejo a los lectores leer La psicología de la transferencia de Jung, por ejemplo, un libro que es su testamento moral y que, sin revelar las materias primas sobre las que se opera el procedimiento alquímico, da no obstante una idea de la relación que existe entre la alquimia y la liberación, dentro de nosotros, del otro sexo reprimido; por ejemplo, dentro del hombre, la mujer y dentro de la mujer, el hombre. Una de las razones por las que adjetivizo a los periódicos como FUORI! y Lambda es porque cualquiera que hable hoy sobre la liberación sexual debería saber qué es la alquimia.


[...]

 

En sus experiencias con la psiquiatría: ¿le han clasificado como enfermo mental?

 

Sí, he estado en un hospital psiquiátrico tanto en Inglaterra como en Italia. El hospital inglés era un hospital langiano, por lo tanto seguía una corriente antipsiquiátrica, y les puedo decir que es la misma mierda que el hospital psiquiátrico tradicional; no entienden una mierda sobre la llamada "enfermedad mental".»

 

Leer entrevista completa

 

 

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«Mario Mieli (1952 - 1983), fue un activista y escritor italiano. Como ningún otro, Mieli representa la irrupción de un activismo marica, radical y teóricamente comprometido en la Italia de los años ´70. Fue reconocido no solo por su agudeza intelectual, sino también por su provocadora actitud, especialmente en la vida pública. Desde muy joven supo hacer convivir su carisma como estudiante ejemplar del Instituto Parini, y su deambular perverso por la Fossa dei Leoni, un lugar dedicado al cruising y la prostitución masculina en Milán, donde buscaba explorar sus deseos polisexuales. Las resonancias de su libro Elementos de crítica homosexual, publicado originalmente en el año 1977 por Einaudi, rápidamente lo consagraron como uno de los fundadores del movimiento de liberación homosexual en Italia, y una figura inevitable en el pensamiento critico europeo. La pregunta central de su trabajo era simple pero provocadora: ¿Por qué la sociedad marginaliza y reprime la conducta homosexual? Lo que sigue en el libro sería un análisis pormenorizado sobre cómo el funcionamiento de la sociedad capitalista depende de la sobreadaptación conformista a las conductas heterosexuales y al complejo institucional que garantiza su naturaleza: el matrimonio, la herencia y la reproducción de la vida familiar. Su trabajo podría considerarse una lectura erótica de Marx, y especialmente, de Kingsey. Fue un expreso defensor de lo que luego otros llamarían un “nuevo utopismo sexual”: una filosofía política que apuntó contra la rigidez de la normalidad heterosexual que operaba, en su mirada, a partir de la remoción de todos los componentes inestables del espectro erótico de la naturaleza humana. Su trabajo conectó al mismo tiempo, el reconocimiento de un valor subversivo en la experiencia trans, los movimientos de liberación de la mujer y una crítica directa hacia todos los mecanismos psíquicos, culturales y políticos destinados a la represión del deseo homosexual. La intensidad de su pensamiento también puede ser entendida bajo los efectos de su desvinculación del FUORI! en el año 1974, una vez que estos optaron por inmiscuirse en la política partidaria. Allí también puede situarse su trabajo incómodo de señalamiento, crítica y confrontación con lo que observaba como una rápida desexualización del espíritu revolucionario y una pronta normalización institucionalizante de los activismos liberacionista que empezaban a ceder ante nociones mercantilizadas de la libertad de la identidad gay. Esto, posteriormente, también lo empujará a buscar nuevos escenarios para sus investigaciones, guiado a su vez por las nuevas condiciones que imponía su salud mental. Después de la publicación de su libro, volvió público, en reiteradas entrevistas, su diagnóstico como esquizofrénico, pero también allí reconoció, la importancia de dicha experiencia en la apertura personal de nuevas perspectivas en torno a la liberación sexual. Lo que siguió en su trabajo, una vez distanciado del activismo homosexual, fue un compromiso ascendente con el ambientalismo, las políticas anti nucleares, y especialmente, con el esoterismo, la alquimia y el trabajo espiritual. Su novela autobiográfica Il risveglio dei Faraoni fue publicada en el año 1994 en Milán gracias al trabajo de archivo que hicieron sus amigos muchos años después de su muerte (1983), aunque su familia poco tiempo después retiró, por vías legales, todos los ejemplares en venta. Hasta el día de hoy es un texto inaccesible, tanto como el guión que escribió de la película Una favola spinta de Guido Tosi, de circulación televisiva en el año 1982, poco tiempo antes de morir. Desde entonces su trabajo ha sido reeditado pocas veces, pero se puede consultar el trabajo de Giampaolo Silvestri, “Oro Eros y Armonía: El último Mario Mieli” (Croce, 2012), el de Silvia De Laude, “Mario Mieli - Y ahora” (Clichy, 2016) y dos publicaciones recientes, la re-edición de “Elementos de crítica homosexual” traducida al inglés como “Towards a Gay Communism” (Pluto Press, 2018) prologada por Tim Dean y Massimo Prearo, y “La gaia crítica. Politica e liberazione sessuale negli anni Settanta. Scritti (1972-1983)” al cuidado de Paola Mieli y Prearo también (Marsilio | Nodi, 2019).»

 

Nicolás Cuello. Argentina, septiembre 2020

 

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«En los años setenta el famosísimo Michel Foucault estudiaba la sexualidad y su relación con el poder social. Entonces dijo algo que afectó profundamente al movimiento de emancipación proletaria, que en esos días estaba siendo aplastado por la contrarrevolución en todas partes. Lo que Foucault dijo afectó tanto a ese movimiento, que desde entonces los revolucionarios no han logrado sobreponerse al impacto. Al principio simplemente enmudecieron: ya no tenían nada que decir sobre aquel tema, que fue enviado de vuelta a las cloacas de lo inconsciente reprimido. Pasado un cuarto de siglo, empezaron a prestarle atención otra vez, pero como ya habían olvidado todo lo que el movimiento revolucionario había hecho con anterioridad, no tuvieron más remedio que expresarse con las palabras de la reacción triunfante. Entonces ya no hablaron más de liberación sexual, sino de disidencia sexual; ya no reclamaron más la emancipación de las mujeres también a través de su libertad sexual, sino principalmente a través del ascetismo antisexual de la competencia por el estatus socioeconómico; ya no criticaron el amor romántico y el familiarismo patriarcal como instancias represivas, sólo le pusieron un precio mucho más alto. Y lo que los revolucionarios habían reflexionado sobre la sexualidad y el amor desde mediados del siglo XIX; los esfuerzos que habían hecho por sanar la vitalidad de los proletarios pisoteada por el trabajo y la moral represiva; los experimentos con que habían buscado una emancipación vigorosa y exuberante aquí y ahora, sin esperar al rojo amanecer revolucionario del mañana... todo eso fue olvidado por completo. O mejor dicho: fue objetado por teorías aparentemente irrefutables, denostado como pura ingenuidad infantil, o acusado de ser parte de la opresión que decía combatir. Hoy día, casi cincuenta años después de que Foucault diera esa estocada mortal al movimiento proletario revolucionario, casi no se encuentra a comunistas o anarquistas que tengan algo que decir sobre el asunto, excepto algunas frases sueltas que reproducen vagamente los postulados del propio Foucault mezclados con una que otra hilacha de programatismo revolucionario a la antigua. Entre los mismos ultraizquierdistas comunizantes, hay quienes repiten las acusaciones de Foucault sin citarlo, revistiéndolas con un aire de sabiduría revolucionaria ganada gracias a una lectura hegeliana del Marx esotérico. Para decirlo en una palabra: ésta es un área en que la contrarrevolución no dejó más que tierra quemada. ¿Cómo pudo ocurrir esto? Desde luego, no fue obra del famosísismo Michel Foucault: él sólo se limitó a expresar filosóficamente, y con total sinceridad, el triunfo de la contrarrevolución en el plano afectivo y sexual, decretando la absoluta imposibilidad de que pudiese existir ningún otro sujeto que el sujeto constituido, precisamente, por la contrarrevolución. Si hay placer, es porque es un dispositivo de poder. Si hay poder, es porque ejercerlo da placer. Si algo hace el poder con la sexualidad, no es reprimirla sino diseñarla: incluso cuando creemos emanciparnos a través del goce de compartirnos con otros, incluso entonces sólo somos marionetas de un poder que nos ha constituido hasta las más remotas capas de nuestro ser inconsciente. No hay salida, no hay forma de escapar: hagas lo que hagas, no eres más que una excrecencia de las tramas de poder que organizan la producción económica y política. Si hay un enemigo, dijo Foucault, ese enemigo es el freudomarxismo, aquel difuso campo teórico y experimental que combinaba la crítica de la economía política de Marx con la teoría del inconsciente de Freud. Si hay una teoría falsa, siguió diciendo Foucault, es la teoría de Wilhelm Reich de que la sexualidad humana tendría un fundamento bioenergético que afecta la vida social de los individuos, y no sería pura arbitrariedad cultural. Eso fue, en resumen, lo que dijo Foucault mientras los últimos bastiones de resistencia proletaria eran destruidos por el terrorismo de Estado, la dislocación industrial y la heroína. Casi medio siglo después, no habiendo sobre la sexualidad ninguna otra narrativa que la triunfante narrativa posmoderna que se impuso con la contrarrevolución, la vida afectiva, amorosa y sexual de los proletarios está a años luz de ser lo que los revolucionarios freudomarxistas habían imaginado en sus mejores momentos. Probablemente, nunca había sido tan miserable como hoy en día, y nunca se había engañado tanto a sí misma al respecto. Pues bien: cuando se toca fondo ya no hay dónde ir excepto de vuelta hacia arriba. Y para eso a veces hay que mirar hacia atrás. Esta entrevista a Mario Mieli es un buen vistazo en esa dirección.»

 

Un compañero de la región chilena, septiembre 2020

 

 

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lunes, 27 de julio de 2020

En el ring del malestar: terapia versus política

María Zapata. El Salto. 11 de mayo de 2020

Nota de LP (Quito, julio 2020):

Publico este artículo porque aborda de manera crítica un tema de sumo interés para este blog: la relación entre psicología y política, en la sociedad en general, y en el llamado «medio revolucionario» en particular. Esto a pesar de que no comparto en lo absoluto el sesgo de izquierda académica postmoderna, feminista y reformista de su autora, expresado en conceptos tales como "neoliberalismo cisheteropatriarcal", "nuevo orden psico-biopolítico", "discurso terapéutico", etc. y en las referencias a Foucault, Byun-Chul Han, etc. Porque como les dije a un compañero y a una compañera hace poco: se puede abordar este y otros temas no abordados por el marxismo y el anarquismo clásicos sin necesidad de recurrir al postmodernismo de izquierda, sino desde una perspectiva materialista, clasista, anticapitalista y antipsiquiátrica heterodoxa, amplia, compleja y dialéctica que cuestione, clarifique y resuelva todos los elementos y problemas de la vida cotidiana.

No repetiré aquí lo que ya he planteado y desarrollado en anteriores entradas sobre la mentada relación. Sólo diré, por un lado, que durante las últimas décadas y años en los espacios militantes y activistas de izquierdas se ha pasado del desprecio racionalista y politicista de lo psicológico al gestionismo emocional y el psicologismo "new age" o, como dice la autora de este artículo, a la «terapeutización» o individualización de los problemas psicológicos que absolutamente todas las personas tenemos bajo este sistema social profundamente enajenado y enajenante ya que fetichiza la mercancía y mata por dinero (en efecto, en estos precisos momentos de crisis y pandemia, si el capitalismo no nos mata de coronavirus, nos mata de hambre, de depresión, o a balazos si protestamos), paradójicamente en el marco del actual «capitalismo emocional» o «sociedad terapéutica» (Espai en Blanc). Las partes del mismo texto que he resaltado con negrita son elocuentes y claras al respecto.

Por otro lado, diré que se trata de ir más allá de admitir que nuestras mentes-cuerpos y nuestras relaciones humanas están hechas mierda en su mayoría, es decir, que nuestras vidas como proletarios/as están hechas mierda, así como también que hay que asumir y "trabajar" los problemas psicológicos y personales de/entre los militantes y activistas anticapitalistas de manera humana y políticamente revolucionaria, claro está, sin aceptar lo inaceptable ni justificar lo injustificable (agredir física y psicológicamente a los otros y a uno mismo, relaciones tóxicas, individualismo o egocentrismo, falta de seriedad y responsabilidad con los acuerdos y compromisos, autojustificaciones ideológicas y emocionales, doble moral, etc.); o que hay que luchar y sanarnos juntos; o que hay que cuidarnos entre nosotros mismos, entre compañeros y compañeras (queda pendiente ampliar y profundizar sobre la cuestión de los cuidados en este blog); o que los colectivos políticos deben esforzarse también por ser grupos de apoyo mutuo que no de "autoayuda" económico y psicológico, a ver si así la solidaridad y la comunidad de lucha dejan de ser sólo palabras, deseos e/o ilusiones de sus integrantes, empezando "puertas adentro"; o, en una palabra, que hay que «politizar el malestar» (Espai en Blanc), para no cagar más estos espacios ni nuestras vidas y para autoliberarnos de manera integral (mejor dicho, de la manera más integral posible ya que la pureza y la perfección no existen). Porque todas las personas que hemos sido militantes de izquierdas (incluidas las ultraizquierdas, aquí nadie se salva, ni los compañeros críticos de las ultraizquierdas) sabemos por experiencia propia léase por errores propios que hay procesos políticos que a veces se cagan por no saber asumir y tratar bien los problemas y las relaciones personales dentro de ellos, así como también algunos sabemos que la revolución social será la revolución de la totalidad de la vida cotidiana o no será. Y como bien dice el Comité Invisible: en estos tiempos la virtud revolucionaria cardinal no es la radicalidad abstracta sino el tacto, es decir el saber tratar bien las relaciones y los devenires revolucionarios.  

Politizar el malestar no significa "autogestionar colectivamente el malestar" como dice la autora de este artículo, porque eso también es gestionismo emocional. Politizar el malestar (psicológico) significa luchar colectivamente por reconocer, abolir y superar sus causas sociales capitalistas de carácter histórico, material y de clase, es decir mediante y sólo mediante la lucha por hacer y ser la revolución social. Asumiéndolo, compartiéndolo, agitándolo y esforzándonos por transformar a la par nuestras condiciones objetivas de existencia, nuestras relaciones y nuestras subjetividades en este camino de lucha compartido. Así como mi libertad real sólo es posible y se expande con la libertad de los otros (Bakunin), así también la politización y transformación revolucionaria de mi malestar sólo es posible y se expande con la politización y transformación revolucionaria del malestar de los otros. Es correcto y realista, entonces, no separar sino saber encontrar el equilibrio entre lo emocional y lo racional, entre la sensibilidad humana y la seriedad política, para no caer ni en el irracionalismo personalista, sentimentalista, irresponsable y manipulador (del tipo "tu crítica es un ataque a mi persona", "si no aceptan mi problema y mi excusa, entonces no son coherentes con su discurso" o "eso no es humano" o "eso es de gente con mente cuadrada" o "eso es moralismo y autoritarismo" o "la cagó pero no digo nada porque es mi amigo/a", etc.) ni en el frío y cruel racionalismo politicista o militantista (del tipo "ese no es nuestro problema" o "eso es de pequeñoburgueses revisionistas" o "eso es de locos/as" o "eso es motivo de multa, juicio y expulsión", etc.). Insisto: saber encontrar el equilibrio entre la sensibilidad humana y la seriedad política en las relaciones entre los compañeros y compañeras que luchamos por hacer y ser la revolución social. 

Es decir, así como hay que cuestionar y superar la indiferencia o, en su defecto, la torpeza de la mayoría de izquierdistas y de personas en general para tratar los "asuntos personales" y emocionales en los espacios políticos colectivos, así también hay que cuestionar y superar lo individualizados y terapeutizados que estamos todos y todas actualmente (con psicoterapia, psiquiatría, drogas, espiritualidad, arte, deporte, trabajo, estudio, familia, pareja, sexo, la misma militancia y activismo político y/o con lo que sea). Sí, hay que afrontar y superar el sufrimiento de manera política y colectiva, no de manera terapéutica e individual. Sí, hay que volver a lo colectivo o lo comunitario, pero no lo comunitario que se integre o incluya como "alternativa" dentro del sistema, sino lo comunitario que antagonice, rompa y supere a la normalidad capitalista, patriarcal, moral (cristiana) y psiquiatrizada (y también que critique y supere a la misma política, pero ese es otro tema); en una palabra, el comunismo o, lo que es lo mismo, el movimiento comunista, movimiento real y contradictorio que es revolucionario precisamente porque asume sus propias contradicciones de todo tipo para superarlas. La autora dice que "el debate está servido". Yo digo que el reto está planteado. Porque es una necesidad sentida, y porque enunciar y debatir todo esto es necesario pero no es suficiente: no sólo hay que hablarlo, hay que hacerlo, sin creerse infalibles y sin temor a equivocarse, sino más bien para aprender y avanzar así mismo, en la práctica.  

Por si acaso, para evitar malas interpretaciones y juicios apresurados e injustos de algunos compañeros (del tipo "eso es psicologismo o psiquismo" o, peor aún, "eso es moralismo", etc.), que quede claro que todo lo antedicho sólo se refiere específicamente a la relación entre psicología y política en el medio revolucionario (uno de los ejes temáticos de este blog); la cual es sólo una parte de la totalidad de las relaciones sociales reales que, para nosotros los revolucionarios, se trata de criticar teóricamente y transformar prácticamente. 

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En los últimos años he visto cómo mis espacios politizados se van terapeutizando sin ninguna resistencia e, incluso, dejamos que eso ocurra como si se tratase de un triunfo. Contaré algunas situaciones para explicar a qué me refiero con esto de la terapeutización.

Ejemplo 1: un buen amigo, compañero de lucha militante en espacios liberados, me cuenta, orgulloso, que lleva varios años en psicoterapia. Le pregunto por qué, y me dice que empezó para trabajarse algunas historias familiares, y que luego siguió porque le enganchó eso de poder hablar de sus emociones y de “trabajarse” a sí mismo. Es una persona muy cercana, porque no sólo hemos compartido militancia, sino que hemos vivido juntas. Entonces le comento que rara vez habla conmigo de sus emociones o historias familiares, le hablo de los retos de la masculinidad hegemónica, y le pregunto por qué no habla de esto con amigas/os de su entorno.

Me contesta que prefiere la psicóloga, porque es alguien ajena a su mundo cotidiano, y porque ya tiene la costumbre de prepararse durante la semana lo que dirá en la sesión, y luego ir y poder hablar sin parar durante una hora. Todo esto me lo cuenta durante una hora y media, y en ningún momento me pregunta por mí, aunque hace mucho tiempo que no nos vemos. Supongo que es el entrenamiento de ser sólo escuchado, y yo me siento la psicóloga (sin sueldo) de turno.

Ejemplo 2: Varias compañeras del colectivo han hecho o están haciendo la formación en psicoterapia Gestalt, como muchas otras personas de mi entorno. Un día tenemos un conflicto en el colectivo y ellas proponen hablar de las necesidades y deseos de cada una, y lo argumentan diciendo que para las feministas “lo personal es político”. Probamos, y durante varias horas cada una habla desde su yo, sin referencia de lo colectivo. A mí me chirría todo esto, y me parece que está bien saber qué queremos cada una, pero que lo importante es saber qué necesita y desea el colectivo.

Discutimos sobre lo que significa cuidados, porque para ellas se basa en saber lo que cada una quiere y poder respetarlo. Para mí, y para otras compañeras, cuidarse pasa por respetarse a una misma, pero también a las necesidades y deseos del colectivo. Es una discusión que no acaba en consenso, y se generan fisuras insalvables en el colectivo.

¿Os suenan estas historias? No son las únicas que podría contaros, y estoy segura de que también vosotras tenéis muchas más, porque en los movimientos sociales no escapamos de lo que ocurre en el resto de la sociedad, y también nuestros espacios de militancia y nuestras relaciones se están psicologizandoEs decir, la terapia está fomentando la individualización y la pérdida de la comunidad en los espacios políticos, o al menos, lo intenta. Explicaré esta idea poco a poco, y las diferencias que veo entre una y otra forma de abordar los malestares. Empezaré con una, muy breve, revisión de nuestra historia.

Desde finales del siglo XX hemos asistido a una transformación de la biopolítica (que se refiere al poder de gobernar sobre las formas de vivir), donde el ámbito de lo emocional ha tomado protagonismo y paulatinamente viene aconteciendo una psicologización de la sociedad (Eduardo Crespo y Mª Amparo Serrano, 2013). Las emociones, como señala la socióloga Arlie R. Hochschild (1979 y 2008), son fenómenos culturales cargados de significados propios dependiendo del grupo social y de su contexto sociohistórico. Y siempre existe un control social de lo emocional porque es algo intrínseco a todo grupo social y, además, la forma de ese control cambia con el paso del tiempo y de los acontecimientos históricos y políticos.

En nuestra cultura occidental moderna se han ido sucediendo multitud de mutaciones, según pasábamos de una economía basada en el sector secundario a una basada en el sector terciario (Hochschild, 2008). Y el impulso del sector servicios trajo consigo un cambio en cuanto a lo emocional: antes era algo reservado al ámbito de lo privado, y ahora también toma valor en la esfera de lo público debido a una serie de beneficios en relación con lo económico y lo laboral que, poco a poco, van permeando al resto de esferas de la vida.

Igual es difícil de comprender, pero podemos intentar pensar en cómo era antes el mundo laboral y cómo es ahora. Un ejemplo es que actualmente se valora mucho una sonrisa o el buen humor en una trabajadora, aunque no esté de cara al público. Y esto es así porque se prioriza que la persona trabajadora pueda “gestionar” o “manejar” sus emociones (todos términos del mundo empresarial), a la vez que todos los ámbitos de nuestra vida se inundan con un vocabulario propio de la psicología: ya no estamos nerviosas sino que tenemos ansiedad, o no estamos pasando un duelo sino que tenemos depresión, o la empatía y la resilencia son nuestras mejores aliadas frente al enojo, que tan pocas veces debe mostrarse en público.

Vivimos en lo que Eva Illouz (2007) ha definido como capitalismo emocional, una nueva fase de este sistema socioeconómico donde, en palabras de Illouz, “las emociones se convierten en realidades a ser evaluadas, examinadas, discutidas, negociadas, cuantificadas y mercantilizadas […] El capitalismo emocional imbuyó las transacciones económicas —en realidad, la mayor parte de las relaciones sociales— de una atención cultural sin precedentes al manejo lingüístico de las emociones, convirtiéndolas en el centro de las estrategias de diálogo, reconocimiento, intimidad y autoemancipación.”

Un nuevo orden psico-biopolítico, que diría Byung-Chul Han (2012), cuya principal característica es gobernar la vida por medio del discurso terapéutico, creando nuevos significados del self, es decir, re-produciendo nuevas formas de subjetividad. Y esta nueva forma de poder y gobernanza está impulsada por el nacimiento y consolidación de la psicología, que desde principios del siglo viene dando pasos para convertirse en nuevo dispositivo biopolítico de lo emocional, expandiendo el discurso terapéutico a todos los ámbitos de la sociedad (educación, trabajo, familiar…). Y, ahora, su lenguaje está por todas partes creando realidad. Ya no tenemos un jefe que pisotea nuestros derechos laborales, sino que sufrimos mobbing en el trabajo, o en la escuela ya no hay niñas/os que son crueles con otras/os, sino que se padece bulling, o en los hogares ahora hay que abrazar los conflictos y al sistema familiar que sostiene nuestra personalidad, porque los problemas están en las formas que han tomado esas interacciones y no en las estructuras desiguales de dominación.

En otras palabras: no es que el cisheteropatriarcado se encarne en tu madre y te haga la vida imposible por ser una marimacho, sino que su propia trayectoria familiar le hace expresar su malestar de esa forma y tendrías que intentar entender su rol y el tuyo en ese sistema familiar que compartís para encontrar la serenidad (emoción muy bien valorada socialmente).

Esta nueva sociedad terapéutica, como la llama el colectivo Espai en Blanc (2007), tiene dos implicaciones en cuanto a nuestros malestares: la primera es que la persona es la única responsable de las acciones a emprender para acabar con su sufrimiento (la lógica capitalista del “hazte a ti mismo”), y la segunda es que al ser individual es más fácil patologizar situaciones de desigualdad social y económica y comenzar a leer todos esos malestares sociales encarnados como una mala salud emocional de individuos concretos.

Unas consecuencias que ayudan a la implantación del capitalismo neoliberal y que son justo lo contrario por lo que muchas veces luchamos en nuestros espacios políticos. Y es que la terapia y la política son cosas muy distintas y quiero dar ejemplos de esto, porque varias veces he escuchado comentar “qué terapéutico es esto”, después de participar en un evento o jornada antisistema y es algo que me genera muchísima inquietud. Me parece imposible hablar de una terapia política o de una política terapéutica, de hecho, me parecen términos contrarios. Explicaré por qué.

TÉRMINOS CONTRADICTORIOS

Primero, el discurso y la ideología terapéutica tienen como único centro al individuo. La lógica terapéutica es indagar en la propia historia personal, guiada por los traumas o momentos más dolorosos, para poder entender y transformar el presente. Es decir, se potencia la idea de aprender desde el sufrimiento del sujeto como motor y lugar de aprendizaje. Sin embargo, politizar el malestar es justo lo contrario; es buscar e identificar las causas sociales del malestar, mirar cómo lo colectivo se encarna en sujetos individuales que son continuamente relacionales y salir del rol de víctima de la propia historia. El sufrimiento está, es inevitable, y por supuesto que lo vivimos cada una en sus carnes, pero es algo que responde al contexto en el que vivimos y muchas veces es fruto de injusticias que hay que denunciar y evitar que vuelvan a pasar. Ésto es lo que pretendían nuestras antecesoras feministas al enunciar “lo personal es político”.

Segundo, la narrativa terapéutica está creada sobre una estructura de sentimientos y emociones, pero con la lógica de “manejar” lo sentido, o de intentar no sentirlo, o de sólo sentirlo en lugares determinados y boicoteando o malinterpretando la lucha feminista de dejar de subyugar lo afectivo bajo lo racional.

La terapeutización es una forma de control social por medio del autocontrol sobre una/o misma/a, haciendo sujetos cada vez más homogéneos porque se normativiza lo emocional. Y es que la terapia no es “liberadora”, sino ortopédica (que es su raíz etimológica), es decir, su función es la de corregir lo disfuncional, lo torcido, lo que no sirve al sistema. Frente a esta cuestión la politización sería lo contrario: abrazar la diversidad y asumir que en las diferencias encontramos la vida. Dejar de controlar lo emocional para satisfacer las economías de mercado y hacerlo sólo para poder vivir de forma respetuosa en sociedad a partir de unas normas y valores compartidos y no desde la lógica narcisista de los propios deseos y necesidades.

Con todo esto no quiero decir que la psicoterapia no sea necesaria. Todo lo contrario, me parece una muy buena herramienta para momentos vitales en los que nos vemos desbordadas o sin herramientas propias y colectivas, sobre todo, cuando son psicoterapeutas feministas o ya politizadas las que acompañan y cuando ya hemos intentado otras muchas estrategias. Pero tendría que ser en momentos puntuales, y no algo que releve a nuestras formas autogestivas de sostener el bienestar o paliar el malestar.

Las terapias son algo privado y privativo que siguen lógicas poco comunitarias, como hemos visto, y sin embargo el cuidado es un fenómeno social vinculante que implica siempre una interdependecia radical. Y quizás este sea nuestro talón de Aquiles: la incapacidad de asumirnos vulnerables, frágiles, y dependientes de las otras. El capitalismo nos ha grabado a fuego que tenemos que ser autosuficientes, capaces de todo por nosotras mismas, sobre todo si performas la masculinidad hegemónica, que es el sujeto ideal del neoliberalismo cisheteropatriarcal.

Quizás por eso el amigo del ejemplo 1, lejos de buscar en su entorno de amistades un espacio de confianza y seguridad para poder hablar de sus malestares, lo hace con una profesional a la que paga por los servicios de acompañamiento. Quizás, era demasiado doloroso sentirse un gudari [soldado, en euskera] destronado por la templanza perdida e ir a una psicóloga costaba menos de aceptar porque uno mismo se siente menos juzgado (por el control social introyectado). Quizás, si quisiéramos crear una verdadera comunidad con nuestras compañeras de militancia no sólo deberíamos compartir los cócteles molotov, sino el miedo o la tristeza cuando los tiramos, o la culpa que llevamos años arrastrando por no ser como mi padre quiso que yo fuera. Pero también ser capaces de escuchar y de apoyar a las otras cuando están desanimadas, sumidas en su miseria o incapaces de levantarse de la cama, y para eso hace falta paciencia y un entrenamiento y distribución de los cuidados.

¿Estamos todas dispuestas? Por otro lado, propongo reservar, siempre, un lugar a lo emocional en nuestros espacios de militancia, pero sin caer en la tiranía de lo afectivo o en la sobredimensión de este ámbito. Y por supuesto, siempre llevarlo al ámbito de lo sociocultural. Por ejemplo, en Teatro de las Oprimidas siempre partimos de historias propias que ha vivido alguna integrante del grupo y, desde el sufrimiento que esa historia particular de opresión genera, vamos caminando hacia la estructura de poder que encarnan esos personajes concretos. Incluso, aunque estemos investigando sobre la vertiente más introspectiva de ese sufrimiento emocional, la idea es ver cómo nos identificamos las demás con esa misma historia, volver a lo colectivo, hacer cada sufrimiento parte del grupo porque todo el grupo vive bajo las mismas desigualdades y violencias socioculturales. Y no me hace falta haber tenido la misma experiencia, exactamente igual, para poder identificarme.

Hace falta ir a los elementos que sí se comparten como oprimidas o, en algunas ocasiones, como opresoras de nuestras historias. Ésta sería una forma política de abordar el sufrimiento y no terapéutica. Por lo tanto, propongo iniciar una reflexión crítica sobre lo que está pasando en nuestros espacios politizados y una llamada de atención para que los nuevos mecanismos de control social no se cuelen en nuestros colectivos sin ser vistos ni olidos. El debate está servido.

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Relacionados:

Capitalismo emocional y malestar en una sociedad terapéutica

Sobre la importancia de "lo psicológico" en el "medio revolucionario" 1, 2 y 3

viernes, 15 de mayo de 2020

Sobre el Fracaso – CrimethInc


Nota de LP (Quito, mayo 2020). Soy un “fracasado” y un “loco”. Sí: para la sociedad capitalista –cuyo “éxito” consiste en ser un buen esclavo del trabajo, el dinero y todas sus normas, valores e instituciones–, sus defensores y sus falsos críticos –incluyendo a mi ex novia, un ex amigo y compañero, y algunos familiares–, soy un “fracasado” y un “loco”. Por eso uso estas palabras entre comillas. “Fracasado”, en términos profesionales, laborales y económicos. Y “loco”, en términos psicológicos y sociales. Pero también soy un “fracasado y loco” en términos políticos, artísticos y afectivos. Y no lo digo con retorcido orgullo, sino con sufrimiento, aceptación y coraje al mismo tiempo. Definitivamente, no calzo en este mundo al revés. Estoy en este mundo, pero no soy de este mundo. Mas no he sido, no soy ni seré el único. Fuimos, somos y seremos claroscura legión.

Tampoco soy de Marte ni de “la estirpe de Saturno”. Sólo soy uno más de los miles y miles de terrícolas proletarizados, empobrecidos, violentados, ninguneados, excluidos, desesperanzados, “dañados”, “enloquecidos” y “malditos” o estigmatizados como “anormales” y como “desadaptados, parias y resentidos sociales”, que han existido, existen y existirán bajo el yugo de la Normalidad del Fetiche-Leviatán-Capital. Después de la crisis actual, por cierto, habrá muchos más “perdedores” pertenecientes al ejército de desempleados, subempleados, pobres, “fracasados y locos“: ese “ejército de amarguras“. Este es, pues, “mi” marginal y subterráneo “lugar de enunciación”, incluso dentro del mismo proletariado y sus izquierdas y ultraizquierdas. Por eso es que, entre otras razones, hace tres años creé este blog antipsiquiátrico y anticapitalista, en general; y por eso es que hoy día publico este texto de CrimethInc (“crimen mental”, en español) sobre el fracaso, en particular.

Texto que encontré de casualidad en un blog anarquista y que capturó mi atención, ya que acabo de tener un nuevo fracaso personal hace unos días, justo en estos momentos de crisis, precariedad, pandemia, cuarentena, encierro y “nueva normalidad”. (Seguramente no soy el único tampoco.) Razón por la cual, este texto me cayó bien como si fuese un bálsamo para cicatrizar mi nueva herida (la verdad duele pero libera) y para seguir desarrollando mi resistencia y mi resiliencia antisistémica, sobre todo cuando dice que uno de los mayores secretos de esta civilización es que es una “civilización de perdedores”; que esta “sociedad obsesionada con el éxito” y la competencia tiene mucho que aprender de los “fracasados”; que ellos son los que mejor pueden enfrentar las catástrofes –incluida la catástrofe que será la revolución en esta época–, porque ya no tienen nada que perder sino, en cambio, un mundo que ganar; que hay dejar de pensar, actuar y evaluarnos según los parámetros impuestos por este sistema; y, que hay que perder el miedo –el miedo al “fracaso” y a la “locura”– o tener la valentía de reapropiarnos de nuestras vidas y cambiarlas por completo, destruyendo este mundo del Capital que nos ha destruido como seres humanos. Aunque, no estoy de acuerdo con cierto sesgo anarco-individualista e idealista que desliza en algunas de sus líneas.

Lo comparto entonces porque, más allá de lo personal y lo testimonial, talvez les pueda servir a otros proletarios “fracasados y locos” para que también sigan desarrollando su resistencia y su resiliencia en contra y más allá de esta sociedad, sus defensores y sus falsos críticos. (Esto es de un nadie para otros nadies, porque todo es de todos.) ¿Hasta cuándo? Hasta cuando nuestra clase social de “condenados de la Tierra” y “perdedores hermosos”* tome venganza histórica contra el capitalismo, lo sepulte y sobre sus ruinas funde –con mucha alegría, sabiduría, amor, solidaridad, libertad e imaginación– una comunidad humana real no sólo sin explotadores ni explotados, sino sin jueces, policías ni carceleros de ningún tipo y, claro está, sin “locos” ni “fracasados”. Porque no es un orgullo serlo, sino una condena social que precisamos suprimir ya.

Como hermosa y potentemente escribieron unos compañeros del cono sur en su boletín Ruptura N° O de otoño del 2008: «El partido de la revolución social toma su energía de todo lo que hay por fuera de esa presuntuosa “normalidad”. Es su contrario absoluto: busca instaurar un mundo donde la normalidad sea imposible, donde no haya orden moral alguno al cual adaptarse. Es el partido de los que no han ganado nada en esta sociedad, que lo saben, y que al saberlo no abrigan ninguna ilusión de ser superiores ni a su época, ni a su pasado, ni a ninguno de los que comparten su infortunio. Es el partido de los hombres amorales, los que jamás pretenderían que sus gustos y preferencias se impongan a todos por igual. Es por lo tanto el partido de todo lo que esta sociedad considera inferior, bajo, torpe, inútil, feo y sin gracia; el que reúne a los fracasados en la competencia capitalista, ya sea porque fueron expulsados de ella o porque jamás quisieron entrar, y que han terminado pagando el precio: marginados de todo lo que esta sociedad ofrece como deseable, despojados de sus lazos sociales y por ende de su propia personalidad humana, es natural que a menudo carezcan de pretensiones revolucionarias, que desconozcan el lado subversivo de su miseria, que ignoren los alcances universales de su odio por el mundo. Es natural que no sepan todavía que forman un partido: el partido que destruirá todo lo que les ha impedido vivir; y es lógico además que casi no puedan experimentar otra alegría que la insinuada por esta lucha. Este es el partido que le devolverá a la humanidad desposeída su auténtica comunidad: la posesión directa de su propia vida colectiva y de todos los medios materiales de su realización. La revolución proletaria, el comunismo, será obra de este ejército de amarguras, finalmente redimido por la violencia, o no será obra de nadie.»

“FRACASADOS” Y “ANORMALES” DE TODOS LOS PAÍSES: ¡UNÍOS!
¡POLITICEMOS NUESTRO MALESTAR!
¡RECUPEREMOS NUESTRAS VIDAS 
DESTRUYENDO ESTE MUNDO QUE NOS HA DESTRUIDO!


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LO SIENTO, NO ERES UN GANADOR
CrimethInc

El fracaso es un gran desastre en una escala individual. Sufrido conscientemente, nos puede permitir aprender a diferenciar lo que es realmente importante para nosotros y lo que no lo es. Puede generar en nosotros una reflexión capaz de hacernos continuar o cambiar de estrategias y rumbos, nuevos rumbos que necesitamos con urgencia. Una sociedad obsesionada con el éxito como la nuestra, tiene mucho que aprender de los denominados perdedores.

Un fracaso real, trágico y devastador, es una prueba que has llegado más allá de ti mismo, que estas empujando tus límites y los límites del mundo. Aquí estamos hablando de fracasar bajo la experiencia de darlo todo, alguien que no se las juega al máximo no puede saber lo que es una victoria o una derrota. En todo caso esto puede ser relativo, cuando una persona no está evaluando sus propias acciones según algún patrón de éxito son los demás los que juzgan según sus estándares.

Si quieres utilizarte como un objeto y someterte a una prueba, intenta fracasar en algo. Luchar para ser exitoso puede ser cansador, pero ser un fracasado a propósito puede demandar mucha más energía. Intenta una tarea imposible, algo que todos piensen que es estúpido y sin sentido –te sorprenderá lo difícil que es exiliarse del mundo, y que nadie pueda darle sentido a lo que estás haciendo. Estar dispuesto a fallar sin miedo antes que otros es una de las habilidades más necesarias y difíciles de aprender, y saber fracasar frente a nosotros mismos sin sentir vergüenza es aún más difícil.

Estar dispuesto y listo para fracasar es un prerrequisito necesario para poder hacer algo genial, importante. Orgullo, conciencia de uno mismo, inseguridad, cobardía, son las cualidades que nos piden tener sólo logros y logros uno tras uno; y son las mismas cualidades que nos impiden tener absoluta libertad a la hora de actuar y emprender algo que pueda alcanzar una meta digna. Los artistas por ejemplo, deben estar preparados para abandonar todo lo que han aprendido y empezar a fallar de nuevo, y repetir este proceso una y otra vez, si se quiere evitar el estancamiento. El miedo al fracaso no te permite lograr nada, ni siquiera te permite fracasar.

En todo caso, ser tan exitoso te hace débil al fin y al cabo. El éxito no te permite saber cuánto eres capaz de resistir, como te desenvuelves en un estado de desastre, o que es lo que realmente te motiva en primer lugar. El fracaso para aquel que se sabe a sí mismo como un ganador, es lo peor que le puede pasar. Pero una persona ya con experiencia en cosas desafortunadas, decepcionantes, es menos probable que le tenga tanto miedo a fallar, si esa persona aún no se ha dado por vencida, se hace más fuerte. Fracasa una vez, y sentirás que es el fin del mundo, sobrevive al final del mundo un par de veces, y aprenderás que tú eres más resistente que esas realidades destruidas.

Algunos pasan años, vidas enteras, generaciones completas en el fracaso y la decepción. Saben exactamente cuánta pobreza y humillaciones pueden soportar, tienen mucha práctica. No son fácilmente intimidables; no tienen nada que perder. Continúan con una paciencia que es inconcebible para una celebridad, o un atleta. Y así como el vagabundo que saluda al amanecer,  con su voluntad de seguir viviendo intacta luego de caminar toda una noche buscando maneras de evitar morir de frío, nuestros fracasos nos pueden enseñar mucho mejor que cualquier cátedra, que tomar riesgos es necesario para trabajar en algo que pueda llegar a ser milagroso.

En este mundo al revés, en donde la estrechez se cubre con una máscara de felicidad y verdad, la falsedad se esconde detrás del Éxito, con E mayúscula. Es importante saber que hay peleas que no vale la pena pelear, a las que no hay que darles ni tiempo ni esfuerzo, algunas de estas victorias son más humillantes que cualquier derrota, y algunas decepciones son triunfos disfrazados. Como cuando te ascienden y te dan más trabajo, y pierdes el tiempo que tenías para estar con tus seres queridos, quizás hubiese mejor haber seguido igual que antes, después de todo.

Las resoluciones adversas tienen algo que ofrecer, incluso cuando es experimentado por alguien que desea el supuesto éxito, puede ser un estado inicial a una transformación, una especie de instancia de reflexión. Al revisar lo sucedido luego de sufrir una derrota, con calma, podemos ver realmente si nos sentimos victoriosos o un fracasados, leer lo sucedido con nuevos valores, valores propios que se ajusten a lo que realmente queremos, a lo que realmente somos. Cuando pasa esto, podemos redefinir lo que es una victoria y lo que es un fracaso por nosotros mismos, entonces ya no estaremos ocupados intentando ser exitosos según parámetros ajenos. Dejamos de tener las manos atadas.

Fracasar te da empatía, de cierta manera es imposible comprender a un grupo de personas que pierde una y otra vez las mismas batallas, si tú no te has derrumbado antes. Nuestra civilización es una civilización de perdedores, los estándares que han diseñado para nosotros son imposibles de alcanzar, nunca seremos ni tan bellos ni tan perfectos, como  supuestamente deberíamos ser. Este es un secreto digno de ser compartido, es el secreto de nuestra sociedad, ninguno, pero ninguno de nosotros, es un ganador. Mientras más nos esforzamos para cumplir con estos estándares, más rápido se alejan de nosotros. Es por esto que las modelos son más inseguras con sus cuerpos de lo que somos nosotros con nuestros cuerpos, o que los millonarios acostumbren a leer libros sobre cómo seguir invirtiendo. Si en todo caso fuéramos tan exitosos y felices, ¿a qué se deben las alzas de descontento? Incluso Madonna, que vendría a estar en la punta de la pirámide social de las celebridades, tiene algo en común con nosotros, ella no es realmente Madonna, no es la caricatura de 2 dimensiones súper excitante que vemos a través de los medios. Al final del día, las líneas de su cara desaparecen y aparece la duda, ella también se acuesta a ver televisión y debe sentir como su corazón cae al ver a esta diosa a través de este paraíso digital. De hecho, ella es peor que el resto de nosotros, y no solo porque ella en realidad no es Madonna, sino porque ella no es nada más aparte de eso – Acéptalo, nunca vas a parecerte a las modelos de las revistas, sin importar cuanto crema para piel o para la celulitis te pongas. Aparte es absurdo, es imposible verse a sí mismo sin un grupo de profesionales detrás de cámara. Cuando te des cuenta de este fracaso, estarás libre para poder convertir en una persona que busca otras cosas, en algo más.

Ni siquiera es un tema de recursos, el fracaso es evaluarse bajo los parámetros distantes y atroces bajo los cuales nos evalúan.

Hoy, el valor de competir es muy importante, no hacerlo te convierte en un fracasado. Alguien que no está dirigiendo su vida bajo los parámetros más ambiciosos, deja de ser deseable, toda búsqueda no económica, se asocia con ingenuidad e inocencia. Apenas aparezca un grupo de autoproclamados fracasados, buscando la felicidad, haciendo una catástrofe disfrutable de sus vidas, la fiesta se animará.

El orgullo siempre nos va a mantener en situaciones de no victoria, insistiendo que somos felices y que todo va acorde a lo planeado, luchando para que nuestros planes funcionen de alguna manera. Esto ni siquiera es una tragedia, es sólo estupidez. Somos lo suficientemente buenos para merecer ser felices, por una vez, independiente de si eso lo llamarán ganar o perder. Suficiente de ser exitosos fracasados, busca de una vez por toda el éxito en nuestros fracasos.

Los perfectos, los bellos, los correctos, los justos, los nobles, los que nunca lloran en público, los que no hacen nada en privado que los pueda avergonzar, los normales, los sanos, los que siempre tienen planes a futuro, los contentos, los felices, los que trabajan duro y obtienen los beneficios, que se cepillan y enjuagan después de cada comida, los que están bien ajustados, los populares, los que nunca se desaniman, los niños chicos que si crecen para ser presidentes, los suertudos, los que tienen una piel perfecta y dientes perfectos y cuerpos perfectos, los que tienen lo que quieren y quieren lo que tienen, ellos, ellos no existen, y los que posan como si fueran ellos están más cagados que tú.

Yo creo que fracasamos porque somos incapaces de imaginarnos ganando. Asumir una derrota antes de dar una buena pelea, sumergirse en el llanto estilizado de la nostalgia, es exactamente lo opuesto a darlo todo y perder, es una farsa no una tragedia.

Y todos los grupos que dicen que quieren cambios radicales pero que detienen al primero que intenta hacerlos, creo que es porque no quieren ganar, porque ellos se dedican a ser unos fracasados, no se atreven a tomar el riesgo, para ellos nunca es el tiempo correcto para actuar. Sus manos se mantienen limpias.

Las personas, si realmente lo intentan, pueden lograr hacer realidad sus sueños, incluso los que parecen ser imposibles. Pero también puede pasar que nunca los logren. Y no hay nada que nos aterrorice más, que ser esa persona, la que se hace responsable, la que lo intenta y falla, la que a pesar de dedicarle todo su esfuerzo y tiempo a un proyecto no es capaz de conseguirlo.

Pero, si la realización de un sueño es imposible, estamos libres de esta terrible responsabilidad: muchas personas encuentran una salida fácil al pensar que todo lo que quieren es imposible de conseguir, ahorrándose el terror de lidiar con la idea de que si es posible.

Y una vez que alguien decide que lo que quiere es imposible, comienza a dirigir su vida bajo esta premisa, que necesita desesperadamente que sea verdad, de lo contrario, sería un tonto que han decidido desperdiciar su vida, para dedicarse a lograr las metas de otros, para tener una vida en si más segura e insignificante. Y cuando surjan sospechas de que quizás lo que realmente le gustaría hacer su vida no es tan imposible (pero si muy difícil), es muy probable que a nivel inconsciente intente convencerse de que si lo es, y que también haga cosas que hagan que esta idea de lo imposible sea realidad. Imagínate eso, 6 billones de personas, sociedades enteras trabajando como empleados haciendo que sus sueños estén cada vez más lejos de su alcance. ¡Eso sí que requiere trabajo!  Y es probable que los sueños de la mayoría tampoco sean tan difíciles o complejos si se buscaran en conjunto.

Falla en las tareas en las que más te da miedo fallar, sin tenerle miedo al futuro. Experiencias como éstas nos definen y fortalecen. A las finales, liberarse no es un asunto de fracasos o éxitos, si no de ser capaces de darnos cuenta de lo limitada que es nuestra forma binaria de pensar. Se nos evalúa tanto desde niños que adoptamos esta manera de ver la realidad, y siempre estamos evaluando, a nosotros y a todo lo que nos rodea.

¿No sería dejar de evaluar un triunfo más dulce que cualquier victoria?

[Tomado de Filosofía Antiautoritaria (febrero 2018)]

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Relacionado: Fantasías. Sobre una “teoría” del éxito-fracaso – Grupo Anarco Comunista (México D.F., 2011)

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* Perdedores Hermosos de Luca Prodan (Italia-Argentina, 1983):