viernes, 15 de mayo de 2020

Sobre el Fracaso – CrimethInc


Nota de LP (Quito, mayo 2020). Soy un “fracasado” y un “loco”. Sí: para la sociedad capitalista –cuyo “éxito” consiste en ser un buen esclavo del trabajo, el dinero y todas sus normas, valores e instituciones–, sus defensores y sus falsos críticos –incluyendo a mi ex novia, un ex amigo y compañero, y algunos familiares–, soy un “fracasado” y un “loco”. Por eso uso estas palabras entre comillas. “Fracasado”, en términos profesionales, laborales y económicos. Y “loco”, en términos psicológicos y sociales. Pero también soy un “fracasado y loco” en términos políticos, artísticos y afectivos. Y no lo digo con retorcido orgullo, sino con sufrimiento, aceptación y coraje al mismo tiempo. Definitivamente, no calzo en este mundo al revés. Estoy en este mundo, pero no soy de este mundo. Mas no he sido, no soy ni seré el único. Fuimos, somos y seremos claroscura legión.

Tampoco soy de Marte ni de “la estirpe de Saturno”. Sólo soy uno más de los miles y miles de terrícolas proletarizados, empobrecidos, violentados, ninguneados, excluidos, desesperanzados, “dañados”, “enloquecidos” y “malditos” o estigmatizados como “anormales” y como “desadaptados, parias y resentidos sociales”, que han existido, existen y existirán bajo el yugo de la Normalidad del Fetiche-Leviatán-Capital. Después de la crisis actual, por cierto, habrá muchos más “perdedores” pertenecientes al ejército de desempleados, subempleados, pobres, “fracasados y locos“: ese “ejército de amarguras“. Este es, pues, “mi” marginal y subterráneo “lugar de enunciación”, incluso dentro del mismo proletariado y sus izquierdas y ultraizquierdas. Por eso es que, entre otras razones, hace tres años creé este blog antipsiquiátrico y anticapitalista, en general; y por eso es que hoy día publico este texto de CrimethInc (“crimen mental”, en español) sobre el fracaso, en particular.

Texto que encontré de casualidad en un blog anarquista y que capturó mi atención, ya que acabo de tener un nuevo fracaso personal hace unos días, justo en estos momentos de crisis, precariedad, pandemia, cuarentena, encierro y “nueva normalidad”. (Seguramente no soy el único tampoco.) Razón por la cual, este texto me cayó bien como si fuese un bálsamo para cicatrizar mi nueva herida (la verdad duele pero libera) y para seguir desarrollando mi resistencia y mi resiliencia antisistémica, sobre todo cuando dice que uno de los mayores secretos de esta civilización es que es una “civilización de perdedores”; que esta “sociedad obsesionada con el éxito” y la competencia tiene mucho que aprender de los “fracasados”; que ellos son los que mejor pueden enfrentar las catástrofes –incluida la catástrofe que será la revolución en esta época–, porque ya no tienen nada que perder sino, en cambio, un mundo que ganar; que hay dejar de pensar, actuar y evaluarnos según los parámetros impuestos por este sistema; y, que hay que perder el miedo –el miedo al “fracaso” y a la “locura”– o tener la valentía de reapropiarnos de nuestras vidas y cambiarlas por completo, destruyendo este mundo del Capital que nos ha destruido como seres humanos. Aunque, no estoy de acuerdo con cierto sesgo anarco-individualista e idealista que desliza en algunas de sus líneas.

Lo comparto entonces porque, más allá de lo personal y lo testimonial, talvez les pueda servir a otros proletarios “fracasados y locos” para que también sigan desarrollando su resistencia y su resiliencia en contra y más allá de esta sociedad, sus defensores y sus falsos críticos. (Esto es de un nadie para otros nadies, porque todo es de todos.) ¿Hasta cuándo? Hasta cuando nuestra clase social de “condenados de la Tierra” y “perdedores hermosos”* tome venganza histórica contra el capitalismo, lo sepulte y sobre sus ruinas funde –con mucha alegría, sabiduría, amor, solidaridad, libertad e imaginación– una comunidad humana real no sólo sin explotadores ni explotados, sino sin jueces, policías ni carceleros de ningún tipo y, claro está, sin “locos” ni “fracasados”. Porque no es un orgullo serlo, sino una condena social que precisamos suprimir ya.

Como hermosa y potentemente escribieron unos compañeros del cono sur en su boletín Ruptura N° O de otoño del 2008: «El partido de la revolución social toma su energía de todo lo que hay por fuera de esa presuntuosa “normalidad”. Es su contrario absoluto: busca instaurar un mundo donde la normalidad sea imposible, donde no haya orden moral alguno al cual adaptarse. Es el partido de los que no han ganado nada en esta sociedad, que lo saben, y que al saberlo no abrigan ninguna ilusión de ser superiores ni a su época, ni a su pasado, ni a ninguno de los que comparten su infortunio. Es el partido de los hombres amorales, los que jamás pretenderían que sus gustos y preferencias se impongan a todos por igual. Es por lo tanto el partido de todo lo que esta sociedad considera inferior, bajo, torpe, inútil, feo y sin gracia; el que reúne a los fracasados en la competencia capitalista, ya sea porque fueron expulsados de ella o porque jamás quisieron entrar, y que han terminado pagando el precio: marginados de todo lo que esta sociedad ofrece como deseable, despojados de sus lazos sociales y por ende de su propia personalidad humana, es natural que a menudo carezcan de pretensiones revolucionarias, que desconozcan el lado subversivo de su miseria, que ignoren los alcances universales de su odio por el mundo. Es natural que no sepan todavía que forman un partido: el partido que destruirá todo lo que les ha impedido vivir; y es lógico además que casi no puedan experimentar otra alegría que la insinuada por esta lucha. Este es el partido que le devolverá a la humanidad desposeída su auténtica comunidad: la posesión directa de su propia vida colectiva y de todos los medios materiales de su realización. La revolución proletaria, el comunismo, será obra de este ejército de amarguras, finalmente redimido por la violencia, o no será obra de nadie.»

“FRACASADOS” Y “ANORMALES” DE TODOS LOS PAÍSES: ¡UNÍOS!
¡POLITICEMOS NUESTRO MALESTAR!
¡RECUPEREMOS NUESTRAS VIDAS 
DESTRUYENDO ESTE MUNDO QUE NOS HA DESTRUIDO!


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LO SIENTO, NO ERES UN GANADOR
CrimethInc

El fracaso es un gran desastre en una escala individual. Sufrido conscientemente, nos puede permitir aprender a diferenciar lo que es realmente importante para nosotros y lo que no lo es. Puede generar en nosotros una reflexión capaz de hacernos continuar o cambiar de estrategias y rumbos, nuevos rumbos que necesitamos con urgencia. Una sociedad obsesionada con el éxito como la nuestra, tiene mucho que aprender de los denominados perdedores.

Un fracaso real, trágico y devastador, es una prueba que has llegado más allá de ti mismo, que estas empujando tus límites y los límites del mundo. Aquí estamos hablando de fracasar bajo la experiencia de darlo todo, alguien que no se las juega al máximo no puede saber lo que es una victoria o una derrota. En todo caso esto puede ser relativo, cuando una persona no está evaluando sus propias acciones según algún patrón de éxito son los demás los que juzgan según sus estándares.

Si quieres utilizarte como un objeto y someterte a una prueba, intenta fracasar en algo. Luchar para ser exitoso puede ser cansador, pero ser un fracasado a propósito puede demandar mucha más energía. Intenta una tarea imposible, algo que todos piensen que es estúpido y sin sentido –te sorprenderá lo difícil que es exiliarse del mundo, y que nadie pueda darle sentido a lo que estás haciendo. Estar dispuesto a fallar sin miedo antes que otros es una de las habilidades más necesarias y difíciles de aprender, y saber fracasar frente a nosotros mismos sin sentir vergüenza es aún más difícil.

Estar dispuesto y listo para fracasar es un prerrequisito necesario para poder hacer algo genial, importante. Orgullo, conciencia de uno mismo, inseguridad, cobardía, son las cualidades que nos piden tener sólo logros y logros uno tras uno; y son las mismas cualidades que nos impiden tener absoluta libertad a la hora de actuar y emprender algo que pueda alcanzar una meta digna. Los artistas por ejemplo, deben estar preparados para abandonar todo lo que han aprendido y empezar a fallar de nuevo, y repetir este proceso una y otra vez, si se quiere evitar el estancamiento. El miedo al fracaso no te permite lograr nada, ni siquiera te permite fracasar.

En todo caso, ser tan exitoso te hace débil al fin y al cabo. El éxito no te permite saber cuánto eres capaz de resistir, como te desenvuelves en un estado de desastre, o que es lo que realmente te motiva en primer lugar. El fracaso para aquel que se sabe a sí mismo como un ganador, es lo peor que le puede pasar. Pero una persona ya con experiencia en cosas desafortunadas, decepcionantes, es menos probable que le tenga tanto miedo a fallar, si esa persona aún no se ha dado por vencida, se hace más fuerte. Fracasa una vez, y sentirás que es el fin del mundo, sobrevive al final del mundo un par de veces, y aprenderás que tú eres más resistente que esas realidades destruidas.

Algunos pasan años, vidas enteras, generaciones completas en el fracaso y la decepción. Saben exactamente cuánta pobreza y humillaciones pueden soportar, tienen mucha práctica. No son fácilmente intimidables; no tienen nada que perder. Continúan con una paciencia que es inconcebible para una celebridad, o un atleta. Y así como el vagabundo que saluda al amanecer,  con su voluntad de seguir viviendo intacta luego de caminar toda una noche buscando maneras de evitar morir de frío, nuestros fracasos nos pueden enseñar mucho mejor que cualquier cátedra, que tomar riesgos es necesario para trabajar en algo que pueda llegar a ser milagroso.

En este mundo al revés, en donde la estrechez se cubre con una máscara de felicidad y verdad, la falsedad se esconde detrás del Éxito, con E mayúscula. Es importante saber que hay peleas que no vale la pena pelear, a las que no hay que darles ni tiempo ni esfuerzo, algunas de estas victorias son más humillantes que cualquier derrota, y algunas decepciones son triunfos disfrazados. Como cuando te ascienden y te dan más trabajo, y pierdes el tiempo que tenías para estar con tus seres queridos, quizás hubiese mejor haber seguido igual que antes, después de todo.

Las resoluciones adversas tienen algo que ofrecer, incluso cuando es experimentado por alguien que desea el supuesto éxito, puede ser un estado inicial a una transformación, una especie de instancia de reflexión. Al revisar lo sucedido luego de sufrir una derrota, con calma, podemos ver realmente si nos sentimos victoriosos o un fracasados, leer lo sucedido con nuevos valores, valores propios que se ajusten a lo que realmente queremos, a lo que realmente somos. Cuando pasa esto, podemos redefinir lo que es una victoria y lo que es un fracaso por nosotros mismos, entonces ya no estaremos ocupados intentando ser exitosos según parámetros ajenos. Dejamos de tener las manos atadas.

Fracasar te da empatía, de cierta manera es imposible comprender a un grupo de personas que pierde una y otra vez las mismas batallas, si tú no te has derrumbado antes. Nuestra civilización es una civilización de perdedores, los estándares que han diseñado para nosotros son imposibles de alcanzar, nunca seremos ni tan bellos ni tan perfectos, como  supuestamente deberíamos ser. Este es un secreto digno de ser compartido, es el secreto de nuestra sociedad, ninguno, pero ninguno de nosotros, es un ganador. Mientras más nos esforzamos para cumplir con estos estándares, más rápido se alejan de nosotros. Es por esto que las modelos son más inseguras con sus cuerpos de lo que somos nosotros con nuestros cuerpos, o que los millonarios acostumbren a leer libros sobre cómo seguir invirtiendo. Si en todo caso fuéramos tan exitosos y felices, ¿a qué se deben las alzas de descontento? Incluso Madonna, que vendría a estar en la punta de la pirámide social de las celebridades, tiene algo en común con nosotros, ella no es realmente Madonna, no es la caricatura de 2 dimensiones súper excitante que vemos a través de los medios. Al final del día, las líneas de su cara desaparecen y aparece la duda, ella también se acuesta a ver televisión y debe sentir como su corazón cae al ver a esta diosa a través de este paraíso digital. De hecho, ella es peor que el resto de nosotros, y no solo porque ella en realidad no es Madonna, sino porque ella no es nada más aparte de eso – Acéptalo, nunca vas a parecerte a las modelos de las revistas, sin importar cuanto crema para piel o para la celulitis te pongas. Aparte es absurdo, es imposible verse a sí mismo sin un grupo de profesionales detrás de cámara. Cuando te des cuenta de este fracaso, estarás libre para poder convertir en una persona que busca otras cosas, en algo más.

Ni siquiera es un tema de recursos, el fracaso es evaluarse bajo los parámetros distantes y atroces bajo los cuales nos evalúan.

Hoy, el valor de competir es muy importante, no hacerlo te convierte en un fracasado. Alguien que no está dirigiendo su vida bajo los parámetros más ambiciosos, deja de ser deseable, toda búsqueda no económica, se asocia con ingenuidad e inocencia. Apenas aparezca un grupo de autoproclamados fracasados, buscando la felicidad, haciendo una catástrofe disfrutable de sus vidas, la fiesta se animará.

El orgullo siempre nos va a mantener en situaciones de no victoria, insistiendo que somos felices y que todo va acorde a lo planeado, luchando para que nuestros planes funcionen de alguna manera. Esto ni siquiera es una tragedia, es sólo estupidez. Somos lo suficientemente buenos para merecer ser felices, por una vez, independiente de si eso lo llamarán ganar o perder. Suficiente de ser exitosos fracasados, busca de una vez por toda el éxito en nuestros fracasos.

Los perfectos, los bellos, los correctos, los justos, los nobles, los que nunca lloran en público, los que no hacen nada en privado que los pueda avergonzar, los normales, los sanos, los que siempre tienen planes a futuro, los contentos, los felices, los que trabajan duro y obtienen los beneficios, que se cepillan y enjuagan después de cada comida, los que están bien ajustados, los populares, los que nunca se desaniman, los niños chicos que si crecen para ser presidentes, los suertudos, los que tienen una piel perfecta y dientes perfectos y cuerpos perfectos, los que tienen lo que quieren y quieren lo que tienen, ellos, ellos no existen, y los que posan como si fueran ellos están más cagados que tú.

Yo creo que fracasamos porque somos incapaces de imaginarnos ganando. Asumir una derrota antes de dar una buena pelea, sumergirse en el llanto estilizado de la nostalgia, es exactamente lo opuesto a darlo todo y perder, es una farsa no una tragedia.

Y todos los grupos que dicen que quieren cambios radicales pero que detienen al primero que intenta hacerlos, creo que es porque no quieren ganar, porque ellos se dedican a ser unos fracasados, no se atreven a tomar el riesgo, para ellos nunca es el tiempo correcto para actuar. Sus manos se mantienen limpias.

Las personas, si realmente lo intentan, pueden lograr hacer realidad sus sueños, incluso los que parecen ser imposibles. Pero también puede pasar que nunca los logren. Y no hay nada que nos aterrorice más, que ser esa persona, la que se hace responsable, la que lo intenta y falla, la que a pesar de dedicarle todo su esfuerzo y tiempo a un proyecto no es capaz de conseguirlo.

Pero, si la realización de un sueño es imposible, estamos libres de esta terrible responsabilidad: muchas personas encuentran una salida fácil al pensar que todo lo que quieren es imposible de conseguir, ahorrándose el terror de lidiar con la idea de que si es posible.

Y una vez que alguien decide que lo que quiere es imposible, comienza a dirigir su vida bajo esta premisa, que necesita desesperadamente que sea verdad, de lo contrario, sería un tonto que han decidido desperdiciar su vida, para dedicarse a lograr las metas de otros, para tener una vida en si más segura e insignificante. Y cuando surjan sospechas de que quizás lo que realmente le gustaría hacer su vida no es tan imposible (pero si muy difícil), es muy probable que a nivel inconsciente intente convencerse de que si lo es, y que también haga cosas que hagan que esta idea de lo imposible sea realidad. Imagínate eso, 6 billones de personas, sociedades enteras trabajando como empleados haciendo que sus sueños estén cada vez más lejos de su alcance. ¡Eso sí que requiere trabajo!  Y es probable que los sueños de la mayoría tampoco sean tan difíciles o complejos si se buscaran en conjunto.

Falla en las tareas en las que más te da miedo fallar, sin tenerle miedo al futuro. Experiencias como éstas nos definen y fortalecen. A las finales, liberarse no es un asunto de fracasos o éxitos, si no de ser capaces de darnos cuenta de lo limitada que es nuestra forma binaria de pensar. Se nos evalúa tanto desde niños que adoptamos esta manera de ver la realidad, y siempre estamos evaluando, a nosotros y a todo lo que nos rodea.

¿No sería dejar de evaluar un triunfo más dulce que cualquier victoria?

[Tomado de Filosofía Antiautoritaria (febrero 2018)]

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Relacionado: Fantasías. Sobre una “teoría” del éxito-fracaso – Grupo Anarco Comunista (México D.F., 2011)

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* Perdedores Hermosos de Luca Prodan (Italia-Argentina, 1983):


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