martes, 27 de noviembre de 2018

"De cómo sobreviví a la locura y la muerte para vivir y contarlo" - Primeros garabatos


Primeros Garabatos sobre “De Cómo Sobreviví a la Locura y la Muerte para Vivir y Contarlo” (el libro autobiográfico que escribiré y publicaré algún día)


“S
ólo los locos experimentan hasta las glándulas de lo absurdo y están en el plano más alto de las categorías intelectuales”, escribió Pablo Palacio con toda la razón. Pero esto puede ser, y de hecho es, un arma de doble filo. No sólo porque “no hay mayor locura que la organización actual de la vida” (Debord), es decir nada hay más “loco” que esta Sociedad que adora, se sacrifica y mata por un Fetiche llamado Mercancía y Dinero, todos los días y en todas partes, pero que no conforme con ello se ha inventado la “Locura” como un falso diagnóstico-etiqueta-estigma contra las personas que no nos adaptamos, nos diferenciamos, nos salimos y/o transgredimos su Norma; en otras palabras, no sólo porque la “Locura” en realidad es una “Mentira con Apariencia de Verdad” para el consumo y la reproducción de masas fantoches o rebaños humanoides, Gran Mentira Psicológica propia y exclusiva de esta Sociedad Radicalmente Enajenada y cada vez más Enferma, perturbada, psiquiatrizada, ignorante, hipócrita, violenta y asesina (por ello ¡hoy más que nunca debemos jalar el freno de emergencia de esta Loco-motora de Muerte llamada Progreso del Capital, oh Ángel de la Historia!). No sólo tampoco porque aquello del “genio loco e incomprendido” es excepcional, relativo y falto de humildad y hasta de objetividad (pensar, por ejemplo, que Borges dijo que un genio es aquel que desperdicia la inteligencia, ¡ja!). Y no sólo porque eso de la “identidad loca” y del “orgullo loco” no es más que otro rol ideológico, insano, derrotista, posmoderno y autocomplaciente dentro de esta Sociedad del Espectáculo, de esta Matrix inhumana y antropófaga.

Es un arma de doble filo principalmente porque, al menos en mi caso, tanta investigación, profundización, conocimiento, reflexión y consciencia tanto racional como irracional sobre la Terrorífica Verdad de este Mundo, de la Humanidad (en la cual ¡todo ha sido un Gran Error desde el momento en que se disolvió la Comunidad Primitiva!) y de la Vida de Uno Mismo (¡otra “película” real de terror que ha durado décadas, debido a las pérdidas, traumas y desamores recibidos, y en consecuencia debido también a los errores, daños y traumas cometidos!), te deprime y te puede conducir literalmente hasta la Muerte a mano propia (sí, el acechante Fantasma del Suicidio), previo Aislamiento de Todo y de Todos (trabajo, consumo, estudio, actividad artística y cultural, militancia política, contacto con la naturaleza, amigos, familia, pareja, hijas, todo) a causa de un Ego resentido, inflado, fragmentado (como un espejo roto), desequilibrado, agresivo, autoengañado y autodestructivo. La Verdad ante todo, aunque duela.

Porque, en un mundo dominado por la mentira sistemática y generalizada, la verdad es revolucionaria o liberadora; y “cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar” (Lacan). Porque, después de haber estado como “dormido”, ciego o inconsciente casi toda mi vida, “El Despertar de la Consciencia” propia ha sido como un Parto; y todo parto es doloroso, con la diferencia que este tipo de “parto” no dura unos minutos o unas horas, sino algunos años (siquiera los últimos tres años de mi vida). Porque el Dolor y la Soledad –al igual que el Placer y la Compañía– son necesarios en sus respectivas Dosis, pero en exceso se vuelven enfermizos y perjudiciales; pésimos consejeros, jinetes sin cabeza, barcos sin timón. Y porque el Ego o el “Yo” Capitalista es el principal Enemigo de la Persona y más aún del Ser; nos confunde, desorienta, enferma, bloquea, anula; nos coloca en una especie de cuarentena individual y colectiva: la Depresión (que es la principal “Enfermedad del Vacío” y “pandemia psico-social” hoy en día); nos enemista, aísla y ausenta de nosotros mismos y de los otros: ¡oh La Tumba de la Ausencia, la Espeluznante Ausencia!; nos hace ajenos a nosotros mismos como seres humanos, es decir nos enajena. Conozco muchos “casos” históricos y actuales, lejanos y cercanos de aquello; pero toda lista es incompleta y por respeto no menciono nombres… cada “genio loco e incomprendido” todavía con vida sabrá qué hacer con su problema, es decir con su ego resentido, inflado, fragmentado, desequilibrado, agresivo, autoengañado y autodestructivo… o no. Por mi parte, ya separé aguas de todo(s) ello(s), “quemé mis naves” y tomé otro rumbo.

“Experimentar hasta las glándulas de lo absurdo y estar en el plano más alto de las categorías intelectuales” es necesario pero no es suficiente. El conocimiento y la lucidez son necesarios pero no son suficientes. El ser humano precisa desarrollar una Consciencia Integral, Verdadera, Ecuánime y Sana. Igual de –o incluso más– importante que la inteligencia racional o intelectual, es la Inteligencia Emocional y Afectiva (de la cual he carecido y recién la estoy desarrollando); así como también la inteligencia intrapersonal, interpersonal, corporal, naturalista, cósmica… la Sabiduría. Sócrates tenía razón: “Conócete a Tí mismo y Conocerás a los Dioses y al Universo”. Y, por supuesto, en el proceso del autoconocimiento profundo también conocerás a los Demonios y al Infierno, al Vacío y a la Nada, al Absurdo y a la Desesperación que te llevan al Suicidio o al menos te hacen pensar en él, así como también a tener que seguir un tratamiento psiquiátrico (psicofármacos incluidos, obviamente) e incluso estar a punto de internarte en un hospital psiquiátrico para no matarte… en fin, también conocerás todos aquellos Pantanos de la Muerte en Vida para saber atravesarlos y dejarlos atrás. De allí que Jaspers también tenía razón: sólo cuando el ser humano se encuentra Al Borde de la Muerte, toma Consciencia de la Vida; sólo en tal “situación límite” la valora, la ama, la vive de nuevo, realmente. Entonces, hay que saber descender a los propios Abismos pero no quedarse “rumiando” allí, sino “salir del hueco” y “conquistar las más altas cumbres” (¡oh Pegaso en llamas!). Hay que saber cruzar el Portal desde la propia Oscuridad hacia la propia Luz, que también es la de los demás, con una Linterna como la de Diógenes. Y deshacerse de la Ansiedad y la Angustia a cuestas o, al menos, poder controlarlas y transformarlas en su contrario: Paz Interior y Estabilidad Emocional. En otras palabras, hay que saber recordar y re-sentir lo vivido desde lo Inconsciente y lo Subconsciente hacia lo Consciente, tanto genealógicamente como proyectualmente, pero no bajo una lógica confesional y de “retorno al Padre” (gracias pero adiós, Freud), sino para poder Comprehender, Perdonar (empezando por perdonarse a uno mismo), Soltar, Cortar, Sanar, Cambiar, Madurar y Avanzar.

Por lo tanto, para las personas que hemos experimentado “emergencias espirituales” en “La Tormentosa Búsqueda del Ser” (Grof), Sobrevivir a la “Locura” y a la Muerte, Regresar de Ellas es sólo Una Fase de Todo el Proceso de “Evolución de la Consciencia” (Wilber); mejor dicho, de todo el complejo y sinuoso proceso de Reconstrucción/Transformación de la Persona, que en realidad se origina y va más allá de lo personal, ya que al fin y al cabo no somos más –ni menos– que partículas activas de organismos, seres, relaciones, conexiones, movimientos, flujos, constelaciones materiales o inmanentes pero superiores a nosotros en tanto que simples “individuos”. Esto es: Autoconsciencia y “Resiliencia” a un nivel “transpersonal”, familiar, social, histórico (la Especie Humana) e inclusive ecológico (Agua y Tierra; Yaku Mama y Pacha Mama) y cósmico (Polvo de Estrellas). Espiral de Éter y Fuego que atraviesa y desborda el Aleph. Caos Creador que deviene Flor de Loto (¡oh sapientísimo Buda!). Equilibrio Dinámico que va y viene desde lo microscópico hasta lo infinito y viceversa. Muerte y Resurrección Simbólica que se hace Cuerpo y se hace Verbo cargado de Energía y de Vida. Asumir la Propia Enfermedad, la propia “Locura”, para Transformarla Dialéctica y Realmente, es decir para Auto-Curarse Radicalmente de manera individual y colectiva: ¡oh Metanoia! (Jung, Laing, SPK)

Así pues, hay que saber no “perderse en los bosques de la locura”, como dijo Guy Debord, ni tampoco extraviarse en otros hábitos y sustancias nocivas para la Salud Integral (más claro: los vicios y las adicciones en las que caí alguna vez no sólo por curiosidad y placer, sino dizque para aliviar dolores, llenar vacíos y experimentar otros estados de percepción y de consciencia, pero que en realidad nada tienen que ver con las Plantas de Sabiduría y Poder ni con la Sexualidad Libre y Sana); saber no morir en la lucha y menos en el anhelo por “una vida que aún no se inventa”, como dice Raoul Vaneigem (¡loor a todos mis hermanos de clase que han caído en este largo y duro combate por la revolución universal!); y saber “bajar de las montañas a la plaza” a tiempo, como lo hizo Zaratustra a la edad del Anti-Cristo (personaje-símbolo que nada tiene que ver con esa otra religión llamada satanismo, igual de repudiable que todas las religiones, sino con la crítica, destrucción y superación de esa enfermedad de la humanidad llamada cristianismo, religión oficial a su vez de esta enfermedad mayor llamada capitalismo). Saber retomar el esfuerzo de Sísifo Proletario consciente y harto de serlo, sin renunciar jamás a la hazaña de Prometeo en estos tiempos y estos lares, hasta Dejar de Serlo en el Uno y en el Otro: ¡oh Reconstitución de la Persona y la Comunidad Humana Perdidas! Autoabolición/Autosuperación Humana Positiva y Efectiva. He ahí el Camino a seguir que, al menos para mí, recién empieza. Porque todavía me falta mucho por aprender y, sobre todo, por hacer para cambiar y así alcanzar el Bienestar.

Todo esto –que quede claro y como constancia escrita– lo concibo y lo expreso por fuera, en contra y más allá de toda visión idealista, religiosa (espiritualidad no significa lo mismo que religiosidad), mística, ecléctica y “new age”; así como también por fuera, en contra y más allá de toda visión pseudomaterialista y pseudodialéctica, vulgar y cientificista, visión de manual soviético y partido-iglesia pseudocomunista que es igual de metafísica, ideológica y dogmática que la religión, además de castrada y castrante de la vastedad y la integralidad de la vida. (Y pensaría que también Más Allá de la Anti-Psiquiatría y el “Esquizo-Análisis”, que tanto me han ayudado hasta el momento.) Todo esto lo concibo y lo expreso, entonces, no “de memoria” o a partir del conocimiento de lo que dicen los –todavía pocos– libros que he leído, sino a partir de mi propia vivencia autoconsciente como parte de la humanidad proletarizada y sufriente, y desde una perspectiva materialista orgánica, dialéctica, histórica y universal de Revolución Integral: psicológica, social, ecológica y cósmica. Porque la revolución no sólo es la abolición radical y total de la propiedad privada, el Valor, el trabajo asalariado, las clases sociales, el Estado, el mercado, las patrias, las guerras, los desastres ambientales, la miseria, las cárceles, los manicomios, el racismo, el patriarcado y toda otra forma de opresión y depredación entre seres humanos y sobre la naturaleza; la Revolución es la transformación más profunda, completa, saludable y hermosa del Ser y la Vida. Porque no sólo se trata de hacer sino de Ser La Revolución (Camatte, Dauvé). Revolución Universal por una Comunidad Humana-Natural Universal.

Y si la Poesía es la forma más sublime del conocimiento humano y será hecha por Todos o no será, entonces llegar a ser algún día un “poeta vidente” y un “poeta mago” (¡oh Rimbaud, oh Dávila Andrade!), para mí será sólo un fruto del Camino-Árbol de la Sabiduría gracias al Claroscuro Abono de “Las Batallas del Silencio”. De modo que estas Palabras no son más que un Racimo de Garabatos que escribo sobre la Hoja en Blanco de un Proceso Humano que recién está Gateando y Balbuceando en El Lago de la Noche Sideral que de Nuevas Auroras ha sido Fecundada con Amor. Ha llegado, pues, la Hora de Aterrizar y Caminar con Nuevos Ojos y Nuevos Pasos hacia ese Nuevo Horizonte.


Pantera
Kitu-Mitad del Mundo, Noviembre 2018



miércoles, 14 de noviembre de 2018

La psiquiatrización de la vida cotidiana

Nota de LP: Sólo comentar que no comparto algunos términos que se usan en el siguiente artículo tales como "gestión" y "derechos humanos", ni mucho menos expresiones tales como "abogando por una mejor y completa formación del personal terapéutico y sanitario con el fin de que dispongan de conocimientos para tratar a las personas en estas circunstancias y sentirse más seguras en el desarrollo de su labor" y "lo que se pide es prevenir para no llegar a ese punto de no retorno y mirar a otras realidades donde se ha demostrado, de manera práctica, que es posible atender a personas con sufrimiento psíquico sin atarlas"; porque, desde una perspectiva antipsiquiátrica/anticapitalista como la de este blog, de lo que se trata no es de gestionar de otra manera, reformar, mejorar o "humanizar" las prácticas en las cárceles psiquiátricas (una utopía reaccionaria de por sí), sino de realizar su crítica radical teórica y práctica, su abolición y superación históricas. Sin embargo, lo esencial y principal del artículo es su clara crítica al capitalismo y su "normalidad" como la causa real del malestar psicológico generalizado, así como también su acertada crítica a la ignorancia, hipocresía y sobre todo la violencia que implica aceptar y reproducir la psiquiatrización social, es decir el diagnóstico-etiqueta-estigma de "anormales", "enfermos mentales" o "locos", quienes son marginados, drogados ("medicados"), internados, controlados, violentados y hasta matados. Es por ello que no necesitamos otra psiquiatría o una psiquiatría "más humana"; lo que necesitamos como seres humanos es una revolución social, una transformación radical de todas nuestras vidas en todos sus aspectos. Oponer a la psiquiatrización de la vida cotidiana, la lucha por la revolución de la vida cotidiana.

[Tomado del blog Algrano - Sembrando la duda. Las negritas son nuestras.] 

La deconstrucción del concepto de enfermedad mental

Cuando hablamos de erradicar el concepto de “salud mental” o su opuesto, “enfermedad mental” nos referimos a eliminar por completo todas las normas sociales de comportamiento que rigen a día de hoy el mundo en el que vivimos, especialmente en las grandes ciudades donde los ritmos y estándares son aún más exigentes con las personas y cada vez menos respetuosos con los propios ritmos vitales de cada uno. Se trata de dejar de referirnos a las afecciones psicológicas y a las personas que las sufren como “enfermos” (en el mejor de los casos) o como “locos” en el peor (y por desgracia, en la mayoría de las ocasiones). No caer en estas calificaciones, pasa por no utilizar una vara de medir que está socialmente arraigada en nuestros ambientes y en la sociedad en la que nos hemos criado y educado, esa norma social que dice lo que es “normal” y lo que se pasa de esa normalidad, ya sea por exceso o por defecto. Esto pretende crear una línea de actuación y comportamiento concretos comunes a todas las personas sin respetar ni contemplar los ritmos de cada uno, las distintas realidades sociales y la gestión personalizada de cada uno de los problemas que se plantean.

Esto, genera grandes problemas a muchas personas que a día de hoy sufren de alguna u otra forma cualquier tipo de problema que afecta a su estado de ánimo o a su “estado mental”. Aparte, todas estas construcciones sociales que dicen cómo tenemos que comportarnos y qué etiqueta se nos asigna cuando no lo hacemos de determinada forma, despolitiza y deja por completo de lado el hecho de que el sufrimiento psicológico es consecuencia directa de la gestión del capitalismo tan salvaje y del Estado sobre nuestras vidas: trabajo asalariado, ciudades inhabitables, contaminación de todo tipo, precariedad, marginación, drogas y adicciones varias, estrés continuado, infinidad de estímulos y obligaciones con las que debemos de cumplir todos los días, etc. Si no llegamos a cumplir todas estas metas de una manera eficaz, rápida y ordenada, se nos asigna un diagnóstico, una etiqueta, un estigma que nos recuerda que no estamos amoldándonos correctamente a todas las exigencias que a día de hoy se nos imponen.

El negocio de los diagnósticos

Seguro que nos resultan bastante familiares diagnósticos asignados a personas que conocemos o a nosotros mismos referidos como estados de ansiedad, depresión, nerviosismo, estrés, insomnio, trastorno [límite] de la personalidad, trastorno obsesivo compulsivo, hiperactividad y déficit de atención (estos dos últimos en los últimos años se han diagnosticado como churros a muchos niños), etc. Por no hablar de los “menos cotidianos” como son la esquizofrenia, la paranoia, psicosis, bipolaridad, etc. Estos diagnósticos crean etiquetas y estigmas en las personas que los padecen, haciéndoles a un lado del resto de personas “normales” y “mentalmente equilibradas”,  generando la marginación de aquellos que los sufren haciéndoles sentir incapaces de adaptarse a una normalidad impuesta, mayoritaria y aparentemente consensuada. A pesar de las apariencias, la realidad es bien distinta y existen muchas más personas con ciertas afecciones emocionales a día de hoy que no se atreven a decirlo, o que, atreviéndose, siguen siendo considerados como inadaptadas, desviadas, locas e incapaces de hacerse cargo de sus emociones y problemas vitales.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés) contiene la clasificación de las enfermedades mentales según la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y se usa en todo el mundo para decidir quién padece una enfermedad mental y quién no. Según el DSM 5 (el que se aplica actualmente), el 81% de la población de entre 11 a 21 podría ser diagnosticada con una enfermedad mental. Con el nuevo DSM, tan sólo dos semanas después de que alguien pierda a un ser querido, un médico puede diagnosticar depresión clínica. 

Se inventan nuevas “dolencias”, las llamadas "nuevas enfermedades" como “trastorno bipolar”, que no es más que altibajos en el comportamiento; el “trastorno de déficit de atención” en niños en los que se “diagnostica” como enfermedad el normal comportamiento de los niños, trastorno “afectivo estacional”, simplemente la tristeza del invierno, o trastornos absurdos como el “Transitorio de ansiedad social” que es calificado como ¡¡alergia a la gente!!

Solamente en relación con la depresión (una de las más de 10 enfermedades o trastornos mentales “diagnosticados”) se definen 125 tipos de medicamentos. Se declara que el 5% de las Incapacidades Temporales en el mundo son atribuidas a síntomas relacionados con la depresión. En España afecta (según los diagnósticos oficiales) al 10% de la población, es decir, 4 millones de españoles son estigmatizados de esa manera. Supone un coste de 745 millones de euros los tratamientos “necesarios” y en los últimos años esta cifra oficial ha ido incrementándose en más de un 5%.

Ante estas situaciones, las cuales nos encaminan a ser personas extremadamente obedientes incluso cuando hablamos de nuestro bienestar mental, el Estado y el entramado de “salud mental” que le rodea, está encaminado a aislar y, simplemente, poner parches.

Las terapias y análisis del sistema de salud público de los psicólogos y terapeutas, no van a la raíz del problema, no analizan el origen del malestar y no pretenden en ningún momento cambiar la realidad, si no crear dinámicas de resignación donde la persona afectada pueda hacer su sufrimiento más llevadero, más adaptado y con cuanta menos lógica se le aplique, mejor. Las intervenciones psiquiátricas vienen, en teoría, a complementar dichas terapias con medicación “en los casos que sea necesario”, aunque la realidad es que se recetan todo tipo de drogas psiquiátricas sin nada de miramientos en muchas ocasiones en las que no son necesarias: ansiolíticos, relajantes, pastillas para dormir, antidepresivos, antiepilépticos, etc. Los medicamentos recetados a la ligera (o ingeridos por obligación como en muchos casos ocurre) proporcionan un bienestar momentáneo y evitan la gestión del conflicto, creando además una gran adicción (por no mencionar los importantes efectos secundarios) y no dotando de ninguna herramienta a la persona que los utiliza. Esto sólo crea seres dependientes de las pastillas que siguen teniendo los mismos problemas que cuando empezaron y que son capaces de tener momentos de calma y bienestar proporcionados por los efectos de las drogas, pero nada más.

Esta violencia con la que el Estado y la medicina tradicional (de la mano de la industria farmacéutica, una de las principales interesadas en que todo esto siga tal y como está), deja terribles secuelas a muchas personas. Se castiga el sufrimiento, se margina a la persona, se droga y evita el problema, no se va al origen del mismo y además, se etiqueta (en ocasiones, de por vida) con un diagnóstico clínico establecido según criterios dirigidos a catalogar a las personas y a hacerles culpables de todas las circunstancias que le sobrevienen en la vida sin parar a mirar cuál es el origen de las mismas, especialmente desviando la atención sobre la enorme responsabilidad que tiene sobre nuestros estados mentales aquellos que nos gobiernan y toman decisiones sobre nuestras vidas que nos perjudican. Además, todo esto resulta más duro cuando se aplica a niños, los cuales son totalmente dependientes de los adultos, no se les permite tener capacidad propia de decidir y simplemente son guiados por los “tutores” y “especialistas”

A propósito de la violencia de las instituciones: las contenciones mecánicas

La contención mecánica es una práctica que se utiliza en las plantas de psiquiatría actualmente. Sí: las correas, las hebillas, la camilla naufragando en una habitación aislada no son cosas del pasado. A día de hoy en el estado español, se ata a personas que entran con o en contra su voluntad en las plantas psiquiátricas.

El método consiste en poner a la persona sobre la cama, boca arriba y atarle con correas las muñecas, tobillos y tórax impidiendo cualquier movimiento durante un tiempo no estipulado y por unos motivos completamente arbitrarios. No existe un protocolo de actuación compartido por los distintos dispositivos que componen la asistencia pública en salud mental que dicte cómo, cuándo, ni por qué utilizarlo; tan solo argumentar que la persona enajenada está fuera de sus casillas, que se comportó de manera agresiva y no hay personal suficiente para calmarla, o incluso que se portó mal y debe ser castigada (algo que sucede especialmente en las plantas de atención infantojuvenil). A él, a ese ser que necesita ayuda y comprensión, que su cabeza ha comenzado a volar y se le escapa, que tiene miedo y no comprende del todo lo que está pasando, a él se le brinda la oportunidad de desconfiar de quienes le van a “ayudar”, de tenerles pánico y de odiarles.

Las consecuencias de este método tienen un devastador efecto psicológico que afecta gravemente a la relación entre “paciente” y personal sanitario, y también deja secuelas en lo más hondo de la concepción de la persona atada, sobre sí misma y su entorno. Un claro efecto sería no volver a pedir ayuda en caso de presentir que se acerca una crisis, ni tan siquiera contarla pare evitar las consecuencias.

Del mismo modo, se pueden provocar lesiones físicas, desde abrasiones en la piel, torceduras o luxaciones, atragantamientos, isquemia de extremidades y órganos; pudiendo llegar a la muerte (por lo general causada por tromboembolismo venoso, falta de oxígeno o muerte súbita). Muertes silenciadas, como es el caso del año 2017 de la muerte de una chica de 26 años en Asturias durante el proceso de contención que aún no ha sido explicada como tantas otras. En un texto elaborado por la OMS en 2017 (“Estrategias para terminar con el uso de aislamiento, contención y otras prácticas coercitivas”) se hace referencia a una investigación elaborada en Estados Unidos que estima que entre 50 y 150 personas mueren cada año en los servicios de salud mental y casas de acogida como consecuencia no sólo de las contenciones mecánicas, sino también de las contenciones químicas y el aislamiento. Es muy difícil determinar cuál es el balance de cifras en el territorio que habitamos por el hecho de desconocer si quiera en qué medida se utilizan estas herramientas, ya que las denuncias de las personas que las padecen son infravaloradas o desestimadas al ser pacientes en crisis psiquiátricas con el estigma que ello supone, o profesionales que ocultan sus datos por miedo a represalias laborales.

La campaña #0contenciones

El colectivo Locomún ha lanzado la campaña #0contenciones después de elaborar un trabajo de investigación y recopilación sobre el tema. Su objetivo es visibilizar esta problemática, darle voz y difundir que la contención mecánica es una violación de los derechos humanos de las personas atadas, ya que “atar e inmovilizar vulnera los derechos fundamentales como el de la libre circulación y el derecho a la integridad física y mental”. Se suman así a una lucha que no es nueva, y que está protagonizada por colectivos en primera persona e individualidades que llevan años señalando esta realidad. Exigen un riguroso control y registros públicos sobre su uso, especificando el cuándo, el por qué y las circunstancias acontecidas para llevarlo a cabo para así determinar qué situaciones desencadenan estas prácticas sistémicas, exigir su fin y, sobretodo, velar por los daños fruto de estas situaciones para compartirlos con una sociedad que no suele saber nada de las agresiones que tienen lugar en el ámbito de la salud mental. También tienden puentes a las y los profesionales intentando establecer lazos con quienes de verdad quieran acompañar y cuidar (y no custodiar y castigar), abogando por una mejor y completa formación del personal terapéutico y sanitario con el fin de que dispongan de conocimientos para tratar a las personas en estas circunstancias y sentirse más seguras en el desarrollo de su labor. No existe una alternativa a la violación de los derechos humanos que supone restringir la libertad de una persona y sabotear su proceso de recuperación, lo que se pide es prevenir para no llegar a ese punto de no retorno y mirar a otras realidades donde se ha demostrado, de manera práctica, que es posible atender a personas con sufrimiento psíquico sin atarlas.

El trabajo en esencia está enfocado a abrir un debate sobre lo inhumano y degradante de estas  prácticas, tanto para la persona atada como para los y las profesionales que las realizan, que se sepa lo que pasa ahí dentro para llevarlo a la calle y que la sociedad recapacite para hacer de esto algo del pasado. Abolir las ambigüedades legales que permiten el uso de estas herramientas y hacer ver que el uso de las contenciones mecánicas en este sistema respaldado por políticas e instituciones corrompidas son “un indicador vergonzoso del supuesto progreso del territorio donde vivimos”. Un trabajo para romper silencios y barreras, realizado desde un colectivo horizontal de personas con un recorrido de lucha en la salud mental, la mayoría de ellas desde el conocimiento que se adquiere con la experiencia de estar psiquiatrizada. Un detalle curioso y muy a tener en cuenta es que desde esta perspectiva decidieron dar voz a personas que contestaron al saber de la campaña, más bien por sus vivencias, al pasar por las contenciones, y sacar a la luz las palabras de aquellas que se sintieron un cero a la izquierda.

Aprendamos de todo esto

Desde hace mucho tiempo existen debates abiertos sobre el origen de la locura, aunque el que prima en las instituciones es el biologicista que le da un sentido bioquímico y estructural al fenómeno, partiendo de la premisa de que algo se estropeó dentro de la cabeza y ya no funciona bien o está rota. Es de entender que la lógica consiguiente es anular esa locura, borrarla con químicos en forma de pastillas o inyecciones y amarrarla bien cuando ni las drogas funcionen. Gracias a colectivos formados por psiquiatrizados, locos, enajenadas o como quieran ser llamados, salen a la luz otros puntos de vista adquiridos por la experiencia, la cual nos dice que los procesos de sufrimiento psíquico tienen otro sentido y otro significado, que tienen que ver con la propia biografía y el contexto de violencias que habitamos, que con trabajo se pueden superar y que más daño hacen las etiquetas que se les ponen, los diagnósticos de por vida y la medicación crónica, que los propios procesos que este sufrimiento implica. Ello proporciona una visión que conecta totalmente nuestra situación social, la precariedad de nuestras vidas, el chantaje del trabajo, el miedo a perder nuestra casa, la constante batalla por tener comida cada día en nuestro plato, la dinámica viciosa de pagar las facturas, el estrés y la ansiedad del trabajo en la mayoría de los casos con jornadas interminables y salarios de mierda, el nulo tiempo que le dedicamos a las cuestiones emocionales en nuestros entornos, etc. Y es que, desligar nuestro malestar mental a todas estas circunstancias (a la existencia de un Estado que nos dice a cada momento qué tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo y a un capitalismo voraz que nos esclaviza de por vida si no queremos morir de hambre y en la calle), sería afirmar que nos gusta ser esclavos felices y sonrientes y que no existen circunstancias nocivas de todo esto sobre nuestros cuerpos y mentes. Todo esto, son síntomas de un sistema enfermo, son gritos de desesperación, salidas y escapatorias en forma de “locura” a situaciones insostenibles e inhumanas.

El sufrimiento psíquico es, en ocasiones, difícil de explicar pero se puede intentar. Sobre todo es algo que lleva un tiempo de comprensión, de análisis y de empatía por parte de las personas que rodean a quien está sufriendo. Quizás si entendiésemos la locura, la depresión o la ansiedad, por ejemplo, así como muchos otros diagnósticos asociados únicamente a orígenes biológicos como parte de un proceso intrínseco a la falta de adaptación a una sociedad agresiva que nos enfrenta y nos aísla, podría caber en el apoyo terapéutico más empatía y más diálogo, salir del túnel siendo acompañado y respetando los tiempos y, sobre todo, no cabría el miedo a pedir ayuda, a acudir a un centro y no saber cuándo saldrás ni en qué estado lo harás. Lo cierto, además, es que los estados alterados del ánimo en las personas que somos sometidas a vivir en las condiciones en las que lo hacemos, son consecuencia lógica de una vida que posiblemente no hemos elegido vivir así. El resultado no puede ser más “natural” al mismo tiempo que desagradable por lo que se hace más que necesaria la comprensión ante cualquier episodio de ansiedad, depresión o desconexión con la realidad en estos tiempos en los que el bienestar humano y las decisiones que tomamos para encontrarnos mejor pasan a ser abolidas para seguir alimentando la máquina de la producción y de la lucha por la supervivencia. Quien no se haya sentido en algún momento como alguna de las sensaciones anteriormente descritas, posiblemente mienta y el problema no viene por sentir estas cosas, sino, porque nadie nos ha enseñado a gestionarlas de una forma correcta y a prestarles la merecida atención, si no a “tirar hacia adelante” a toda costa para no pensar demasiado en el origen y las causas, para no detenernos en analizar este sufrimiento que es ya más mayoritario que marginal (a pesar del tabú que sigue suponiendo) y que se trata como “enfermedad” en vez de como estados de ánimo, porque somos humanos y tenemos sentimientos.

La cultura de castigo en un sistema vertical en el que se reprime y castiga cuando la base de la pirámide no produce lo suficiente para que la cúspide viva sus lujos y excesos puede ser modificada, pero en nuestras manos está hacernos eco de estas líneas para utilizar nuestra razón, nuestra ética y nuestro sentido de la humanidad sin necesidad de que nadie nos lo dicte con normas o leyes. Quizás algún día la cúspide caiga y ya no haya situaciones límite, pobreza, facturas, estrés, aislamiento o dolor que nos lleven a la locura. O en palabras del colectivo Locomún: “Peleamos por un mundo donde las correas no sean necesarias, pero también donde las farmacéuticas no controlen las investigaciones, donde no se contemplen los tratamientos forzosos, ni las contenciones químicas salvajes, donde la estigmatización social de sufrimiento psíquico sea pura arqueología histórica y la desigualdad una barbarie olvidada”.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Sobre el dolor del mundo, el miserabilismo y la voluntad de vivir

Nota de LP: Sobre este texto sólo diré que es uno de mis textos favoritos, más significativos y que más recomiendo a "todo mundo" desde su epígrafe hasta su último párrafo; y, sobre todo, que es de aquellos textos imprescindibles, que no puede faltar en la formación, clarificación y sanación de todo "proletario desquiciado", "enfermo" autoconsciente y harto de serlo, especialmente durante aquellas crisis de depresión con tendencia suicida, en las cuales este texto resulta un sacudón y un bálsamo a la vez. Es tan bello, impactante y removedor de la consciencia que no se merece que lo reproduzca por completo ni tampoco que lo "spoilee" aquí, sino que que sólo me limitaré a citar un par de párrafos sintetizadores de su introducción y de su parte final, así como a puntear su contenido y nada más, a fin de que el texto "hable" por sí mismo a quien lo lea, relea y use cuantas veces lo desee o lo necesite en su lucha por la verdadera vida humana contra este sistema de enajenación, miseria, dolor y muerte. ¡Salud y Revolución Social!



              ***



 Sobre el dolor del mundo, el miserabilismo y la voluntad de vivir
... o de la necesidad de organizar nuestro pesimismo

Andrés Devesa
La Felguera
Madrid, 2007

“El carácter destructivo no vive del sentimiento de que la vida es valiosa, 
sino del sentimiento de que el suicidio no merece la pena”

Walter Benjamin

[...]

El desasosiego que se siente al despertar una mañana y, al mirarse al espejo, ser plenamente consciente de que nada –o casi nada– hay que pueda permanecer ajeno a la mercancía, pues todos, incluidos aquellos que nos hemos declarado en guerra abierta contra su dictadura, estamos sometidos cotidianamente a su silenciosa pero implacable dominación, provoca un shock tan brutal como el que se experimenta al escuchar el estruendo producido por el revólver percutido sobre la sien. Pero es necesario apretar el gatillo sin miedo, pues sólo así podremos, al contemplar nuestro cadáver yaciendo en el suelo, despertar verdaderamente del sueño provocado por la manzana envenenada que nos ofreció el Capitalismo.

[...]

La realidad nos obliga a ser pesimistas, no serlo es vivir de espaldas al mundo, creer todavía en cuentos de hadas. A quien no se conforma con el miserabilismo al que estamos sometidos no le queda otro remedio que ser pesimista. Pero este pesimismo debe estar muy lejos de cualquier fatalismo, no es un pesimismo vital, sino un pesimismo crítico que se afirma insumiso frente a las condiciones que nos vienen dadas y cree posible, y más que necesario, cambiarlas. El pesimismo crítico ha de ser activo, tenemos que ser más rápidos y astutos para acortar la ventaja que nos lleva el enemigo. Ése es su valor. Debemos organizar nuestro pesimismo y para ello es necesario echar la vista atrás y descifrar en el pasado algunas claves del presente, pues el mundo en el que vivimos es resultado de un pasado que nos ha sido enajenado.

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Son tantas las ilusiones y esperanzas que hemos visto desvanecerse entre las brumas, tantos los muertos arrojados a la fosa después de ser despojados de las pertenencias que podían ser útiles al vencedor, tantas las dolorosas derrotas y humillaciones… que hace ya tiempo que debimos aprender que no podemos fiar nada al futuro y que cualquier pacto o arreglo con el enemigo es un eslabón más que añadimos a la cadena que nos ata. Esta cadena se alarga, dándonos así la posibilidad de movernos por nuestra celda, pero no por ello dejamos de estar encadenados, no por ello abandonamos la prisión en la que nos tiene encerrados. Sólo seremos libres cuando rompamos en mil pedazos esa cadena y derribemos los muros de la prisión. Sólo seremos libres cuando desaparezca todo poder ajeno a nosotros. Sólo seremos libres, por tanto, cuando destruyamos al Estado y a la Economía.

La belleza de este objetivo y su promesa de felicidad no podrán dejar nunca de cautivarnos, pero las dudas nos horadan como agujas cuando pensamos en el modo de llevarlo a cabo. ¿Cómo podemos aspirar a ello si otros, mucho mejores que nosotros y en circunstancias más propicias, fracasaron y hasta fueron devorados por su fuego? La tarea que nos hemos propuesto es hermosa, sí, pero la lucha por su realización es tan ardua, tan compleja y, a menudo, tan desalentadora que casi todos hemos tenido alguna vez la tentación de rendirnos, abandonando el campo de batalla o incluso la vida misma, dejándonos llevar por la corriente que conduce al mar de la desolación. Pero no podemos dejar que el desánimo y el abatimiento nos dominen. Nuestra derrota no es definitiva, debemos impedir que lo sea y seguir luchando por la victoria. Jamás abandonemos la vida, hay que aferrarse a ella con uñas y dientes hasta sus últimas consecuencias, aunque caigamos y seamos arrastrados por la riada tratando de hacer realidad el sueño de poseerla plenamente.

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Contenido:

  • El progreso no progresa
  • Parcheando las goteras
  • Ni arqueología ni restauración
  • Hacia una nueva revolución
  • No habrá pacto ni perdón para el vencido
  • Post scriptum