martes, 6 de agosto de 2019

«Vesania Inc.» (Javier Lara, 2014)


«Del mismo modo que los surrealistas privilegiaron el inconsciente, los sueños y la demencia como una manera de combatir el orden burgués y racional, Javier Lara trabaja con las obsesiones, los phantasmas y fantasías de los locos, se hace el loco –como los idiotas de Lars Von Trier– para trastornar y trastocar el sentido de la realidad, pues ese mundo fuera de quicio quizá sea uno de los últimos sitios donde aún ocurra la verdad y la poesía.

Poemario coral, hecho de voces disparatadas y dispares –a manera de pequeños monólogos, pues desde Hamlet el soliloquio funda el discurso del delirio lúcido y furioso– Vesania Inc. cuenta y canta como todo libro de poemas que se precie, es revulsivo y conmovedor, procaz y tierno; sin duda, una de las mejores cosechas de la poesía ecuatoriana reciente.»

Cristóbal Zapata
[Texto de la Contraportada del Libro]

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NOTA A LA PRIMERA EDICIÓN

No creo en grandes protagonistas de la poesía, creo en la poesía como protagonista. No creo en el libro de autor como tal, creo –de acuerdo a la sospecha del futuro– en una poesía en la que desaparezca el rasgo del yoísmo y se encuetre con esa suerte de confederación de las almas en donde Todo se vuelve Todos, pero también –y al mismo tiempo– Pasado, Presente y Futuro.

Tomando en cuenta esto, el trabajo aquí recopilado forma parte de un proceso de pensamiento y desdoblamiento en el que existen ciertas referencias –contadas con los dedos de la mano– de libros y autores (en algunos casos con sus nombres a manera de anagramas), como Vallejo, Gil de Biedma, Salinas, Ramírez Ruiz, Maples Arce, Cela, etc. Autores que atraviesan los días y las noches de las letras latinoamericanas y universales. Mezclados, ellos también, con ilustres desconocidos. Pues la poesía aquí, como dije, es la protagonista.

Creo así, que este libro, además de ser una experiencia reunida sobre los diversos trastornos mentales –de ahí su título [vesania significa demencia furiosa]– puestos en funcionamiento como catarsis por parte de los autores (trastornos que son descritos como alteraciones de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo, considerados como anormales con respecto al grupo social de referencia del cual proviene el individuo (…) alteraciones en el razonamiento, el comportamiento, la facultad de reconocer la realidad o de adaptarse a las condiciones de la vida… es decir, nada que no sorprenda comprobarlo, por ejemplo, en algunos poetas…); este libro, como decía, es el testimonio de muchas personas que habitado este planeta, este continente, en mi recuerdo –y pareciera que algunos de ellos incluso en mi imaginación: ese estado que es otra forma de la memoria–. Muchos de ellos han sido visitantes temporales y voluntarios de las distintas instituciones señaladas. No todos han sido internos crónicos, aunque sí pacientes.

Ábranse, entonces, estas páginas sin ver al ser humano, sino a su conjunto, es decir, su diversificación, su poesía.

Javier Lara Santos
Quito, verano del 2014


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EXTRAVÍO Y AGUA

Enrique Santamaría M.
(Hospital Santa Inés)

Me pierdo en mi propia casa. Busco un pacto donde el mapa es imaginado y donde repose el hombre donde descansa mi nombre.

Busco también una luz transparente, un cristal, un cuarzo, pecho mítico, un animal donde estamos en paz, un animal donde tenemos la fe del sol y la fe de las sombras. Me pierdo en mi propia casa y beso una boca que se abre hacia la espalda, abismo y agua.

Ya no está el hombre aquel donde posaban las moscas su silencio, ya no está aquel caminante que miraba el secreto del aire hasta que sus ojos desaparezcan y comience a adorar el ocaso como un ciego, ya no está, ahora el animal, el hombre, es la mitad de las cosas sobre el mundo, la mitad de los animales sobre el mundo, la mitad del delirio del hombre y el animal sobre el mundo. Ya no está.

Cuenca, Ecuador 2006

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SIN TÍTULO

Anónimo
(Texto hallado dentro de una caja de zapatos en la remodelación de la Clínica Montserrat)

Un pato, toda la mañana, camina boca abajo en el jardín de mi cabeza. Es el cemento y la grava, esa mañana suelta como loca rabiosa sobre el patio de la cárcel. No intento exponerles nada señores médicos, yo nací en el futuro pero he muerto en el pasado, anoche se incendió la mayor parte del hospital y de los sueños de los locos salían animales de tinta, búhos, codornices, cabras, mastodontes, mucho conejos, y uno que otro perro. La cena antes del incendio estuvo bien, la carne casi cruda me hizo recordar las autopistas y las noches de verano por donde transité antes de llegar a este pequeño país desconocido, yo he viajado lunas y lunas, sin que ningún agente me atrape, pero todo tiene su fin, yo estoy ahora dentro de un frasco lleno de agua y mermelada, que no es lo mismo, un frasco lleno de agua y mermelada, donde el mundo gira conmigo y yo no con él, es una parte de ser amable con la inopia de los lúcidos, de los libres, de los tocados por el corazón del oro, es una parte. Yo, María Santísima, he besado a las quinceañeras bajo los faroles cuando en el centro histórico apagan las luces de los techos altos, y se escuchan los corceles cabalgar tierra abajo, reconquistando la tierra, reconquistando el sueño, yéndose a morir al final de la noche, como un recuerdo que no bien acaba, nace con olor de ceniza. Mi corazón es un árbol que se incendia en el filo de la noche. No tengo más que decir. No tengo más. No tengo.

Bogotá, Colombia 1991


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1936, ÁRBOLES DE LA SALVACIÓN

Miguel Sánchez Hernández
(Hospital Neuropsiquiátrico Roballos)

Armamos las baterías en un sábado limpio,
(aves destinadas a la promesa de la niebla.)
No rezamos, pero sabíamos
que estábamos protegidos por la nada,
–por los cuchillos de la nada–.
(Las radios las casas los hermanos fueron acribillados).
Casi nadie tenía su minuto de fantasía para ser irresponsable,
pero amábamos el olor antiguo de los olmos,
y amábamos también, la muerte y sus sutilezas:
la vida.
Fuimos arrastrados por nuestra propia juventud
y nadie podía, o procrastinaría,
la forma salvaje del amor universal.
Porque la guerra no dormía en nuestras botas,
sino en los aviones y, a veces, en la comida.
Fuimos algo parecido a este poema,
y nunca nos retractamos,
dimos la venia a nuestros chacales,
y abrazamos el estruendo, como quien cree,
con vergüenza, en la corona estéril de una virgen.
Pobres niños esos ojos valientes que nos pertenecían.

Estuvimos enteros en la lluvia
Soltábamos palabras en el sueño
y nos burlábamos de nuestra propia miseria
porque era más lúcida que la del mundo.

Ahora no sé nada del mundo.
Creo que soy una palabra o el esqueleto de una palabra.

Me seco la frente en el bosque de niebla,
soy un ángel impostergable y necio,
un fantasma que no sabe
un hombre con las manos heladas,
que habita en la casa donde nunca más volvió.

Paraná, Argentina 2010

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LOS HIJOS DE LA LIRA

Atribuido a Heinrich Hall
(Hospital Domingo Ceballos de Bell Ville)

Ah, suciedad del templo de la vida,
mar de caballos encrespados, sonámbulos.
Ah, escudos donde cena el apocalipsis del pasado
para sembrar el germen del futuro.
Ah, caníbales que besan el sueño devastado de la ausencia,
mendigos del neón que han rezado en el desierto
o el fusil de las almohadas.
Oh, escribidores, hijos de la lira y de la nada,
suban al tren –anoche fue otro cardumen–.
(Todos alguna vez plantamos árboles que ahora son muros.)
Oh, hijos de la insuficiencia y el comercio,
busquen a las ninfas y escriban
como el último de los sobrevivientes.
Habrá –os aseguro– tres o cuatro estrellas hermosas
y muertas hace siglos, esperando por sus cartas.

Córdoba, Argentina 1984

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ELLA Y LAS PAREDES

Robinson Cueva E.
(Hospital Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak)

Escribir dentro de las paredes, o
escribir dentro del tejido adiposo de un pecho,
dentro del aire y a la altura de la nube
que vemos con los ojos cerrados,
escribir como quien salva la vida al cielo y no al revés,
en el filo del abismo nuclear,
escribir para morir y luego resucitar y luego morir y luego resucitar,
escribir poemas porque la vida ya pesa o ya es leve, o ya es otra,
escribir porque el vicio del vacío amerita:
el líquido del vértigo en las mesas de los bares abandonados,
bares perdidos en los pueblos
de nuestros países, bares andinos en la bruma
que ya no entra en las capitales,
escribir encima de las mesas de esos bares, y perderse
en esa, la verdadera bruma,
ver el gran dragón el gran caimán flotando
como deidades dentro de los bares de los andes,
verlas que aterrizan del largo viaje
y luego dictan poemas para ser escritos en el interior del aire.
Escribir porque la vida llega desde muy lejos,
porque las sirenas no llegan hasta donde mi mano se posa
y deja la tinta sobre el cascarón de las paredes,
escribir por los fantasmas que desaparecen pronto,
que dejan la huella muy rápida, pero más allá de este tiempo.

Escribir porque el corazón está en la boca,
a la altura de la lengua y a la altura de los pelos,
de los ojos y a la altura de un pañuelo que cubre la cabeza
de una mujer, cualquier mujer, su cabellera,
su cancerbero, su olor directo,
escribir porque la gloria está en llamas
y porque los bares perdidos con una mujer con un pañuelo
y con una mesa y una rocola, son la felicidad.
La puta felicidad que tanto hemos buscado.

Somos ese opio certero de gran dignidad y gran hastío.
Ella camina sobre el mar del fin del mundo,
con su pañuelo y su boca de luz sobre las rocas,
ella y el agua, ella y su agua, ella y su fuente de agua,
y el bar de la bruma,
y su caballo sobre el pelo,
y su pañuelo y sus pies que lavan ahora esta boca mía
que dice: ella,
y los poetas que se pierden en la bruma de los bares,
en la bruma de las paredes,
en la bruma de los poemas,
en la bruma, en la bruma en la bruma
desde donde un inmenso caimán nos observa,
deidad ya asegurada, nos observa,
hasta encontrar el perfecto equilibrio de nosotros
entre la llaga y el interior del aire,
que es el interior de todo poema.

Santiago de Chile, 2024

lunes, 5 de agosto de 2019

«Poemas de la Locura». Hölderlin (1770-1843)


«Las cosas estarían mejor si Marx hubiera leído a Hölderlin.»
Thomas Mann

Nota Biográfica de José María Álvarez (Barcelona, 1994)

Johann-Christian Friedrich Hölderlin nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen (Condado de Würtenberg), en la Suabia del Neckar. Su padre administraba un seminario protestante —«Stift»— y su madre era hija de un pastor de tal Iglesia. Dama muy joven viuda (en 1772), volvió a contraer matrimonio en 1774 con el consejero Gock, burgomaestre de Nürtingen. Del primer matrimonio tuvo a Friedrich y a Heinrike, Y con el burgomaestre añadió un hermanastro, Karl. La muerte de su padre dotó a Friedrich de una prematura tristeza, que refleja en varias cartas.
En 1784, Hölderlin es destinado al servicio divino y enviado a estudiar Teología al seminario de Denkendorf. Allí escribirá sus primeros poemas y descubrirá a Schiller y, según parece, a Klopstock.
En 1786 Hölderlin proseguirá esos estudios en Maulbronn. Allí tendrá su primer amor con Louise Nast. Se abre a Ossian.
Pasa en 1788 al seminario de Tübingen. Se enamora de la hija de un profesor, Elisa Lebret. Funda con Neuffer la «Liga de los Poetas», y estrecha su relación con Hegel y Schelling, amantes todos de la Revolución Francesa. En el Almanaque de las Musas es publicado por primera vez. Y conoce a quien seguirá siendo amigo suyo toda su vida: Isaac von Sinclair.
Lee mucho a Platón. Empieza a escribir Himnos.
En 1793 se licencia, pero no ejercerá nunca el sagrado ministerio o Misterio.
A finales de 1793, y gracias a Hegel, que lo recomienda a Schiller, y éste a su vez a la Casa, es aceptado como preceptor del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen. Se hace cargo del niño, habita junto a él en Weimar y allí comienza a escribir Hiperión [novela romántica de alto contenido lírico donde se encuentran joyas como esta: «¡Oh vosotros que buscáis lo más alto y bello! [...] ¿Sabéis su nombre? ¿El nombre de lo que es el uno y el todo? Su nombre es Belleza.»]. Cuando abandona este magisterio, la amistad con la madre ha llegado a ser tan sólida, que Charlotte le ayuda a instalarse en Jena con la suficiente estabilidad económica para poder continuar sus trabajos.
En Jena se encuentra de nuevo con Schiller, quien le publica en su revista, Thalia, un fragmento de Hiperión.
Pero en 1795 está otra vez sin recursos y ha de regresar a su casa materna en Nürtingen. A finales de ese año se emplea como preceptor una vez más en casa del banquero Gontard, en Frankfurt.
Casi siempre una bella mujer acompaña al dinero. Será Susette, la esposa de Gontard. Una fascinante historia de amor que Hölderlin fijará para siempre bajo el nombre de Diótima.
La primera parte de Hiperión aparece en 1797, y la segunda, en 1799. Pero a finales del 78 es despedido de casa del banquero, y se refugiará en Hamburgo, con el amigo Sinclair. Continúa viendo a Susette, trenzando los últimos filos de su aventura, hasta 1800. Y en esos días vidriosos escribe las tres versiones de La muerte de Empédocles.
Son años de una actividad intensísima. Poemas, elegías. Hasta que, muy fatigado, en la primavera de 1800 tiene que volver a Nürtingen. Permanece allí hasta octubre, cuando marcha a Stuttgart invitado por unos amigos. Cuidado por éstos traduce a Píndaro y escribe sus grandes obras. La relación entre los Himnos y la influencia de Píndaro debía ser estudiada con detenimiento.
Pero necesita moverse. Y parte hacia Suiza para hacerse cargo de un puesto de preceptor en casa de los Gonzenbach, industriales de Hauptwill. Sólo permanecerá unos meses con ellos. Comienza a sufrir unas crisis que desembocarían en la Locura.
En 1802 marcha a Francia para ejercer por última vez como preceptor, en Burdeos, en casa del cónsul de Alemania, Daniel Christoph Meyer.
Bajo los cielos de Francia entrará en la Locura. Abandona su empleo y retorna para siempre a Alemania. En julio, «tocado por Apolo» (como él mismo aseguró), se instala con su madre.
En Nürtingen se entera de la muerte de Diótima. Su vuelo no tiene retorno. Sinclair se hace cargo de él y lo acompaña en un viaje de descanso por Regensburg y Ulm. Por los agujeros incendiados de esos días ve Hölderlin sus grandes Himnos: «Patmos», «El Archipiélago».
Durante 1803 y 1804 su actividad es febril. Poemas y traducciones (Sófocles). Sinclair lo recomienda como bibliotecario en la corte del Landgrave de Hamburgo. Es un puesto tranquilo. Pero un año más tarde la Locura se apodera definitivamente de su criatura.
En agosto de 1806 Sinclair lo traslada a la clínica del Dr. Authenrietch en Tübingen. Y poco después [en 1807], a la casa del carpintero ebanista Ernst Zimmer, donde vivirá hasta 1843. Treinta y siete años en una habitación sobre el Neckar. Todos aquellos que él amara —Schiller, Goethe, Napoleón, Beethoven, Kleist, sus compañeros, sus damas— van encaminándose a la muerte. Hölderlin no lo sabrá nunca. Para él ya no existirá sino aquel recinto, el papel sobre el que escribe sus últimos poemas, su piano y las visitas a quienes no reconoce. Olvida su nombre.
Fecha poemas con cien años de adelanto. El 7 de junio de 1843, después de contemplar desde su ventana los campos infinitos, murió en paz.
Cuenta Bettina von Armim que cuando la princesa von Homburg regaló un piano a Hölderlin, éste cortó casi todas las cuerdas, mas dejó algunas, y sobre ellas improvisaba. Así son los Poemas de la Locura. Quizá nadie haya visto nunca de forma tan transparente. Es la Noche Sagrada [«Ser uno con el todo es la vida de la divinidad, es el cielo del ser humano»].
No se puede traducir a Hölderlin.

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Nota de LP (Quito, verano de 2019) 

¿Por qué firmó sus “Poemas de la Locura” como Scardanelli y no como Hölderlin? Christoph Schwab escribe el 21 de enero de 1841 en su diario: «Hoy de nuevo estuve con él para recoger algunos poemas que había hecho. Eran dos, y estaban sin firma. La hija de Zimmer me dijo que debía rogarle que pusiera su firma. Entré y lo hice; entonces se enfureció y anduvo de acá para allá por la habitación, cogió la silla y tan pronto la ponía aquí como allí con violencia, gritaba palabras incomprensibles, entre las que sólo pronunciaba con claridad "me llamo Scardanelli"; por fin se sentó y en su exasperación escribió el nombre de Scardanelli». Sí: Scardanelli fue el alter-ego poético que Hölderlin se inventó y encarnó en el cenit de sus años de “locura” y aislamiento, como una forma de catarsis, resistencia y creatividad humana. Dando a luz de esta manera, para el resto de la historia de la humanidad, a lo que Leopoldo María Panero denomina poesía de la locura. Varias décadas despúes, en Portugal, otro “loco”, genialmente “loco”, llamado Fernando Pessoa (1888-1935) desarrollará al extremo este invento o “dispositivo” hölderliniano (¿esquizoanalítico?) de autoconocimiento y autocuración psicológica: llegó a tener más de 70 alter-egos o heterónimos poéticos… Fragmentarse para Unirse. Perderse para Encontrarse. Con Uno Mismo, con los Hombres, con la Naturaleza y con el Espíritu. “Locura” y Poesía: último reducto de la Verdad y del Ser, afuera y en contra de la Modernidad Capitalista, cuyos Dioses homicidas y ecocidas son el Dinero y la Razón. El legado de Hölderlin y Pessoa en este oscuro campo lleno de luz es elevado e inmortal.



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EL INVIERNO

Cuando pálida nieve embellece los campos,
Y un alto resplandor la inmensa llanura ilumina,
Seduce el Verano que pasó, y delicadamente
Se acerca la Primavera mientras la hora declina.

Espléndida aparición, el aire es más puro,
Claro está el bosque, ningún hombre
Camina por las calles, ya tan lejanas, y el silencio
Se hace majestuoso y todo ríe.

25 Diciembre 1841. Vuestro muy humilde servidor Scardanelli


EL SER DEL ESPÍRITU

No se oculta a los hombres el ser del Espíritu,
Y tal como la vida, la que los hombres encontraron,
Así el día de la vida, la mañana de la vida,
Como riqueza son las altas horas del Espíritu.

Que así de soberbia la Naturaleza se muestre
Es para que el hombre contemple semejante gozo,
Y al día, a la vida se confíe,
Anudando así su lazo con el Espíritu.


LOS HOMBRES

Cuando se nutre el hombre de sí mismo y el porvenir contempla,
Es como cuando un día de otros días se diferencia,
Y excelso se inclina el hombre hacia ese porvenir,
Alejado de la Naturaleza y sin envidia.

Como solo en otra enorme vida,
Alrededor de la cual verdéase la Primavera, el Verano alegre se detiene
Hasta que el año rápido desciende hacia el Otoño
Y sin cesar las nubes nos envuelven.

28 de Julio 1842. Humildemente Scardanelli


VIDA MÁS ELEVADA

Su vida escoge el hombre, su objetivo,
Gana libre de error sabiduría, pensamientos,
Recuerdos que perdiéronse en el mundo,
Y nada puede contrariar su valor íntimo.

El esplendor de la Naturaleza embellece sus días,
Otórgale su espíritu nuevas vestiduras
En su interior, y así contempla la verdad,
Y el más alto sentido, y las más singulares preguntas.

Puede así el hombre conocer entonces el sentido de la vida,
Nombrar su meta lo más alto, lo más elevado,
Saber que uno es el sentido de la humanidad y de la vida,
Considerar que el más alto sentido es la más noble vida.

Scardanelli


HUMANIDAD MÁS ELEVADA

Otorgado en su interior es a los hombres el sentido
Hacia lo mejor él ha de guiarlos,
Esa es la meta, la verdadera vida.
Ante la cual más espiritualmente los años van contando.

Scardanelli


LA SATISFACCIÓN

Cuando ya más allá de todo un hombre
Contempla y entiende el curso de la vida,
Ser feliz logra; mas aquel que ante los peligros tiembla
Es como un hombre que por vientos y tempestades fuera dominado.

Mejor es conocer la belleza,
Sublime creación de la vida.
Cuando de lo más hondo de los afanes nace el gozo
Y cuantos bienes hoy pueden desearse.

El árbol que verdea, las cumbres del ramaje,
Las flores que rodean la corteza del tronco,
Naturaleza divina son y vida
Al inclinarse sobre ellos los aires del cielo.

Mas cuando curiosos los hombres me preguntan
lo que aquello es, qué sentimiento aventurado,
Qué destino, qué cénit o qué premio,
Yo les contesto, ésa es la vida y ése el pensamiento.

A otros la Naturaleza de ordinario sosiega,
Pero a mí me insta ante la posibilidad de una vida gozosa,
Esa claridad ante la cual hasta los sabios se estremecen,
Ese gozo hermosísimo, cuando ya todo es alegría.

El rigor de los hombres, la victoria y los peligros,
Origen tienen en lo aprendido y en la seguridad
De que existe una meta; aquello que sobre todo es sublime
Se reconoce en el ser y en los hermosos restos.

Ellos mismos son como elegidos,
De ellos es lo nuevo, lo narrado,
La verdad de los hechos no perece,
Y como las brillantes estrellas, una vida alegre y grande existe.

La vida es acción, y es audaz,
Alto su objetivo, su movimiento contenido,
Avanza, la bondad está hecha de virtud
Y gran rigor, llena de la juventud más pura.

El arrepentimiento y el pasado en esta vida
Son diferentes. Uno logra
Gloria y paz y todo cuanto eleva
A las altas regiones otorgadas;

El otro es la congoja y los más amargos sufrimientos
En la muerte de esos hombres que con la vida bromeaban.
Y la imagen y el semblante cambian
En aquel que no amó ni el bien ni la belleza.

La evidencia de un cuerpo viviente, perdurar
En este tiempo, tal como los hombres ansían,
Querella fuese, pues éste del sentimiento nútrese,
E inclinado aquel se siente por la creación y el esfuerzo.


LA VISIÓN

Cuando la vida de los hombres va perdiéndose,
Como una lejanía donde resplandeciera el tiempo de los sarmientos,
Vacía contémplase la campiña del Verano,
Con oscura imagen el bosque aparece.

Que la Naturaleza termine la imagen de los tiempos,
Que se demore, hasta alcanzar
La perfección, y que la cima de los cielos
Para los hombres brille, como árboles de flores estallantes.

Humildemente Scardanelli. 24 de Mayo 1748

***

EL JOVEN A SUS JUICIOSOS CONSEJEROS

¿Pretendéis que me apacigüe? ¿Que domine
este amor ardiente y gozoso, este impulso
hacia la verdad suprema? ¿Que cante
mi canto del cisne al borde del sepulcro
donde os complacéis en encerrarnos vivos?
¡Perdonadme, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra
el oleaje surgente de la vida
hierve impaciente en su angosto lecho
hasta el día en que descansar! en su mar natal.

La viña desdeña los frescos valles,
los afortunados jardines de la Hesperia
sólo dan frutos de oro bajo el ardor del relámpago
que penetra como flecha en corazón de la tierra.
¿Por qué moderar el fuego de mi alma
que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce?
¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme
mi elemento de fuego, a mí que sólo puedo vivir en el combate?

La vida no está dedicada a la muerte,
ni al letargo el dios que nos inflama.
El sublime genio que nos llega del Éter
no nació para el yugo.
Baja hacia nosotros, se sumerge, se baña
en el torrente del siglo; y dichosa, la náyade
arrastra por un momento al nadador,
que muy pronto emerge, su cabeza ceñida de luces.

¡Renunciad al placer de rebajar lo grande!
¡No habléis de vuestra felicidad!
¡No plantéis el cedro en vuestros tiestos de arcilla!
¡No toméis al Espíritu por vuestro siervo!
¡No intentéis detener los corceles del sol
y dejad que las estrellas prosigan su trayecto!
¡Y a mí, no me aconsejéis que me someta,
no pretendáis que sirva a los esclavos!

Y si no podéis soportar la hermosura,
hacedle una guerra abierta, eficaz.
Antaño se clavaba en la cruz al inspirado,
hoy lo asesinan con juiciosos e insinuantes consejos.
¡Cuántos habéis logrado someter
al imperio de la necesidad! ¡Cuántas veces
retuvisteis al arriesgado juerguista en la playa
cuando iba a embarcarse lleno de esperanza
para las iluminadas orillas del Oriente!

Es inútil: esta época estéril no me retendrá.
Mi siglo es para mí un azote.
Yo aspiro a los campos verdes de la vida
y al cielo del entusiasmo.
Enterrad, oh muertos, a vuestros muertos,
celebrad la labor del hombre, e insultadme.
Pero en mí madura, tal como mi corazón lo quiere,
la bella, la vida Naturaleza.

Friedrich Hölderlin
De: «Poesía» – 1796-1798