«Las cosas estarían mejor si Marx hubiera leído a Hölderlin.»
Thomas Mann
Nota
Biográfica de José
María Álvarez (Barcelona, 1994)
Johann-Christian Friedrich
Hölderlin nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen (Condado de Würtenberg), en
la Suabia del Neckar. Su padre administraba un seminario protestante —«Stift»—
y su madre era hija de un pastor de tal Iglesia. Dama muy joven viuda (en
1772), volvió a contraer matrimonio en 1774 con el consejero Gock, burgomaestre
de Nürtingen. Del primer matrimonio tuvo a Friedrich y a Heinrike, Y con el
burgomaestre añadió un hermanastro, Karl. La
muerte de su padre dotó a Friedrich de una prematura tristeza, que refleja en
varias cartas.
En 1784, Hölderlin es destinado al
servicio divino y enviado a estudiar Teología al seminario de Denkendorf. Allí
escribirá sus primeros poemas y descubrirá a Schiller y, según parece, a
Klopstock.
En 1786 Hölderlin proseguirá esos
estudios en Maulbronn. Allí tendrá su primer amor con Louise Nast. Se abre a
Ossian.
Pasa
en 1788 al seminario de Tübingen. Se enamora de la hija de un profesor, Elisa
Lebret. Funda con Neuffer la «Liga de los Poetas», y estrecha su relación con
Hegel y Schelling, amantes todos de la Revolución Francesa. En el Almanaque de las Musas es
publicado por primera vez. Y conoce a quien seguirá siendo amigo suyo toda su
vida: Isaac von Sinclair.
Lee mucho a Platón. Empieza a
escribir Himnos.
En
1793 se licencia, pero no ejercerá nunca el sagrado ministerio o Misterio.
A finales de 1793, y gracias a
Hegel, que lo recomienda a Schiller, y éste a su vez a la Casa, es aceptado
como preceptor del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen. Se hace cargo del
niño, habita junto a él en Weimar y allí comienza a escribir Hiperión [novela
romántica de alto contenido lírico donde se encuentran joyas como esta: «¡Oh vosotros que buscáis lo más alto y
bello! [...] ¿Sabéis su nombre? ¿El nombre de lo que es el uno y el todo? Su
nombre es Belleza.»]. Cuando abandona este magisterio, la amistad con la
madre ha llegado a ser tan sólida, que Charlotte le ayuda a instalarse en Jena
con la suficiente estabilidad económica para poder continuar sus trabajos.
En Jena se encuentra de nuevo con
Schiller, quien le publica en su revista, Thalia, un fragmento de Hiperión.
Pero en 1795 está otra vez sin recursos y ha de regresar a su casa materna en
Nürtingen. A finales de ese año se emplea como preceptor una vez más en casa
del banquero Gontard, en Frankfurt.
Casi
siempre una bella mujer acompaña al dinero. Será Susette, la esposa de Gontard. Una fascinante
historia de amor que Hölderlin fijará para siempre bajo el nombre de Diótima.
La primera parte de Hiperión
aparece en 1797, y la segunda, en 1799. Pero a finales del 78 es despedido de casa del banquero, y se refugiará
en Hamburgo, con el amigo Sinclair. Continúa viendo a Susette, trenzando los
últimos filos de su aventura, hasta 1800. Y en esos días vidriosos escribe las
tres versiones de La muerte de Empédocles.
Son años de una actividad intensísima. Poemas, elegías.
Hasta que, muy fatigado, en la primavera de 1800 tiene que volver a Nürtingen.
Permanece allí hasta octubre, cuando marcha a Stuttgart invitado por unos
amigos. Cuidado por éstos traduce a
Píndaro y escribe sus grandes obras. La relación entre los Himnos y la
influencia de Píndaro debía ser estudiada con detenimiento.
Pero necesita moverse. Y parte hacia Suiza para hacerse cargo de un
puesto de preceptor en casa de los Gonzenbach, industriales de Hauptwill. Sólo
permanecerá unos meses con ellos. Comienza
a sufrir unas crisis que desembocarían en la Locura.
En 1802 marcha a Francia para
ejercer por última vez como preceptor, en Burdeos, en casa del cónsul de
Alemania, Daniel Christoph Meyer.
Bajo los cielos de Francia entrará
en la Locura. Abandona su empleo y
retorna para siempre a Alemania. En julio, «tocado
por Apolo» (como él mismo aseguró), se
instala con su madre.
En
Nürtingen se entera de la muerte de Diótima. Su vuelo no
tiene retorno. Sinclair se hace cargo de él y lo acompaña en un viaje de
descanso por Regensburg y Ulm. Por los agujeros incendiados de esos días ve
Hölderlin sus grandes Himnos: «Patmos», «El Archipiélago».
Durante 1803 y 1804 su actividad es febril. Poemas y
traducciones (Sófocles). Sinclair lo recomienda como bibliotecario en la corte
del Landgrave de Hamburgo. Es un puesto tranquilo. Pero un año más tarde la Locura se apodera definitivamente de su
criatura.
En
agosto de 1806 Sinclair lo traslada a la clínica del Dr. Authenrietch en Tübingen.
Y poco después [en 1807], a la casa del carpintero ebanista Ernst Zimmer, donde vivirá
hasta 1843. Treinta y siete años en una habitación sobre el Neckar. Todos
aquellos que él amara —Schiller, Goethe, Napoleón, Beethoven, Kleist, sus
compañeros, sus damas— van encaminándose a la muerte. Hölderlin no lo sabrá
nunca. Para él ya no existirá sino aquel recinto, el papel sobre el que escribe
sus últimos poemas, su piano y las visitas a quienes no reconoce. Olvida su
nombre.
Fecha
poemas con cien años de adelanto.
El 7 de junio de 1843, después de contemplar desde su ventana los campos
infinitos, murió en paz.
Cuenta
Bettina von Armim que cuando la princesa von Homburg regaló un piano a Hölderlin,
éste cortó casi todas las cuerdas, mas dejó algunas, y sobre ellas improvisaba.
Así son los Poemas de la Locura. Quizá nadie haya visto nunca de forma tan
transparente. Es la Noche Sagrada [«Ser uno con el todo es la vida de la
divinidad, es el cielo del ser humano»].
No se puede traducir a Hölderlin.
***
Nota de LP (Quito, verano de 2019)
Nota de LP (Quito, verano de 2019)
¿Por
qué firmó sus “Poemas de la Locura” como Scardanelli
y no como Hölderlin? Christoph Schwab escribe el 21 de enero de 1841 en su
diario: «Hoy de nuevo estuve con él para recoger algunos poemas que había
hecho. Eran dos, y estaban sin firma. La hija de Zimmer me dijo que debía
rogarle que pusiera su firma. Entré y lo hice; entonces se enfureció y anduvo
de acá para allá por la habitación, cogió la silla y tan pronto la ponía aquí
como allí con violencia, gritaba palabras incomprensibles, entre las que sólo
pronunciaba con claridad "me llamo Scardanelli"; por fin se sentó y
en su exasperación escribió el nombre de Scardanelli». Sí: Scardanelli fue el
alter-ego poético que Hölderlin se inventó y encarnó en el cenit de sus años de
“locura” y aislamiento, como una forma de catarsis, resistencia y creatividad
humana. Dando a luz de esta manera, para el resto de la historia de la humanidad, a lo que Leopoldo María Panero denomina poesía de la locura. Varias décadas despúes, en Portugal, otro “loco”, genialmente “loco”, llamado
Fernando Pessoa (1888-1935) desarrollará al extremo este invento o
“dispositivo” hölderliniano (¿esquizoanalítico?) de autoconocimiento y
autocuración psicológica: llegó a tener más de 70 alter-egos o heterónimos poéticos… Fragmentarse para Unirse. Perderse para Encontrarse.
Con Uno Mismo, con los Hombres, con la Naturaleza y con el Espíritu. “Locura” y
Poesía: último reducto de la Verdad y del Ser, afuera y en contra de la
Modernidad Capitalista, cuyos Dioses homicidas y ecocidas son el Dinero y la
Razón. El legado de Hölderlin y Pessoa en este oscuro campo lleno de luz es
elevado e inmortal.
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EL INVIERNO
Cuando pálida nieve
embellece los campos,
Y un alto resplandor la
inmensa llanura ilumina,
Seduce el Verano que pasó, y
delicadamente
Se acerca la Primavera
mientras la hora declina.
Espléndida aparición, el
aire es más puro,
Claro está el bosque, ningún
hombre
Camina por las calles, ya
tan lejanas, y el silencio
Se hace majestuoso y todo
ríe.
25 Diciembre 1841. Vuestro muy humilde servidor Scardanelli
EL SER DEL ESPÍRITU
No se oculta a los hombres
el ser del Espíritu,
Y tal como la vida, la que
los hombres encontraron,
Así el día de la vida, la
mañana de la vida,
Como riqueza son las altas
horas del Espíritu.
Que así de soberbia la
Naturaleza se muestre
Es para que el hombre
contemple semejante gozo,
Y al día, a la vida se confíe,
Anudando así su lazo con el
Espíritu.
LOS HOMBRES
Cuando se nutre el hombre de sí mismo y el porvenir
contempla,
Es como cuando un día de otros días se diferencia,
Y excelso se inclina el hombre hacia ese porvenir,
Alejado de la Naturaleza y sin envidia.
Como solo en otra enorme vida,
Alrededor de la cual verdéase la Primavera, el Verano
alegre se detiene
Hasta que el año rápido desciende hacia el Otoño
Y sin cesar las nubes nos envuelven.
28 de Julio 1842.
Humildemente Scardanelli
VIDA MÁS ELEVADA
Su vida escoge el hombre, su objetivo,
Gana libre de error sabiduría, pensamientos,
Recuerdos que perdiéronse en el mundo,
Y nada puede contrariar su valor íntimo.
El esplendor de la Naturaleza embellece sus días,
Otórgale su espíritu nuevas vestiduras
En su interior, y así contempla la verdad,
Y el más alto sentido, y las más singulares preguntas.
Puede así el hombre conocer entonces el sentido de la
vida,
Nombrar su meta lo más alto, lo más elevado,
Saber que uno es el sentido de la humanidad y de la
vida,
Considerar que el más alto sentido es la más noble
vida.
Scardanelli
HUMANIDAD MÁS ELEVADA
Otorgado en su interior es a los hombres el sentido
Hacia lo mejor él ha de guiarlos,
Esa es la meta, la verdadera vida.
Ante la cual más espiritualmente los años van
contando.
Scardanelli
LA
SATISFACCIÓN
Cuando ya más allá de todo un
hombre
Contempla y entiende el curso de la
vida,
Ser feliz logra; mas aquel que ante
los peligros tiembla
Es como un hombre que por vientos y
tempestades fuera dominado.
Mejor es conocer la belleza,
Sublime creación de la vida.
Cuando de lo más hondo de los
afanes nace el gozo
Y cuantos bienes hoy pueden
desearse.
El árbol que verdea, las cumbres
del ramaje,
Las flores que rodean la corteza
del tronco,
Naturaleza divina son y vida
Al inclinarse sobre ellos los aires
del cielo.
Mas cuando curiosos los hombres me
preguntan
lo que aquello es, qué sentimiento
aventurado,
Qué destino, qué cénit o qué
premio,
Yo les contesto, ésa es la vida y
ése el pensamiento.
A otros la Naturaleza de ordinario
sosiega,
Pero a mí me insta ante la
posibilidad de una vida gozosa,
Esa claridad ante la cual hasta los
sabios se estremecen,
Ese gozo hermosísimo, cuando ya
todo es alegría.
El rigor de los hombres, la
victoria y los peligros,
Origen tienen en lo aprendido y en
la seguridad
De que existe una meta; aquello que
sobre todo es sublime
Se reconoce en el ser y en los
hermosos restos.
Ellos mismos son como elegidos,
De ellos es lo nuevo, lo narrado,
La verdad de los hechos no perece,
Y como las brillantes estrellas,
una vida alegre y grande existe.
La vida es acción, y es audaz,
Alto su objetivo, su movimiento
contenido,
Avanza, la bondad está hecha de
virtud
Y gran rigor, llena de la juventud
más pura.
El arrepentimiento y el pasado en
esta vida
Son diferentes. Uno logra
Gloria y paz y todo cuanto eleva
A las altas regiones otorgadas;
El otro es la congoja y los más
amargos sufrimientos
En la muerte de esos hombres que
con la vida bromeaban.
Y la imagen y el semblante cambian
En aquel que no amó ni el bien ni
la belleza.
La evidencia de un cuerpo viviente,
perdurar
En este tiempo, tal como los
hombres ansían,
Querella fuese, pues éste del
sentimiento nútrese,
E inclinado aquel se siente por la
creación y el esfuerzo.
LA VISIÓN
Cuando la vida de los hombres va perdiéndose,
Como una lejanía donde resplandeciera el tiempo de los
sarmientos,
Vacía contémplase la campiña del Verano,
Con oscura imagen el bosque aparece.
Que la Naturaleza termine la imagen de los tiempos,
Que se demore, hasta alcanzar
La perfección, y que la cima de los cielos
Para los hombres brille, como árboles de flores
estallantes.
Humildemente
Scardanelli. 24 de Mayo 1748
***
EL
JOVEN A SUS JUICIOSOS CONSEJEROS
¿Pretendéis que me apacigüe? ¿Que
domine
este amor ardiente y gozoso, este
impulso
hacia la verdad suprema? ¿Que cante
mi canto del cisne al borde del
sepulcro
donde os complacéis en encerrarnos
vivos?
¡Perdonadme, mas no obstante el
poderoso impulso que lo arrastra
el oleaje surgente de la vida
hierve impaciente en su angosto
lecho
hasta el día en que descansar! en
su mar natal.
La viña desdeña los frescos valles,
los afortunados jardines de la
Hesperia
sólo dan frutos de oro bajo el
ardor del relámpago
que penetra como flecha en corazón
de la tierra.
¿Por qué moderar el fuego de mi
alma
que se abrasa bajo el yugo de esta
edad de bronce?
¿Por qué, débiles corazones, querer
sacarme
mi elemento de fuego, a mí que sólo
puedo vivir en el combate?
La vida no está dedicada a la
muerte,
ni al letargo el dios que nos
inflama.
El sublime genio que nos llega del
Éter
no nació para el yugo.
Baja hacia nosotros, se sumerge, se
baña
en el torrente del siglo; y
dichosa, la náyade
arrastra por un momento al nadador,
que muy pronto emerge, su cabeza
ceñida de luces.
¡Renunciad al placer de rebajar lo
grande!
¡No habléis de vuestra felicidad!
¡No plantéis el cedro en vuestros
tiestos de arcilla!
¡No toméis al Espíritu por vuestro
siervo!
¡No intentéis detener los corceles
del sol
y dejad que las estrellas prosigan
su trayecto!
¡Y a mí, no me aconsejéis que me
someta,
no pretendáis que sirva a los
esclavos!
Y si no podéis soportar la
hermosura,
hacedle una guerra abierta, eficaz.
Antaño se clavaba en la cruz al
inspirado,
hoy lo asesinan con juiciosos e
insinuantes consejos.
¡Cuántos habéis logrado someter
al imperio de la necesidad!
¡Cuántas veces
retuvisteis al arriesgado
juerguista en la playa
cuando iba a embarcarse lleno de
esperanza
para las iluminadas orillas del
Oriente!
Es inútil: esta época estéril no me
retendrá.
Mi siglo es para mí un azote.
Yo aspiro a los campos verdes de la
vida
y al cielo del entusiasmo.
Enterrad, oh muertos, a vuestros
muertos,
celebrad la labor del hombre, e
insultadme.
Pero en mí madura, tal como mi
corazón lo quiere,
la bella, la vida Naturaleza.
Friedrich Hölderlin
De: «Poesía» –
1796-1798
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