lunes, 11 de mayo de 2020

Desde nuestra celda

2&3DORM. Diarios de Cuarentena. 2 de mayo de 2020

En 1871 lo que hoy se conoce como Europa era un lugar muy distinto, y no solo por la cantidad de artefactos tecnológicos disponibles o la densidad de sus ciudades, el propio tejido social tenía una cualidad distinta. Ese año una de sus capitales más importante fue protagonista de una radical transformación del tiempo-espacio; tuvo lugar una Comuna revolucionaria de la que emanó un potencial humano que hasta entonces había sido violentamente contenido. Para los actuales habitantes de Chile es muy fácil reconocer el contenido más profundo de ese evento porque acaban de vivir algo muy parecido. Una de las tantas cosas que emanó del corazón de ese fructífero año de revoluciones fue el poema que pronto se transformaría en el himno de La Internacional.

Ese canto, que aún hoy es celebrado, anunciaba una toma de consciencia muy particular. La mirada que esta consciencia exige para que su visión pueda ser asimilada es escasa en nuestros tiempos. No es una consciencia visual o de datos, ni siquiera científica. Gustave Courbet, Eugene Pottier y August Blanqui, todos miembros activos de la Comuna, fueron testimonios vivos de esto. La realidad estaba un tanto menos fragmentada, y todo indica que habían muchas menos capas de maquillaje y narrativas enturbiando la percepción de las que nos atormentan hoy. Fue en ese contexto, y luego de un intenso periodo de incubación, que nació al mundo la clase trabajadora internacional como organismo auto-consciente y con un sentido (dialéctico) universal.

La dominación en la sociedad capitalista debe ser estrictamente diferenciada de la dominación en el mundo feudal. Con la mercantilización de la tierra, los productores en la sociedad moderna pierden cualquier conexión directa con esta y son separados de sus medios originales de producción; en cambio, los siervos todavía estaban estrechamente ligados a la tierra. En consecuencia, todos los individuos modernos están constantemente obligados a vender su propia fuerza de trabajo, la única mercancía que tienen, a otra persona, y así se vuelven jornaleros que sufren del extrañamiento de su propia actividad. Según Marx, esta transformación de la relación entre los humanos y la tierra es decisiva para entender la especificidad del modo de producción capitalista.[1]

El himno hacía referencia directa al programa de esta clase, que hasta entonces se expresaba como una unidad cohesionada —solo Dios sabe cuánto fraccionamiento y aglutinamiento forzoso le ha seguido a ese primer impulso vital. El objetivo era realizar un sueño ancestral: la clase trabajadora, que al ser despojada totalmente de su autodeterminación había entrado en contacto con una consciencia profunda, transhistórica, despojada de toda ideología física, intelectual y espiritual, traía la buena nueva de la disolución de todas las clases que dividen a la humanidad artificialmente para construir una comunidad humana igualitaria, auto-consciente, cooperativa, solidaria, etc. Este sueño recurrente en la historia humana civilizada se expresaba de forma global por primera vez. Hasta los últimos confines del mundo, como la Patagonia, se unían al grito de liberación.

La unidad originaria con la tierra desapareció con el colapso de la dominación personal precapitalista. Su resultado es la enajenación de la naturaleza, de la actividad, del ser genérico y de otras personas, o dicho en términos más simples, la enajenación moderna surge de la total aniquilación de la “faceta afectiva” de la producción. Cuando la tierra se vuelve una mercancía, se modifica radicalmente la relación entre los humanos y la tierra, y se reorganiza en aras de la producción de riqueza capitalista. Luego de la universalización de la producción de mercancías en toda la sociedad, el conjunto de la producción no se dirige principalmente a la satisfacción de necesidades personales concretas, sino solo a la valorización del capital. Siguiendo la nueva racionalidad de la producción, el capitalista simplemente no permite que los trabajadores realicen su trabajo a su antojo, antes bien, de acuerdo con su “sucio egoísmo”, transforma activamente todo el proceso de producción de tal manera que la actividad humana es completamente sometida a una dominación reificada, sin consideración por la autonomía del trabajo y la seguridad material.[2]

La lógica ilustrada y patriarcal reduce cualquier cosa que se acerque a un pensamiento así de poético a lo que comúnmente se conoce como utopía, un concepto hasta ahora muy mal utilizado y subvalorado en la mayoría de los casos[3]. ¿Qué es eso de que todos tengan condiciones de vida digna y libertad de elegir qué hacer con su tiempo? Quizá por razones karmáticas, ha habido en nuestra historia un momento de inercia mucho más fuerte en lo que tiende a dividir, ya sea sociedades o individuos. Entonces ese sueño aún no llegó a concretarse, y hoy estamos aquí, siendo testigos de lo que probablemente fue el 1º de Mayo menos concurrido desde la masacre de Chicago. Las cosas han cambiado tanto desde entonces que en algunos lugares del primer mundo grupos de civiles entraron a los edificios de gobierno fuertemente armados a exigir que se les deje volver a trabajar. En Chile, uno de los jefes del cartel Matte lo sintetizó perfectamente: “el crecimiento económico va a ser un imperativo ético”. Mientras tanto, en las calles de Santiago la policía nos recordó que no dejan de innovar sacando a las calles sus nuevos camiones antidisturbios, equipados con altoparlantes que comunican a todo volumen robóticas órdenes a los manifestantes: “las personas que se están manifestando de manera violenta son una minoría, aléjese de ellos y manténgase en una zona segura. Esta manifestación está siendo registrada con tecnología disponible por carabineros. Recuerde que este material luego puede ser considerado como evidencia…”.

Diariamente usamos energías inconmensurables, como durante el sueño. Lo que hacemos y pensamos está lleno con el ser de nuestros padres y ancestros. Un simbolismo incomprensible nos esclaviza sin ceremonia. Algunas veces, al despertar recordamos un sueño. De esta forma, excepcionales rayos de intuición iluminan las ruinas de nuestras energías que el tiempo pasa por alto.

No se puede insistir suficiente respecto de la importancia de los sueños. El hecho de que la vida se nos aparezca como una pesadilla más seguido que como un sueño es otro recordatorio de esto.

Cuando la investigación psicoanalítica puso luz sobre la importancia de los sueños, la misma comunidad científica que hoy dicta la narrativa oficial sobre la realidad rápidamente acusó la iniciativa de ser nada más que “un censurable hobby, anticientífico y con una peligrosa tendencia hacia el misticismo”. Vivimos negando un tercio de nuestras vidas. ¿Puede ser esta la reacción del “hombre moderno” contra la exagerada importancia que sus ancestros daban a los fenómenos oníricos?

Reconstruir el pasado no es un tarea que pueda tomarse a la ligera, pero sería un error hacer vista gorda del hecho de que las generaciones que nos preceden soñaron tal como lo hacemos nosotros. Sabemos que prestaban gran atención a los sueños y que en muchos casos eran considerados herramientas prácticas que se utilizaban en la vida cotidiana, algunas veces incluso para “predecir el futuro”. En la Grecia antigua y otras civilizaciones del este, habría sido imposible organizar una campaña militar sin intérpretes oníricos tal como hoy los ejércitos no invaden territorio enemigo sin antes consultar imágenes satelitales.

Alejandro Magno siempre viajó con un comité de onirocríticos. Después de varios días de intentar el asedio a la ciudad de Tiro —en aquellos días todavía una isla— Alejandro estaba a punto de darse por vencido cuando una noche soñó que un sátiro bailaba victoriosamente. Su vidente y onirocrítico más cercano interpretó esto como un buen augurio, lo que le dio a Alejandro la confianza necesaria para atacar una vez más y finalmente conquistar la ciudad.

Quien se haya enamorado mientras duerme, quien haya sido visitado por algún amigo o familiar que ya no existe, o incluso quien se haya despertado de un salto en medio de una angustia abrumadora, etc., jamás cuestionaría el poder de los sueños. Dicen que los sueños vienen del estómago, ¿tenemos una digestión lo suficientemente buena durante el día como para irnos a dormir cada noche y realmente descansar? Un estómago mental lento. Las cosas se mueven rápido y vivimos endeudados, ¿cuántas de esas deudas las pagamos mientras dormimos? Quizá esta es la razón por la que con tanta facilidad también subestimamos los sueños diurnos.

No importa cuánto salario obtengan los trabajadores, este no les permite escapar de su miseria absoluta. La exclusión total de la riqueza objetiva se mantiene como la caracterización esencial de la situación del trabajador bajo el modo de producción capitalista y su causa fundamental es la enajenación de la naturaleza.[4]

Nos acostumbramos a la frustración tan rápido como nos acostumbramos a un trabajo o a relaciones que nos dañan. Nuestros vigilantes son prehistóricos, y cada vez es más fácil sucumbir a la rutina de las razones. Por eso es tan necesario celebrar a los surrealistas de todos los siglos y realizar actos surrealistas en nuestra vida cotidiana. ¿Quién no ha soñado con un mundo mejor? El organismo debe despertar sus capacidades creativas para mantenerse vivo, y los sueños son una fuente inagotable de creatividad. Cualquiera que haya pasado por la Plaza Dignidad, o cualquiera de las otras zonas temporalmente autónomas que brotaron durante la insurrección reciente en Chile, tuvo una experiencia de eso más allá de las palabras.

Qué bien se nos ha dado el encadenarnos al lenguaje. El Ego, por ejemplo, va tirando sus anclas casi siempre a través de narrativas —y de gestos, como hemos visto. Y qué rígidas pueden volverse las cosas cuando se limitan al lenguaje estructurado y estructurante de esas narrativas. Les debemos total devoción y las seguimos como una ley, como el conjunto de reglas interiores que regían a Don Quijote. ¿Qué tan libres somos de salir de nuestra prisión mental? ¿Cuánto tiempo llevamos encerrados?


RB / 2&3Dorm
2 de mayo



[1] Ver Karl Marx’s Ecosocialism de Kohei Saito, disponible en inglés aquí
(https://libcom.org/files/[Kohei_Saito]_Karl_Marx_s_Ecosocialism__Capital,_N(z-lib.org).epub.pdf)
[2] Idem, Saito.
[3] Ver Estudios sobre la utopía en la sociedad arruinada (primera parte), 2&3DORM #2, disponible aquí (http://www.dosytresdorm.org/2&3DNUMERO2_Web.pdf)
[4] Idem, Saito


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