miércoles, 18 de abril de 2018

"Energía Orgásmica. ¿Quién teme a Wilhelm Reich?" (documental)


Una introducción desde el afecto y la crítica compañera
 
Partiendo del hecho de que los seres humanos somos seres sexuales por naturaleza, y de que esta naturaleza se encuentra históricamente alienada o enajenada por la sociedad capitalista, el “científico loco” y “temido” médico psiquiatra y psicoanalista marxista austriaco-estadounidense Wilhelm Reich (1897-1957) tenía razón cuando sostenía que sin revolución sexual no puede haber revolución social y viceversa. Así como también, en que la “economía” debe satisfacer las necesidades y deseos humanos necesidades y deseos sexuales incluidos, no al revés. Y –muy importante–, en que para abolir la opresión, el oprimido ha de empezar por matar al opresor que lleva dentro y nunca más desear ser oprimido ni opresor, ni que otro lo sea, en ningún aspecto de la vida cotidiana. 
 
En tales premisas basaba su “sexpol” o “política sexual” revolucionaria, a partir de los problemas de la vida cotidiana de las masas proletarias, y a contrapelo de derechas e izquierdas y de dictaduras y democracias por igual (desde su persecución por parte del nazismo y su crítica compañera pero profunda a la revolución rusa hasta su persecución por parte del macartismo, entre otros); diríase incluso de manera anárquica. Por eso fue "temido", calumniado, marginado, perseguido, expulsado y encerrado por todos los variopintos enemigos de la libertad, la rebeldía, la curiosidad, el descubrimiento, la creación, el goce, la vida. Por eso fue un revolucionario y un adelantado a su época, algunos de cuyos aportes siguen poseyendo vigencia y potencia.
 
Desde ese punto de vista, la revolución será el carnaval de las y los oprimidos; la liberación de todas las relaciones, las emociones, las pasiones y las energías de la vida en contra de la muerte. Evocando a los situacionistas y en contra de los estalinistas y sus gulags, la revolución será festiva, erótica –mejor dicho, gozosa, humorística, caótica, catártica y apoteósica o no será. Espiral de insurrección y comunización, la revolución proletaria será orgásmica o no será. Y más importante aún: parafraseando a Marx, la revolución comunista liberará y desarrollará al máximo todas las potencialidades físicas e intelectuales de los individuos, asociados y autorregulados libremente como tales.

Sin embargo, es preciso criticar y superar el biologicismo y el pansexualismo freudianos aún presentes en Reich (recordemos que primero fue freudiano y luego marxista), para tener claro que no sólo se trata de liberar o desreprimir la sexualidad en términos de "liberación sexual" y satisfacción orgásmica generalizada (por más placentero que resulte imaginarlo y más aún realizarlo), sino fundamentalmente de transformarla o revolucionarla social y políticamente. Lo que quiere decir, transformar la sexualidad entendida como relación social y de poder entre los diferentes sexos y géneros de la sociedad capitalista patriarcal. Por consiguiente, hoy resulta necesario y justificado dar este importante paso adelante en la teoría y práctica de la revolución sexual. Mas no por el lado postmoderno de Foucault y sus seguidores/as valga aclararlo, sino por el lado del feminismo marxista (Shulamith Firestone, Susan Ferguson, etc.).

Sí, porque por un lado, si bien el capitalismo reprime/sublima la energía sexual/vital humana (que Freud denominó "libido", y Reich "orgón") mediante el trabajo productivo y reproductivo, remunerado y no remunerado, no sólo es la sociedad de la represión, el sacrificio, el aburrimiento y "el antiplacer generalizado", como no sin razón critica el GCI. El capitalismo también tiene su propio modo –y modelo– de entretenimiento y de placer, "caricaturas mercantiles del goce realmente humano" (GCI), p. ej.: hacer del trabajo algo placentero, "el placer de comprar", el deporte (enajenación del juego), las drogas, la pornografía como modelo de relación y placer sexual bajo el "patriarcado productor de mercancías" (Roswitha Scholz). Modo capitalista y patriarcal de producción y reproducción social que se basa en el trabajo doméstico femenino o en la mujer y el género en general como personificación sexualizada del trabajo no remunerado que reproduce la fuerza de trabajo masculina remunerada por y para el Capital. Lo uno es inseparable de lo otro.
 
Por su parte, sobre la base de la abolición del trabajo y, por tanto, de su división social y sexual, en el comunismo no todo va a ser felicidad, sino que también va a haber esfuerzo, dolor y sufrimiento... todo el que humanamente puede producir el crear un nuevo mundo a partir de las entrañas, las contradicciones y las ruinas de este mundo. El comunismo será una comunidad realmente humana, pero no será el paraíso en la tierra.

La diferencia esencial entre lo primero y lo segundo radica en que bajo el capitalismo el deseo y el placer están cosificados, deshumanizados, mercantilizados, mediados, espectacularizados, separados, alienados, fetichizados (los fetichismos sexuales derivan del fetichismo de la mercancía y lo refuerzan). Todo esto, paradójicamente, como parte de una verdadera catástrofe sistémica –o sistema catastrófico– donde la humanidad proletarizada es humanidad sufriente e inclusive sobajada a sub-humanidad por parte del Capital y su Estado. Porque a diario y en todas partes, sobre todo su mitad femenina (las mujeres proletarias), es despojada, explotada, empobrecida, violada, prostituida, encarcelada, traumada, neurotizada, deprimida, envenenada, asesinada, suicidada. 
 
Mientras que, muy por el contrario, en el comunismo ya no gozaríamos ni sufriríamos como bestias de carga, mercancías-hombres/mercancías-mujeres ni átomos consumistas y autodestructivos, sino de manera humana, real, transparente, saludable e integral; como una comunidad de personas libres y sanas, amantes de la vida en plenitud y equilibrio. Lo cual, por si acaso, no excluye sino que transforma el caos y la contradicción propias de la vida, la naturaleza, el universo o el cosmos; así como también, la enfermedad y la muerte. En el comunismo, tendremos otros problemas, otros conflictos, otras soluciones, otros placeres y otros sufrimientos. Nada de lo humano nos será ajeno (Marx dixit), pero hasta entonces también ya habremos transformado lo humano y su concepto o la llamada naturaleza humana, porque ésta no es más que el conjunto de relaciones sociales e históricas.

Por otro lado, porque revolucionar la sexualidad significa –como acierta el feminismo marxista– transformar de base las desiguales relaciones de poder realmente existentes entre hombres y mujeres, hombres y hombres, mujeres y mujeres, adultos y jóvenes, adultos y niños/as, otros géneros… en definitiva, subvertir las relaciones de poder entre los sexos/clases, aboliendo la clase y el género en tanto que categorías producidas por, y reproductoras de, la relación Trabajo/Capital. En consecuencia, la revolución sexual también se trata de la abolición del trabajo, la propiedad privada, la cosificación/explotación mercantil y la dominación entre lxs seres humanxs, en sus múltiples relaciones sexuales/sociales; es decir, en/entre sus cuerpos, mentes y corazones. 
 
Algo de eso ya hay en Reich; pero, el feminismo marxista cuya pionera en este aspecto específico acaso fue Firestone, seguida por Ferguson– lo hizo explícito y lo desarrolló críticamente, yendo más allá de él. Este punto es el que precisamente justifica la presente introducción crítica y superadora a nuestro querido "genio loco" y "temido" Wilhelm Reich. Usando para el efecto, a su vez, el documental ¿Quién teme a Wilhelm Reich? de Antonin Svoboda (2009), que no en vano ha sido eliminado varias veces de YouTube. Así como también, unas citas clave que dan cuenta tanto de su pensamiento como de su influencia, después de esta introducción (ver abajo).

En tal sentido, la recuperación/creación de la comunidad humana real comprenderá necesariamente la abolición del patriarcado, el trabajo doméstico, la familia nuclear, la pareja, el amor romántico, los celos, los crímenes pasionales, la violación, la prostitución, la pornografía, la educación y la ley vigentes. Así como también, la abolición de todos los roles, identidades y comportamientos sexuales tanto normales como “alternativos” propios de esta sociedad mercantil, fetichista, esquizoide y necrofílica (hoy en día, por ejemplo, se dice que en Barcelona y San Francisco ya existe un “capitalismo gay” o "capitalismo rosa". Mientras, por el contrario, también han existido y existen compañeros “maricones” proletarios y revolucionarios en todas partes como, por ejemplo, Mario Mieli o Pedro Lemebel).

Históricamente, como sociedad ya no podemos regresar al comunismo primitivo y matriarcal, ni tampoco “salirnos de este mundo” y formar comunas hippies en el campo, no. Pero, en cambio, con la revolución social/sexual aparecerán nuevas u otras formas de relaciones y de subjetividades sexuales que hoy no nos imaginamos, no comprendemos y mucho menos podemos juzgar con la limitada y limitante moral sexual del mundo burgués-patriarcal-cristiano moderno. Una vez abolida la sociedad mercantil, de clases y de géneros, aquello será la auténtica diversidad en la unidad u organicidad humana liberada y autorregulada: el comunismo sexual y la anarquía relacional. 
 
Comunización anárquica cuyos gérmenes no se hallan en un futuro utópico, sino que ya existen en el seno de las comunidades de lucha y de vida de lxs explotadxs, oprimidxs, reprimidxs, excluidxs de todos los sexos, colores, lugares, edades, gustos, olores y sabores, etc. contra este sistema de dominación y muerte, en su lucha por una vida y una comunidad realmente humanas, y donde lo rico es precisamente su proceso de autonegación/autotransformación como tales y su diversidad. Ello existe como movimiento real y tendencia histórica desde los tiempos rebeldes y "mágicos" de las brujas y los anabaptistas hasta nuestros días donde hay tanta diversidad y tanta miseria sexual a la vez, pasando por la camaradería amorosa entre anarquistas de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la juventud soviética, el naturismo libertario y la liberación sexual de los 60s y 70s.

Porque, en el alfa y el omega de todo, la libido, la pulsión o la energía orgásmica, orgástica, orgónica… en fin, la energía primordial de la Vida es universal y, por lo tanto, común e infinita. Privarla, encadenarla y reprimirla/sublimarla a toda la especie es extinguirla. La vida exige comunizarla. La revolución comunista y anárquica mundial ha de abolir, entonces, todas las cadenas físicas y mentales que hoy impiden su libre y total desenvolvimiento o flujo natural y cósmico en la Tierra para el máximo goce y salud de la especie humana y las demás especies. Cuando el SPK habla de "revolución cósmica y social" tiene en mente a Reich, así como también lo tuvieron en mente las juventudes en la rebelión mundial de 1968, y como lo tenemos en mente hoy en este blog. 
 
***
En la relación con la mujer, como presa y servidora de la lujuria comunitaria, se expresa la infinita degradación en la que el hombre existe para sí mismo, pues el secreto de esta relación tiene su expresión inequívoca, decisiva, manifiesta, revelada, en la relación del hombre con la mujer y en la forma de concebirla inmediata y natural relación genérica. La relación inmediata, natural y necesaria del hombre con el hombre, es la relación del hombre con la mujer. En esta relación natural de los géneros, la relación del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relación con el hombre, del mismo modo que la relación con el hombre es inmediatamente su relación con la naturaleza, su propia determinación natural. En esta relación se evidencia, pues, de manera sensible, reducida a un hecho visible, en qué medida la esencia humana se ha convertido para el hombre en naturaleza o en qué medida la naturaleza se ha convertido en esencia humana del hombre. Con esta relación se puede juzgar el grado de cultura del hombre en su totalidad. Del carácter de esta relación se deduce la medida en que el hombre se ha convertido en ser genérico, en hombre, y se ha comprendido como tal; la relación del hombre con la mujer es la relación más natural del hombre con el hombre. En ella se muestra en qué medida la conducta natural del hombre se ha hecho humana o en qué medida su naturaleza humana se ha hecho para él naturaleza. Se muestra también en esta relación la extensión en que la necesidad del hombre se ha hecho necesidad humana, en qué extensión el otro hombre en cuanto hombre se ha convertido para él en necesidad; en qué medida él, en su más individual existencia, es, al mismo tiempo, ser colectivo. [...]
El comunismo [es la] superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento [autoenajenación] del hombre, y por ello [es la] apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello [es el] retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre [y entre el hombre y la mujer], la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución.
—Karl Marx (1844). "Manuscritos económico-filosóficos"

El problema de la sexualidad, por su propia naturaleza, penetra todos los campos de la investigación científica. Su fenómeno central, el orgasmo, es el núcleo de problemas que surgen en el dominio de la psicología, la fisiología, la biología y la sociología. Difícilmente hay otro campo de investigación científica que pudiera prestarse mejor a una demostración de la unidad del funcionamiento de lo viviente o que nos preservara con mayor seguridad del horizonte estrecho del especialista. La economía sexual se ha convertido en una rama nueva, independiente de la ciencia, con métodos y descubrimientos propios. Es una teoría científica de la sexualidad, basada en descubrimientos experimentales. [...]
Dado que sólo las sensaciones vegetativas de placer son acompañadas por un aumento en la carga de la superficie del cuerpo, la excitación placentera debe ser considerada como el proceso específicamente productivo en el sistema biológico. Todos los demás afectos, tales como el dolor, el fastidio, la angustia, la depresión, así como la presión, son antitéticos a la misma desde el punto de vista de la energía, y, por lo tanto, representan funciones negativas para la vida. En consecuencia, el proceso del placer sexual es el proceso de vida per se. Esto no es simplemente un decir, sino un hecho comprobado experimentalmente. [...]
"Economía sexual'" significa el modo como maneja el individuo su energía bioeléctrica; qué proporción retiene y qué descarga orgásticamente. Debiendo tomar la energía bioeléctrica del organismo como punto básico de partida, se nos abre una nueva vía de acceso a la comprensión de las enfermedades orgánicas.
Las neurosis se nos presentan ahora bajo un aspecto fundamentalmente distinto del que presentan para los psicoanalistas. No son en modo alguno simplemente el resultado de los conflictos psíquicos y fijaciones infantiles sin resolver. Antes bien, esas fijaciones y conflictos causan perturbaciones fundamentales en la economía de la energía bioeléctrica, y por lo tanto enraízan somáticamente. Por esta razón, no es posible, ni defendible, la separación de los procesos psíquicos de los somáticos. Las enfermedades psíquicas son perturbaciones biológicas, que se manifiestan en la esfera somática así como en la psíquica. La base de las perturbaciones es una desviación respecto de los modos naturales de descarga de energía biológica.
La psique y el soma forman una unidad funcional, teniendo, al mismo tiempo, una relación antitética. Ambos funcionan según leyes biológicas. La desviación respecto de esas leyes es el resultado de factores sociales en el medio ambiente. La estructura psicosomática es el resultado de un choque entre las funciones sociales y las biológicas.
La función del orgasmo es el patrón de medida del funcionamiento psicofísico, porque en ella se expresa la función de la energía biológica. [...]
Esta es nuestra gran obligación: CAPACITAR AL ANIMAL HUMANO PARA QUE ACEPTE LA NATURALEZA QUE EXISTE DENTRO DE ÉL, PARA QUE DEJE ESCAPAR DE ELLA Y GOCE LO QUE AHORA TANTO TEME. [...]
El amor, el trabajo libre y el conocimiento son los manantiales de nuestra vida; por lo tanto, deben también gobernarla.

Freud en sus primeros descubrimientos constataba, sin lugar a dudas, que la represión sexual no sólo es patológica sino también causa de incapacidad para el trabajo y la cultura. El mundo entero se puso furioso a causa de la decadencia que amenazaba a las costumbres y a la moral y reprochó a Freud que predicara, queriendo o sin querer, ‘la liberación’, que arruinaría la cultura. [...]
Según Marx, una de las tareas principales de la revolución social es la abolición de la familia. (Con esto, claro está, se refiere a la familia coercitiva.) Lo que Marx había deducido teóricamente partiendo del proceso social tuvo más tarde su confirmación en el desarrollo de la organización social en la Unión Soviética. La antigua familia comenzó a ceder su puesto a una organización que tenía ciertas semejanzas con el antiguo clan de la sociedad primitiva: la colectividad socialista en la industria, en la escuela, en la agricultura, etc. La diferencia entre el antiguo clan y la colectividad socialista estriba en que el primero está fundado sobre la relación de consanguinidad y sobre esa base llega a ser unidad económica, mientras que la colectividad socialista no está fundada sobre la consanguinidad sino sobre la comunidad de función económica; la unidad económica conduce necesariamente a relaciones personales que forman también una colectividad sexual. Asi como en la sociedad primitiva la familia destruía el clan, asi la colectividad económica destruye la familia en el comunismo. El proceso se invierte. Si se sostiene la familia ideológica o estructuralmente, se frena el desarrollo de la colectividad. Si la colectividad es incapaz de superar esta obstrucción, se destruye a sí misma entre las barreras de la estructura familiar humana, como ocurrió con las comunas de jóvenes (véase el capítulo 5). El proceso de las primeras etapas del desarrollo comunista se caracteriza por el conflicto siguiente: colectividad económica que se esfuerza por la obtención de la independencia sexual por un lado, y estructura de los individuos, familiar, dependiente, negadora de la sexualidad por otro lado. [...]
Debemos aprender de la revolución rusa que el aspecto económico de la revolución, la expropiación de los medios privados de producción y la instauración política de la democracia social (dictadura del proletariado) van acompañadas necesariamente de una revolución en las actitudes frente a la sexualidad y en las formas de relación sexual. De la misma manera en que fue claramente comprendida e impulsada hacia adelante la revolución política y económica, debe hacerse con la revolución sexual.
Pero, ¿cuál es el aspecto concreto de este impulso hacia el progreso que sucede al colapso del pasado? Casi nadie sabe lo encarnizada que fue la lucha en Rusia por la «nueva forma de vida», por una vida sexual satisfactoria. [...]
Se olvidaba que la hegemonía del proletariado y la legislación sexual no proporcionaban más que las condiciones exteriores de un cambio en la vida sexual, pero no eran todavía esa vida deseada. Un terreno que se adquiere para la construcción de una casa está todavía lejos de ser la casa misma; la tarea de construirla empieza ahí precisamente. [...]
No se puede reprochar a los dirigentes soviéticos de la época desconocimiento para la solución de estas dificultades. Pero sí hay que reprocharles haber huido de estas dificultades, haber seguido el camino más fácil, no haberse hecho, como revolucionarios, la pregunta sobre el significado de todo cuanto ocurría, haber hablado de revolución de la vida sin buscarla en la vida misma; haber interpretado el caos reinante como un «caos moral» en lugar de atribuirlo a las circunstancias de transición hacia nuevas formas sexuales; y, por último, aunque no con menos énfasis, se les debe reprochar haber rehusado las enseñanzas y experiencias que ofrecía el movimiento alemán de política sexual revolucionaria para la comprensión del problema.
¿Cuáles eran, pues, estas dificultades que aumentando de volumen con el tiempo sofocaron la revolución sexual?
En primer lugar, una revolución sexual no se desarrolla del mismo modo que una revolución económica: su proceso no cabe en leyes o planes sino que tiene lugar en los pequeños detalles de la vida diaria de los individuos con su carga de emociones, tan profundas a veces, tan diversas siempre. Su complejidad y multitud no permite ya dominar el caos sexual recurriendo al tratamiento de los detalles. De esta imposibilidad nace la teoría: «La vida privada impide la lucha de clases; luego, no debe hacer vida privada.» Por supuesto, no se puede dominar el caos intentando resolver cada caso particular; estos problemas deben ser resueltos de manera colectiva y no individual; pero entre las dificultades individuales hay muchas que conciernen a millones de personas. [...]
Por lo tanto, sería un error atribuir el fracaso de la revolución sexual y, en consecuencia, la cultura a la ignorancia y ansiedad sexual por parte de los círculos dirigentes. La agonía de un movimiento revolucionario de tanta pujanza como la revolución sexual soviética debe ser solamente el resultado de obstáculos objetivos determinantes. Podríamos resumirlos así:
1) La fatigosa reconstrucción de una sociedad que pasaba de lo Antiguo a lo Nuevo con el retraso cultural de la vieja Rusia, después de una guerra civil y bajo los efectos del hambre.
2) La ausencia de una teoría de la revolución sexual. No se debe olvidar que la revolución sexual soviética era la primera en su género.
3) La estructura antisexual de los individuos en general, es decir, la forma concreta en que un patriarcado represivo de la sexualidad se ha sucedido a sí mismo durante miles de años.
4) Las complicaciones prácticas de un sector de la vida tan explosivo y variado como lo es la sexualidad. [...]
En la Unión Soviética, había nacido una nueva forma de vida. Era la nueva forma de familia constituida por colectividades de personas sin parentesco de sangre. Excluía el matrimonio antiguo. La cuestión inmediata es saber cómo deberían desarrollarse las relaciones sexuales en comunidades de esta índole. Nosotros no podemos ni debemos predeterminarlo. Todo ló que podemos hacer es seguir de cerca el proceso de la revolución sexual y apoyar sus orientaciones siempre que no sean contrarias a las formas económicas o sociales de una democracia de trabajo. De una manera general, esto significa la absoluta y concreta afirmación de la felicidad sexual; ésta no es posible ni en la monogamia coercitiva ni en las relaciones circunstanciales sin amor e insatisfactorias (la «promiscuidad»). La colectividad soviética excluye el ascetismo y la monogamia coercitiva de por vida como norma. Las relaciones sexuales entran en una fase de condiciones totalmente distintas. La colectividad hace tan polivalentes las relaciones humanas del individuo que ni siquiera se piensa en la posibilidad de una garantía contra un cambio de pareja o contra el desarrollo de relaciones con terceras personas. Sólo si se ha comprendido perfectamente el carácter doloroso y serio de la idea de que la persona amada abrace a un tercero, sólo si se ha experimentado eso, en activa y en pasiva, puede comprenderse que este problema no es económico sino de estructura. En una colectividad en que se encuentran muchachos y muchachas, hombres y mujeres en número igual, existen muchas posibilidades para el cambio de parejas.
Sería omisión peligrosa no intentar comprender y dominar este proceso doloroso de la aparición de un nuevo orden sexual. Ha de comprenderse y dominarse este proceso no a la manera moral, sino afirmando la vida. La juventud soviética ha pagado cara la lección; sus sufrimientos no deberían ser vanos.
La estructura humana debe adaptarse a la vida colectiva. Esta adaptación exigirá, sin duda, la reducción de los celos y del miedo de perder a una persona amada. En general, los individuos son incapaces de independencia sexual; están atados en la pareja con lazos adhesivos, pero sin amor, que les imposibilitan la separación; temen la disolución de la pareja porque, tal vez, no podrán formar otra. Este miedo tiene siempre su fundamento en las tendencias infantiles hacia la madre, hacia el padre, hacia los hermanos y hermanas de más edad. Si la colectividad sustituyera a la familia, no tendría lugar la formación de estos sentimientos patológicos. Así, quedaría eliminado el factor determinante de la postración sexual y aumentarían considerablemente las posibilidades de formar pareja conveniente; no desaparecería, pero se simplificaría mucho el problema de los celos. La capacidad de cambiar de relación duradera sin daño ni sufrimiento es, en realidad, uno de los problemas capitales. La reestructuración humana haría a los individuos capaces de experimentar simultáneamente el amor tierno y el amor sensual genital, capaces de sentir, en plenitud, la sexualidad desde la infancia, es decir, capaces de potencia orgástica. La prevención de los trastornos sexuales, de la neurosis, de la poligamia insatisfactoría, del desgaste sexual en la relación pegajosa, de la sexualidad inconsciente, etc., exigirá esfuerzos considerables. No se trata de decir a los individuos cómo deberían vivir; se trata de educarles de manera que puedan dirigir por sí mismos la vida sexual sin complicaciones sociales peligrosas. Eso presupone, nte todo, el desarrollo de una genitalidad natural no restringida, sino favorecida por la sociedad. Sólo así podrá desarrollarse la capacidad de franqueza entre los dos miembros de la pareja y la capacidad de soportar las emociones de los celos sin recurrir a la violencia. Los conflictos de la vida sexual no pueden ser desterrados, pero se puede y se debe facilitar su solución.
Una coherente prevención social de las neurosis vigilaría para que los individuos no complicaran neuróticamente los conflictos cotidianos inevitables. Si se extendiera a las masas la confianza en la propia sexualidád natural, se estigmatizaría la hipocresía moral como crimen de lesa sociedad. La lucha, el sufrimiento, la sexualidad, son partes integrantes de la vida. Importa mucho que los seres humanos sean capaces de experimentar conscientemente el placer y el dolor, y capaces también de dominarlos. Los individuos así constituidos serían incapaces de esclavitud. Sólo los individuos genitalmente sanos son capaces de trabajo voluntario y de autodeterminación no autoritaria de su vida. En tanto no se haya comprendido esto, fracasará la tarea de reestructuración humana; es más, tampoco habrá sido entendida de manera acertada. La inadaptación de la estructura sexual humana a la vida colectiva conduciría a resultados objetivamente reaccionarios. Fracasará toda tentativa de realizar esta adaptación siguiendo métodos morales y autoritarios. No se puede exigir una disciplina sexual «voluntaría»; existe o no existe. Todo lo que se puede hacer es ayudar a la gente para que pueda realizar el pleno desarrollo de sus capacidades naturales.

W. Reich, ese excelente educador de la juventud [...]
Las revoluciones proletarias serán fiestas o no serán, pues la vida misma que anuncian será creada bajo el signo de la fiesta. El juego es la racionalidad última de esta fiesta: VIVIR SIN TIEMPO MUERTO Y GOZAR SIN TRABAS son las únicas reglas que podrá reconocer.
—Internacional Situacionista (1966). "Sobre la miseria en el medio estudiantil"

Bajo el capital todo lo vital debe ser sacrificado y la vida no es más que un sacrificio. El ser humano ha sido separado de su cuerpo, de su placer, de su sexo, de su energía vital. Siglos y siglos de lo que se llama civilización se han hecho carne y cuerpo. El trabajo, la policía, la familia, la religión, la escuela, la televisión, las prisiones, los hospitales psiquiátricos,... en fin, el Estado, son mucho más que el contexto en que se reproducen, deforman, deshumanizan lo que pretende ser un ser humano; conforman (parte de) esos cuerpos reprimidos, separados, enfrentados. Bajo el capital, el ser humano es incapaz de amar al ser humano, el hombre transformado en enemigo del hombre, llega incluso a reprimir su propia humanidad, su propia pulsión, su propia energía.
La sociedad mercantil hace que los hombres solo se relacionen por medio de las cosas y como propietarios privados de cosas. La sexualidad universalmente enajenada, la impotencia orgástica generalizada, es la concreción palpable de la ausencia de la relación verdaderamente humana en tanto que cuerpos, que totalidad.
Los seres humanos no viven su sexualidad directamente por su vida y su energía, sino a través de todas esas mediaciones hechas cuerpos y de las imágenes espectaculares impuestas por la sociedad. O mejor dicho aún, de esas mediaciones hechas armas y armaduras de esos cuerpos por los cuales el hombre no es más que el lobo del hombre.
La propia sociedad burguesa ha desarrollado su respuesta a esta castración inherente al ciudadano, a esa represión hecha carne que destruye en permanencia la energía de la vida. La misma consiste en la mercantilización de todo lo sexual, se venden mujeres, se venden hombres, se venden niños, se venden imágenes de "felicidad", se venden penes, vaginas, mujeres, hombres de goma...
En cada emergencia revolucionaria del proletariado, al mismo tiempo que pone en cuestión y hace tambalear todo el edificio del Estado burgués, todas las relaciones humanas comienzan a revolucionarse y comienza una verdadera crítica práctica del antiplacer generalizado que es fundamental para que funcione esta sociedad; y recíprocamente, en cada contrarrevolución triunfante o fase de revolución descendente el individualismo y el antiplacer vuelven a hacerse omnipresentes.
Como en cualquier otro aspecto central de la revolución comunista, y en su contra, el enemigo central de la revolución es el reformismo, el conjunto de pequeñas reparaciones para que lo esencial continúe como está. Así, las ideologías del amor libre, de la libertad de cambio en lo sexual, de la realización del placer en plena sociedad capitalista, incluso cuando son algo más que simples métodos de propaganda para vender una cosa o un servicio, tiene por objetivo central el canalizar, desviar, destruir la energía revolucionaria del proletariado.
El goce realmente humano no tiene nada que ver con estas caricaturas mercantiles.
El comunismo, en su afirmación histórica, liberará todo el potencial de goce de la especie humana y al destruir todas las servitudes se constituirá en una sociedad en donde el placer físico y sexual, el goce corporal y orgástico, desarrolle hasta niveles hoy inimaginables, las relaciones humanas, la humanidad del hombre [y la mujer], la especie humana misma. 
—Grupo Comunista Internacionalista-GCI (1989). "Tesis de Orientación Programática" nro. 41
 
Necesitaremos una revolución sexual mucho más amplia que la socialista –y, por supuesto, que la incluya– para erradicar verdaderamente todos los sistemas clasistas. [...]
Al igual que el objetivo final de la revolución socialista no se limitaba a la eliminación de los privilegios de los estamentos económicos, sino que alcanzaba a la eliminación de la distinción misma de clases, el objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse –a diferencia de los primeros movimientos feministas– a la eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar a la distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras.
—Shulamith Firestone (1976). "La dialéctica del sexo: en defensa de la revolución feminista"


Bajo la influencia de "El segundo sexo" de Simone De Beauvoir y la tradición freudo-marxista de la Escuela de Frankfurt (Wilhelm Reich y Hebert Marcuse), Firestone considera que el antagonismo de las clases sexuales impregna todo el curso de la historia. Retoma de Marx y Engels su “[…] método de análisis a la vez dialéctico y materialista”, pero les cuestiona que su interpretación estrictamente económica de la lucha de clases no es capaz de explicar la opresión de la mujer (Firestone, 1976, p. 11). Entiende que existe todo un sustrato sexual en la dialéctica histórica –que Engels apenas entrevió– y que no deriva directamente de la economía. [...]
Su peculiar propuesta se inspira en la proposición freudo-marxista de abolición de la represión sexual –que imbuye la generación del mayo del ’68. También explicita una analogía con la tesis marxista: si la revolución socialista se dirige a la eliminación de la distinción de clases (y no solo a la eliminación de los privilegios de una clase), entonces la revolución feminista se dirige a la eliminación de la distinción misma de sexo (y no solo a la eliminación de los privilegios masculinos).
Firestone articula la revolución feminista con la revolución socialista. Bajo el paralelismo con la revuelta obrera por el control de los medios de producción, plantea la revuelta de las mujeres hacia la confiscación del control de la reproducción. No se restringe a una propuesta de naturaleza sexual; se trata del control de la propiedad de sus cuerpos, del control de las instituciones sociales destinadas al alumbramiento y educación de los hijos, de la dependencia del hijo respecto a un grupo y no la madre. Su intención radical corre junto a una perspectiva de totalidad. “Necesitaremos una revolución sexual mucho más amplia que la socialista –y, por supuesto, que la incluya– para erradicar verdaderamente todos los sistemas clasistas.” (Firestone, 1976, p. 22). Da prioridad a las reivindicaciones específicamente feministas, cuestionando a las “políticas” (feministas de izquierda) que subordinan estas demandas a “la Gran Lucha” contra el capitalismo (Firestone, 1976, p. 47). El feminismo radical surge como el correlato teórico de esta práctica del feminismo como práctica no subsidiaria (Amorós, 2014). [...]
Firestone (1976, p. 185) encuentra en el amor romántico “[…] el amor corrompido por su contexto de poder –el sistema de clases sexuales […].” Al ahondar en La cultura del romance amoroso –en el siguiente capítulo así titulado– trata de cómo el romanticismo se ha desarrollado para asentar la supremacía masculina, agudizándose a medida que la mujer se libera de los constreñimientos biológicos que la hacen clase sexual dependiente. “El romanticismo no es más que un instrumento cultural del poder masculino, cuya finalidad es mantener a las mujeres en la ignorancia de su condición.” (Firestone, 1976, p. 186).
La feminista radical articula su crítica teórica al romanticismo al plano político de la revolución sexual. Identificando en el erotismo uno de los pilares del amor romántico, propone eliminarlo como tal, preguntándose: “¿Por qué toda la alegría y excitación ha sido concentrada y unificada en una parcela estrecha y difícil de alcanzar de la experiencia humana, dejando baldío todo lo demás?” (Firestone, 1976, p. 196). La eliminación del erotismo tal como lo conocemos sería sustituido por una redifusión del goce sexual.

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