Las citas compañeras que publico a continuación ponen de manifiesto la importancia de "lo psicológico" en la sociedad capitalista y, por lo tanto, en la lucha social anticapitalista.
Esencial y originalmente, la praxis o actividad humana es una sola unidad o totalidad, tal como lo es la humanidad o comunidad humana que la realiza. El capitalismo es la sociedad de la separación y la alienación en el sentido de que, a partir del aparecimiento de la propiedad privada y el intercambio mercantil, todas las actividades humanas han sido (auto)alienadas y separadas entre sí como si fuesen diferentes "instancias", "esferas" o "campos" con supuesta "autonomía relativa": la economía, la psicología, la sexualidad, la política, la ciencia, el arte, la cultura, el deporte, la religión, etc. La modernidad capitalista también funciona sobre la base de la separación entre "lo privado" y "lo público" o entre "lo personal" y "lo político", con toda la esquizofrenia, hipocresía y machismo que aquello comporta.
Por su parte, el movimiento anticapitalista moderno también le dio mayor importancia a "lo político" y a "lo económico", seguramente a causa de aquel esquema mental marxista de "base y superestructura"; despreciando, en consecuencia, a "lo psicológico" o "lo personal" como si de algo "secundario" y hasta ausente se tratase, seguramente por considerarlo "individualista" y "pequeñoburgués" o, en su defecto, aduciendo que eso es "personal" o "de cada uno".
En efecto, en el llamado "medio revolucionario" no pocas veces se sacrificó y se sacrifica lo humano en nombre de "la revolución" o "la causa" y, peor aún, en nombre de "el partido" o "la militancia". Aparte de no lograr salir de la derrota histórica como clase, el resultado de este politicismo racional y de esta alienación militantista (que en esencia no se diferencia de la alienación religiosa: secta política = secta religiosa), ha sido el debilitamiento del propio "medio revolucionario" debido a problemas y conflictos precisamente de carácter personal o psicológico: vacíos, complejos, resentimientos, decepciones, deserciones, conflictos, rupturas, traumas, abandonos, desviaciones, traiciones, crímenes e incluso suicidios. Reproduciendo de esta manera la separación y la alienación del sistema que inicialmente se proponía combatir y derrocar.
Con razón Reich, Horkheimer y Marcuse llegaron a la polémica y también injustamente despreciada conclusión de que, junto con las causas económicas y políticas, una de las causas principales del fracaso de la revolución proletaria y del triunfo de la contrarrevolución burguesa durante el periodo 1917-1923 y la 2da Guerra Mundial (1939-1945), fue el mantenimiento de una estructura psicológica de carácter autoritario, patriarcal, conservador, reprimido/represor e incluso reaccionario por parte de las propias masas proletarias y no sólo de sus dirigentes (bolcheviques y fascistas por igual). De allí su propuesta hasta ahora necesaria y vigente de "revolución sexual" y "revolución cultural".
Mientras que para el periodo 1968-1977, fueron la Internacional Situacionista, Camatte, Cesarano y principalmente la Antipsiquiatría quienes aportaron valiosas observaciones específicas al respecto, señalando las condiciones y las tendencias de la lucha unitaria de la humanidad proletarizada-precarizada-psiquiatrizada contra la dominación real y total del Capital, a fin de imponer una crisis general revolucionaria y la "dictadura de las necesidades" y deseos humanos; algo así como una insurrección y una comunización de la sociedad toda: abolición generalizada y violenta de la propiedad privada, el trabajo asalariado y la mercancía, así como también de la cárcel, el manicomio, el hospital, la escuela y la familia. Planteando en la práctica y en la teoría, pues, una revolución total o integral, es decir de todos y cada de los aspectos de la sociedad y la vida cotidiana, sin separaciones: desde lo económico hasta lo sexual, pasando por lo político y lo psicológico. Después de años de esta lucha proletaria literalmente "a por todo" en todas partes, venció de nuevo la contrarrevolución capitalista.
En cualquier caso y definitivamente, el peor y más letal enemigo del oprimido que se rebela es el opresor que el propio oprimido lleva dentro de sí mismo ("¡Escucha, hombrecito, escucha!" ¡Y despierta!) La autoalienación social es inseparable de la autoalienación personal. Lo económico-político es inseparable de lo psicológico-cultural. Por lo mismo, la transformación revolucionaria es objetiva y subjetiva, exterior e interior, material y espiritual al mismo tiempo.
Urge, entonces, reconocer e integrar "lo psicológico" o "lo personal" dentro de la consciencia y la acción del movimiento social real que niega y suprime el orden de cosas vigente; dentro de la actividad autoconsciente y antagonista del proletariado -cada vez más precarizado- para autoemanciparse del yugo capitalista -cada vez más catastrófico. Dejar de concebirlo y tratarlo como "algo" separado, "secundario", "privado" y tabú. Hoy en día, en tiempos de subsunción real de la vida toda dentro del Capital, "capitalismo emocional", psiquiatrización de la vida cotidiana, "sociedad farmacrática", "Estado terapéutico", y depresión/ansiedad y suicidio generalizados, resulta evidente que en el "frente psicológico" también hay mucha lucha y transformación que realizar, de manera inseparable de todos los otros "frentes de lucha".
Así pues, teniendo a la Totalidad de la Vida como punto de partida y de llegada, la "crítica unitaria" y revolucionaria de este mundo necesariamente implica una crítica teórica y práctica del psiquismo humano, la psicología y la psiquiatría del Capital, o no es tal. La transformación social también es y debe ser subjetiva, es decir de los sujetos y las subjetividades; lo cual es inseparable de la transformación de las condiciones materiales y situaciones sociales en que les ha tocado vivir hasta ahora a esos sujetos.
Por lo tanto, junto con la lucha por todas y cada una de las necesidades humanas contra las necesidades inhumanas del Capital-Estado-Cárcel-Hospital Psiquiátrico, es vital asumir los problemas psicológicos de y entre los proletarios, en general, y de y entre los militantes revolucionarios, en particular, para poder asumirlos, trabajarlos y superarlos de manera colectiva e individual. Luchar y sanarse juntos. Autotransformarse personal e interpersonalmente. Cuestionar y cambiar los contenidos y las formas de cómo nos sentimos, nos pensamos, nos comportamos y nos relacionamos con y entre nosotros/as mismos/as, en todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana. Trama de subjetividades y relaciones humanas que se va tejiendo y transformando en el seno de la lucha contra las relaciones y las subjetividades capitalistas.
Todo esto, sin caer en el psicologismo, que es el otro extremo del economicismo y es igual de falso; criticando y superando tanto el politicismo racional que ha practicado la izquierda moderna del Capital, como el gestionismo emocional que practica la izquierda postmoderna del Capital; y, principalmente, haciendo de la autonomía, la sensibilidad, la consciencia (mediante la experiencia y la meditación), la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo (el cual incluye desde techo y comida hasta comunicación y afecto) las herramientas principales.
He aquí lo que debería entenderse por autotransformación/autoemancipación psicológica o subjetiva; la cual debería ser parte, a su vez, de la autoemancipación total o autoliberación integral (un concepto que aclararemos próximamente) del proletariado con respecto al Capital.
He aquí también lo que implica o debería implicar una comunidad de lucha real, constituida por subjetividades e intersubjetividades "anormales" y revolucionarias, auténticamente humanas. Autonomía y comunidad espiritual del proletariado, diría Pannekoek. Asumiendo todas las debilidades y contradicciones a superar que contiene tal movimiento real de negación y destrucción del orden de cosas vigente, tachado como "loco" y hasta como "criminal" por esta sociedad y su Estado, porque sabe que no es dueño de su vida y entonces se lanza a luchar a contracorriente por recuperarla en todo sentido; no en vano en los caóticos y catárticos episodios de revuelta social es donde reemerge la salud mental de las y los proletarios revoltosos.
De hecho, sólo la "locura" proletaria colectiva que, sin miedos ni tapujos, se asume y lucha como tal a fin de autoabolirse, puede abolir la gran enfermedad de la humanidad llamada capitalismo, valor o fetichismo de la mercancía; al mismo tiempo que puede recuperar, sanar, liberar y comunizar toda la energía de la vida humana, natural y cósmica... integral. Reich y el SPK lo comprendieron y lo asumieron en la práctica antes que nosotros y nos legaron ese camino a seguir... De lo contrario, el "medio revolucionario" seguirá cometiendo las mismas incoherencias, los mismos errores y las mismas tragedias que ha cometido hasta el momento en este aspecto "secundario" que, en realidad, es de vida o muerte.
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«La negativa a formar un grupo que delimitara un interior y un exterior permitió a los que se encontraban en La Vieille Taupe ir hacia una coherencia común que otros poseían, sobre todo, sobre el papel. En esta comunidad teórica y práctica, una cierta dinámica estaba en marcha, que ponía a todos en pie de igualdad al tiempo que integraba diferentes capacidades y matices de opinión. Esta colectividad, a la que llamaremos por comodidad La Vieille Taupe, avanzaba poco a poco, asociando cada vez más a los que aprobaban la acción comprometida, sin tener que acordar un "programa" o una "plataforma". Pero, por supuesto, si uno proponía tal acción para esto o aquello, era porque uno pensaba que tenía en común algo más que un deseo de acción. La VT no intentó hacerse un nombre por sí misma: nuestras acciones fueron nuestra firma. La actividad común se basaba en un consenso que a menudo se experimentaba como estimulante: había cosas que hacer y decir y a menudo nos entendíamos muy rápidamente. La ausencia de un voto, de juridismo, daba la sensación de una actividad cercana a lo que uno puede considerar como comunista. La psicología, la discusión de los estados de ánimo y la influencia de los caracteres y de los “problemas” afectivos, fueron rechazadas.
Esta forma de organización fomentaba la irresponsabilidad. Un texto criticable podía ser difundido, tomarse una iniciativa dañina, sin hacer las reservas o rectificaciones necesarias, ya que no había una existencia definida. El individuo más activo, Pierre Guillaume, fue, por lo tanto, el menos controlado por la actividad común. En cuanto a la ausencia de psicología, si a veces lo pensamos con melancolía cuando vemos en qué sopa nos bañamos muchos de nosotros, al ver cuánta importancia cobran los comportamientos temperamentales en la evolución posterior y en las rupturas que la han jalonado, no debemos olvidar que esa negativa fue en parte una ceguera que a veces nos llevó a tolerar comportamientos que no apoyaríamos hoy [ego, individualismo, competencia, autoritarismo, violencia patriarcal, relaciones tóxicas, autodestrucción y hasta suicidio].» - “Le roman de nos origines”, La Banquise [Gilles Dauvé y compañía], n° 2 (1983).
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«Una vez que la psicología de masas ha sido subsumida por el movimiento social del capital, integrada en el modo de vida subsumido en la producción de capital, la completa autotransformación individual se convierte en una condición efectiva del proceso de transformación social. El principio de que el libre desarrollo individual es la condición del libre desarrollo colectivo se convierte ahora en una necesidad inmediata e imperativa, al igual que el planteamiento de que la apropiación consciente de las fuerzas productivas de la totalidad social actual exige de los individuos su desarrollo autónomo como individuos totales, al nivel necesario para desarrollar esa apropiación. Las cosas han llegado a un punto en el que la liberación de las cadenas espirituales constitutivas de la sociedad actual se ha convertido en una condición tan indispensable que, sin ella, todos los intentos de desarrollar una praxis revolucionaria individual o colectiva son vanos y acaban en la degeneración. Un punto en el que, el despertar de las necesidades, energías y capacidades de los individuos a través de las acciones de masas se revela continuamente insuficiente a corto y medio plazo para generar minorías revolucionarias lo suficientemente amplias y consistentes como para poder catalizar la emergencia de una conciencia revolucionaria. Y esto se debe a que no sólo la ruptura con la cosmovisión dominante y la vida alienada se ha hecho más compleja, sino a que la teoría revolucionaria ha quedado completamente desfasada respecto a estas tareas; ello se expresa, a su vez, en la debilidad e impotencia teóricas, y no sólo prácticas, de los individuos y grupos que intentan retomar el proyecto revolucionario e impulsar en tal dirección a la clase.
El problema, pues, puede resumirse en la necesidad de unir el proceso de transformación y el de autotransformación, la liberación exterior y la liberación interior, de integrar el desarrollo de la autonomía proletaria en su aspecto material y su aspecto espiritual, entendiendo la praxis revolucionaria como una totalidad en proceso en la que se integra lo social y lo personal, lo físico y lo psíquico, y no sólo el pensamiento y la acción sociales. [...]
Tradicionalmente, se ha puesto más énfasis en la capacidad del movimiento obrero para resistir a las presiones del capitalismo que en su capacidad de autodesarrollo, e igualmente se ha considerado que era la consecución de mejoras y derechos sociales lo que consolidaba su conciencia de clase (independientemente de la importancia dada al antagonismo y a la lucha sociales como factor constitutivo inicial de esa conciencia y del movimiento mismo en conjunto).
Semejantes concepciones se oponen al desarrollo de una praxis integrada, a la unidad de conciencia y acción, que es el eje mismo del pensamiento marxiano y de toda la praxis revolucionaria proletaria. Pues al proletariado toda ilusión o falsa conciencia sobre su acción le resulta siempre en un obstáculo a la efectividad de la misma y en un factor regresivo para su movimiento, tendente a conducirle -a través de derrotas- de nuevo a posiciones anteriores de mayor sometimiento e inconsciencia. Esto ocurre porque el movimiento proletario tiene su motor en la articulación de la cooperación de l@s proletari@s mism@s, de sus propias capacidades como fuerza productiva de su movimiento, a diferencia de la revolución burguesa, que encontraba su motor en el desarrollo autonomizado de la acumulación de capital. La autonomía proletaria sólo puede ser una creación consciente, y esta es la diferencia cualitativa que la separa desde el principio de todas las formas de praxis revolucionaria anteriores -además del hecho de que sólo pueda constituirse en oposición a todas las formas de explotación y opresión sociales, que se han convertido en apéndices o expresiones de la dominación del capital. Pero incluso este carácter salvaje, opuesto a toda dominación, de la autonomía proletaria, sólo puede afirmarse en la medida en que es una autonomía consciente, una praxis fundada en la autoconciencia de la clase como tal, o sea, su constitución en clase para sí. [...]
La lucha social ha de entenderse como un proceso interior y exterior a la vez. La lucha social no sólo cambia la conciencia, al alterar la interrelación efectiva entre el sujeto y sus condiciones de existencia. Cambia también la sensibilidad, ya que exige una atención activa al presente y que ésta vaya unida a la propia actividad transformadora. Implica, para ser sostenible, el desarrollo de una autoactividad psíquica integrada (ciclo gestáltico) que, a su vez, supone la emergencia de los conflictos irresueltos, de nuevas necesidades, de los potenciales del individuo y, en general, el desarrollo de una verdadera autoconciencia. La lucha social y el desarrollo personal no discurren, pues, separados, y su presente escisión es un resultado de la sociedad alienante y la causa misma de que la propia lucha social transcurra en formas alienadas. El restablecimiento de su unidad es, por lo tanto, una condición para el desarrollo de un movimiento revolucionario capaz de superar la sociedad actual. Al mismo tiempo, la lucha revolucionaria proletaria es la única forma en que la unidad liberadora de lo social y lo personal puede desarrollarse; porque sólo desde esta perspectiva se llega a comprender de qué modo la alienación social y la alienación psicológica son las dos caras de la autoalienación humana a través del trabajo.» - Roi Ferreiro, “Resistir, despertar y rehacernos” (2007)
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