Madrid, 2007
Índice
DOS PRÓLOGOS..................................................7
ENAJENADXS....................................................19
Enajenadxs #1..................................................19
Enajenadxs #2..................................................47
Enajenadxs #3 .................................................77
Enajenadxs #4 .................................................93
Enajenadxs #5................................................119
Enajenadxs #6 ...............................................129
Enajenadxs #7................................................160
Enajenadxs #8 ...............................................179
Enajenadxs #9................................................189
Teoría del Control............................................233
SALUD MENTAL Y CONTROL SOCIAL....................233
ALIENACIÓN Y DESENCUENTRO.........................239
APUNTES SOBRE LA NECESIDAD Y EL DESEO DE
PEGARLE FUEGO A LA POSTMODERNIDAD ............258
MENORES......................................................269
MENORES DE EDAD Y SALUD MENTAL..................269
EL CONTROL DESDE NIÑOS..............................296
SABERES PRÁCTICOS.........................................311
FALSAS PROMESAS: ¿MEDICAMENTOS CONTRA LAS
ENFERMEDADES MENTALES?.............................311
CONTRIBUCIÓN DESDE RADIO NIKOSIA....................351
LA NORMALIDAD...........................................351
ANTIPSIQUIATRÍA Y COMPRENSIÓN DE LA ENFERMEDAD
MENTAL.....................................................354
PODER. PELIGRO. —EXPERIENCIAS— ASÍ EMPEZÓ TODO
..............................................................355
A TODOS ELLOS........................................361
UN EPÍLOGO...................................................365
***
SOBRE MOTIVOS Y CONVICCIONES O EL POR QUÉ DE ESTE LIBRO
«Algunas conductas reputadas como anormales serían precisamente la expresión de la norma social sin las trampas ni coartadas que la normalidad social establece.»
J.V. Marques
«Quien cambia los términos, declara la guerra.»
C. Rochefort
Supongo que el sentido de este libro hay que buscarlo en cada uno de los motivos de la gente que le hemos echado ganas para que saliera adelante.
A modo de prólogo, yo sólo puedo hablar de aquellos que me han movido a mí para participar en este proyecto. Y no es una tarea fácil, porque este libro me pareció, desde que empezó a rondar la idea de sacarlo, algo incuestionablemente necesario. Y cuando algo es necesario, se sabe necesario y se siente necesario, resulta difícil argumentar su necesidad. Cuando algo se vive como convicción, intentar explicar por qué se está tan convencida en unas pocas páginas supone una capacidad de síntesis de la que considero que carezco.
El primero de esos motivos es que a penas existen materiales recientes sobre este tema y quienes se acercan ahora por primera vez a la crítica y denuncia al Sistema de Salud Mental, siguen recurriendo a las mismas publicaciones y recursos que quienes nos interesamos por el tema hace diez años: los legados de la antipsiquiatría de los setenta y algunas publicaciones y experiencias muy concretas de los ochenta y los noventa.
Y, para quienes lo hacen desde una perspectiva libertaria, entendiendo la lucha contra la psiquiatrización de la sociedad como parte fundamental en la lucha contra el Sistema, creo que no es pretencioso ni equivocado afirmar que las únicas herramientas teóricas disponibles en el Estado son los diez números de Enajenadxs.
Sé que habrá quien piense que Enajenadxs, sobre todo alguno de sus números, tiene poco de teoría y mucho de «vómito emocional» o ejercicio catártico, que es más poesía que invitación a la acción; personalmente creo que no han entendido nada...
En Política de la experiencia R.D. Laing afirma que «la elección de una sintaxis y de un vocabulario son actos políticos que definen y circunscriben la manera en que los hechos deben ser concebidos». Hay muchas cosas que no pueden ser explicadas mediante la sintaxis y el vocabulario de quienes pretenden marginarlas o ignorarlas. Por eso, donde otros ven «vómito emocional», encontramos un intento de subvertir el modo en que algunos hechos han de concebirse, una explicación desde la propia experiencia, indescriptible mediante otros códigos. Esto es, una invitación a la comprensión, la reflexión y la acción: una herramienta teórica.
Al reunir los fanzines en una sola publicación (he aquí otro de mis motivos para considerar necesario este libro) se facilita, de alguna manera, la comprensión del peso teórico que tienen. Y, al mantener su orden cronológico, es posible discernir la evolución de la reflexión y la crítica que posibilitan esa teoría, que alcanza en el número siete (el número negro) su completa realización.
Cualquier teoría es herramienta para una práctica y, si bien con la publicación de Enajenadxs no se logró la revuelta que se promueve en sus textos —la destrucción del entramado psiquiátrico y psiquiatrizante y de las relaciones viciadas y mercantilizadas que subyacen y posibilitan este entramado, que facilitan el funcionamiento del Tinglao, y hacen de la locura o alienación una condición necesaria y una consecuencia inevitable del mismo—, yo sí veo algunas consecuencias prácticas, aunque a una escala mucho más pequeña: un cambio en la concepción que muchos individuos tienen de ciertos hechos, a saber, la locura y el orden psiquiátrico.
Con esta publicación y la actividad de algunos colectivos durante los noventa, la lucha contra el Sistema de Salud Mental recuperó un hueco en los espacios libertarios del estado español del que carecía desde el apogeo de la antipsiquiatría en los años setenta. Aunque es cierto que las acciones se limitan, generalmente, a la organización de jornadas o charlas puntuales sobre el tema.
Tengo una visión particular, y seguramente discutible, sobre por qué, a diferencia de lo que ocurre con otras luchas concretas como la anticarcelaria o la liberación animal, la lucha antipsiquiátrica no termina de verse como elemento fundamental en la lucha contra el Sistema y toda forma de dominación:
Frente a la obviedad y la brutalidad de la represión carcelaria y la explotación de otras especies, el entramado psiquiatrizante actúa de forma sutil, disfrazando el control de cuidado y ejerciendo dicho control desde el momento en que nacemos y en todas las esferas que componen lo cotidiano: nuestra vida más íntima, nuestros deseos, nuestra forma de relacionarnos... El loco, a diferencia de la presa, no transgrede una ley explicita creada por el Sistema e impuesta a los individuos, sino que será castigado por no adaptarse a una normalidad que nos venden como natural —como ocurre con todo aquello que sirve o beneficia al orden establecido— y fuera de la que muchos, también dentro de los movimientos que se oponen al Sistema, no sabemos manejarnos.
El enemigo no es en este caso tan evidente. No hay un nosotros y un ellos tan obvio: ¿Las familias? ¿La industria farmacéutica? ¿Los profesores y educadoras? ¿Los psiquiatras? ¿Las psicólogas? ¿Nosotros mismos como compañeros, amigas, amantes, hermanos...? ¿La propia cabeza de quien sufre?
Una vaca no ha hecho nada para pasar su vida en cautividad y acabar en un matadero. El preso lo es por defender unas ideas y llevarlas a la práctica, por oponerse a las leyes del Poder. Pero, ¿por qué petan algunas cabezas? ¿Por qué sólo algunos y no todos si la educastración y el control social bajo el que vivimos es el mismo? ¿Qué hacer ante el dolor del otro? Si llegase a compartirlo, a comprenderlo, ¿enloquecería yo también?
Junto a la recopilación de los textos de Enajenadxs hemos incluido otros, más o menos recientes, sobre algunas cuestiones relacionadas con la llamada Salud Mental: la psiquiatrización de los menores, la relación entre las llamadas disciplinas psi y el control social, el uso y abuso de psicofármacos y la denuncia al entramado económico que lo sostiene, testimonios de etiquetados como enfermos mentales, algunos recursos útiles para afrontar —llegado el caso— una terapia o un internamiento psiquiátrico... a fin de arrojar un poco más de luz sobre el funcionamiento de este entramado y evidenciar la necesidad de oponernos a él, aunque no seamos «enfermas» ni personas sensibilizadas con el tema por nuestra profesión o por la situación de alguien cercano.
El orden psiquiátrico se nos impone a todos, no sólo a quienes cruzan la delgada y difusa línea que separa la cordura de la locura, y lo hace de una forma descarada... hasta para currar de teleoperadora es necesario «superar» algún tipo de prueba psicológica... El poder tiene demasiadas caras, y el poder de las psiquiatras, psicólogos, educadoras y otros «carceleros de mentes» rara vez es desenmascarado. Disfrazadas de Ciencia, de salud mental, de apoyo y buenas intenciones, desarrollan sus prácticas represivas al servicio de una normalidad que apesta.
Que estos textos se editen y difundan es otro de esos motivos por los que considero necesario este libro.
Sabemos que estos textos no son todos los que hay (1), que —aunque no muchos más— existen otras personas implicadas en esta lucha y otras experiencias, otras voces que merecen ser oídas.
Hablaba más arriba del desarrollo de algunas publicaciones y colectivos durante los ochenta y los noventa, herederos directos de la antipsiquiatría de los setenta. Algunos de estos colectivos ya no existen como tales, otros han tomado un «camino diferente» —por decir de alguna manera suave que puede ser que estén metidos hasta el cuello en prácticas muy parecidas a las que criticaban hace unos años—, y quedan quienes continúan trabajando en la difusión de estas ideas y su puesta en práctica. A estos últimos, tanto a los que han participado en este libro como a los que no: muchas gracias.
Creo que este libro es necesario porque esta lucha sigue siendo necesaria.
En el psiquiátrico de Trieste (Italia) un muro reza: «La Libertad es Terapéutica». Creo que este libro se hace eco de esa pintada, y creo que para hacer Libertad hace falta mucho más que unas cuantas —contadas— publicaciones y un par de jornadas anuales.
Luco. Agosto 2006
Notas:
***
«[...] Los tiempos cambian, la rabia crece. No somos dueñ*s de nuestras vidas y lo sabemos. Eso nos convierte en proletarios. Para los verdaderos dueños de nuestra existencia no somos más que loc*s, mercancías, trabajadores precarios, vándalos, inadaptad*s, drogadict*s, vag*s, estudiantes sin presente ni futuro, putas, subproductos. No les interesamos, ya no pueden darnos trabajo y apenas podemos consumir. Mientras ellos se ponen de acuerdo en cómo gestionar este sistema, nosotr*s agonizamos en sus hospitales, en las universidades, en los manicomios, en las fábricas-almacenes-tiendas-oficinas-etc., en las calles, en la cárcel... en los dominios del viejo mundo. Paso a paso vamos aprendiendo de nuestros errores, y de los pocos aciertos que hemos cometido...
Somos supervivientes del Sistema de Salud Mental, fuimos y somos psiquiatrizad*s, y hemos tomado una determinación: PREFERIMOS ESTAR FURIOS*S A ESTAR TRISTES. Nos hemos decidido a enfadarnos en un mundo en donde palabras como consenso, diálogo o tolerancia se encuentran revestidas de un halo sagrado. Parece que nadie se atreve a preguntarse quién sacó a escena esta colección de anatemas. Sin embargo, no es excesivamente difícil dar con la respuesta... las personas se dividen en decididores y ejecutantes, en explotadores y explotados, la Máquina basa su funcionamiento en esta división de los papeles. La condición siguiente que hace que no se pare, que no sufra ningún percance, es la siempre necesaria paz social. Sin ella, la articulación entre los que deciden y los que hacen sería imposible. Por eso se hace necesario que l*s pisad*s toleremos, dialoguemos y alcancemos consensos con quienes nos pisan. Aceptarlo es señal de sentido común, civismo y talante democrático... lo contrario es lo propio de l*s violent*s, l*s salvajes y l*s enferm*s mentales. Lo único que podemos hacer es asumir nuestra condición y tirar a dar.
L*s chic*s mal*s están enfadad*s, quieren ajustar cuentas y sonríen junto a las hogueras. No pedirán perdón ya nunca más.
BeS.O.S.»Enajenadxs #3. Atrévete a Enfadarte. Año 17 de la Era Orwell [2001] —Primavera—
***
«Como psiquiatrizados en lucha, entendemos que el todo social tiene por eje la Norma. La relación de los sujetos con ella comienza desde los primeros años de vida, y no sólo a través de las instituciones de la familia o la escuela, cada vez la medicación con psicofármacos es más temprana: no es nada extraño ver a los médicos recetar tranquilizantes, como si fueran caramelos, a los niños más «revoltosos». Sin embargo, entendemos que existe un punto clave (que frecuentemente se produce en las cercanías de la adolescencia, pero que no tiene porqué ser siempre así) en el que una gran parte de la gente se plantea que hay algo en la Realidad que no acaba de convencerle a uno; a menudo, se llega a esta situación a partir de la mirada de los propios padres... esta suele mostrar que este mundo no es tan estupendo, que la vida no es necesariamente el don tan hermoso que tantas veces nos han repetido. Cuando la duda va tomando forma a base de ostias [golpes], de sufrimientos varios, desilusiones, palos y desesperanza, se suelen abrir dos caminos: por un lado, la autodestrucción con todas sus variantes (drogas, suicidio, ostracismo voluntario, etcétera), y por el otro, la inmersión —por un camino o por otro— en las redes del Sistema de Salud Mental. Así, te sueles ver, sin acabar de saber cómo, en una consulta de la sanidad pública, en el gabinete de algún terapeuta de los mil pelajes diferentes que ofrece el mercado o directamente atado a una camilla en la sección de psiquiatría de algún hospital. Llegados aquí, suelen pasar dos cosas: bien uno es reducido médicamente y vuelve a incorporarse al funcionamiento social como si casi nada hubiera sucedido (lo cual suele ser más difícil cuanto más intenso ha sido el choque con la Norma), bien uno se introduce en esa espiral crónica (como se suelen encargar de recordarnos los médicos: «Dadas sus características, no deberíamos obsesionarnos con hablar de curarse, sino más bien de poder alcanzar un nivel de vida lo más grato posible») de caídas-recaídas, medicación y encierro involuntario. Cuando un sujeto que ha llegado hasta este punto se plantea la necesidad de hacer la guerra a la sociedad y su tirano concepto de normalidad, cuando un psiquiatrizado se declara a sí mismo —sin el beneplácito de ningún pastor revolucionario— psiquiatrizado en lucha, enfrentándose a los fármacos, a las órdenes judiciales o a la sucia autoridad científica, se afirma como sujeto revolucionario en este desierto de homogeneidad y desencanto.
La situación en la que se encuentra el psiquiatrizado en lucha, es la de ser contradicción andante del Tinglado. Es el que dice: los amos a veces se equivocan, sus pronósticos y sus teorías científicas no valen un carajo: estoy aquí, no estoy muerto ni drogado, he vivido y vivo los infiernos de la Máquina y quiero ajustar cuentas. Aquí el sistema ha perdido su aire de inocencia, y ya es imposible que pueda nunca recuperarlo. Ya no tiene nada con lo que seducirle a uno. La democracia se presenta como la vieja ramera desdentada y cubierta de maquillaje que es. Robada la salud, uno ya no quiere mercancías-chucherías, sino simple y llanamente venganza [y emancipación]. He aquí la posibilidad de traer de nuevo el conflicto despojado de cualquier ansia reformista, de los discursos ciudadanistas y socialdemócratas triunfantes en nuestros días. Se inaugura un campo de batalla viejo como la historia del mundo. La Norma contra el loco al que no le da la puta gana morirse. Esta sociedad tan perfecta, tan inquebrantable y seductora, tiene pues un enemigo que la ha visto desde dentro y desde fuera, que no reproduce los comportamientos asignados, un fantasma que aguarda a la vera de los caminos con los dientes apretados.
Sabemos cómo funcionan los engranajes de nuestra ruina, ahora es necesario hacer de cada uno de nosotros un estratega. Desde luego, nos encontramos en una posición privilegiada: no nos comprarán subiéndonos los salarios, no nos callarán prestándonos espacios ni infraestructuras, no pueden negociar con nosotros por la sencilla razón de que ni siquiera nos pueden ver. El odio está demasiado dentro y no será fácil de extirpar.
No queremos hacer promesas de un mundo mejor. Queremos Otra Cosa, y eso supone incendiar el presente. Hasta entonces, no le encontramos sentido a especular más allá. No tenemos nada que vender, no pretendemos convencer a nadie.
No hemos llegado solos al dolor, nos caímos porque nos empujaron. Un mundo nos arrastró hasta el agujero, y un mundo pagará por ello.»Enajenadxs #7. En defensa de la anormalidad. Marzo, año 19 de la Era Orwell [2003].
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