martes, 14 de enero de 2025

La Depresión como Trinchera del Capitalismo: La Conformidad que Domestica la Rebelión

Comunismo Gótico, diciembre de 2024

La depresión, ese malestar que carcome el espíritu y aplasta la voluntad, no es un accidente ni un defecto individual: es un arma del capitalismo. En esta época de alienación consumada, donde la vida misma es reducida a mercancía, la depresión no solo es un síntoma, sino un campo de batalla donde las clases dominantes consolidan su victoria. No se trata solo del cuerpo abatido o de la mente silenciada, sino de la captura del deseo, la erosión de la imaginación y la mutilación del espíritu rebelde.

La conformidad, ese hábito dócil de aceptar la opresión como paisaje cotidiano, es la aliada más fiel del capitalismo. En lugar de quemar los templos del mercado o derribar las catedrales de la burocracia, millones se entregan a una resignación pasiva, donde la política se convierte en espectáculo y la vida en rutina. Los conformes no son solo espectadores; son colaboradores silenciosos, piezas del engranaje que perpetúa este sistema inhumano. Cada momento en que la resignación sustituye a la rebeldía es un pequeño triunfo para las clases dominantes.

La depresión política, en particular, es el fruto podrido de la victoria ideológica del capital. Es el momento en que las utopías se marchitan, las luchas se desvanecen, y la esperanza parece un lujo obsoleto. En lugar de ser el preludio de una rebelión furiosa, la depresión se convierte en el foso donde las mentes críticas se ahogan. El capital ha logrado transformar la desesperación en parálisis, el desencanto en pasividad. La promesa de un mañana distinto queda encerrada en el loop [bucle] infinito de un presente sofocante.

Pero la depresión, aunque parezca el fin de toda rebeldía, contiene una paradoja. Su existencia revela el malestar estructural, el fracaso del capitalismo para crear vidas dignas. Es, por tanto, un síntoma que grita: ¡esto no funciona, esto no es vida! Sin embargo, en manos del capital, ese grito es silenciado, medicalizado, o estetizado, convirtiéndose en un producto más para ser consumido: pastillas, terapias individualistas, o narrativas que romantizan la tristeza mientras evitan su politización.

La verdadera lucha consiste en arrebatarle la depresión al capitalismo, transformarla en furia organizada, en rechazo radical. No se trata de romantizar el sufrimiento ni glorificar la angustia, sino de comprender que tras la pasividad impuesta existe un potencial subversivo. Cada instante de desesperación puede ser el germen de una nueva revuelta, si logramos destruir la narrativa que convierte el malestar en conformidad.

La depresión no es rebelde mientras permanezca encapsulada en la individualidad; se convierte en resistencia solo cuando se colectiviza, cuando se transforma en un grito de guerra contra el sistema que la produce. Es urgente dejar de aceptar la depresión como un refugio apolítico y comenzar a reconocerla como un campo de lucha. Porque mientras nos hundimos en el pantano de la pasividad, las clases dominantes celebran su victoria y afilan sus armas para la próxima batalla.

Rechacemos la resignación. Hagamos de la depresión un arma, no un refugio. El capitalismo debe pagar por cada lágrima derramada, cada sueño frustrado y cada mente atrapada. La única salida es la revuelta.

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lunes, 13 de enero de 2025

Capitalismo y Depresión: una Mirada desde Giorgio Cesarano y Mark Fisher

Tomado de Comunismo Gótico, región mexicana, noviembre de 2024 

 
La depresión es una sombra que se extiende en el mundo moderno, una condición que parece responder a causas tanto individuales como sociales. Para Giorgio Cesarano y Mark Fisher, sin embargo, esta interpretación es insuficiente. Ambos piensan que el capitalismo es mucho más que una estructura económica: es un sistema que determina cómo pensamos, sentimos y, finalmente, cómo vivimos. La depresión, en este sentido, no es simplemente un desajuste interno; es un síntoma que delata la alienación impuesta por una economía que ha colonizado la vida humana.

La Máquina Capitalista y la Colonización de la Vida

Giorgio Cesarano, en Apocalisse e Rivoluzione, describe el capitalismo como una “máquina social” que va más allá de la simple explotación del trabajo humano. El capital tiene un apetito voraz y totalizador que no se conforma con extraer valor económico de los recursos naturales y la fuerza de trabajo; quiere cada minuto de nuestra vida, cada aspecto de nuestra personalidad y cada uno de nuestros deseos. Según Cesarano, esta "dominación real del capital" convierte nuestras propias vidas en elementos subordinados, en recursos extractivos. La depresión, vista bajo esta luz, no es un fallo personal, sino una respuesta racional a un entorno que aliena al individuo, reduciendo su existencia a una rutina de trabajo y consumo.
 
Mark Fisher, en Realismo capitalista, complementa esta visión al hablar de la "privatización del estrés". Según él, el capitalismo contemporáneo ha convencido a los individuos de que sus problemas —incluida la depresión— son fallos personales, mientras oculta el rol que el sistema juega en su creación. La carga emocional, el estrés y la ansiedad son desplazados desde lo social a lo individual, convirtiendo los síntomas de un problema estructural en aparentes disfunciones privadas. Fisher sostiene que la depresión se ha convertido en un fenómeno tan omnipresente en la cultura capitalista precisamente porque el sistema ha arrebatado cualquier espacio de verdadera autonomía.

La Prótesis de la Felicidad y el Vacío

 
Ambos autores perciben que el capitalismo ha intervenido directamente en cómo experimentamos el bienestar y la felicidad, construyendo lo que Fisher denomina “un sistema antidepresivo.” En este sistema, cada vez que una persona experimenta un momento de tristeza, su respuesta inmediata no es preguntarse por las causas profundas, sino consumir: antidepresivos, entretenimiento, redes sociales, o una combinación de todos estos. La depresión, en lugar de ser una señal de que algo va mal en la vida de uno y en la sociedad, se convierte en una falla técnica que debe ser "arreglada" rápidamente. Esto forma parte de lo que Cesarano llama la "prótesis del capital": extensiones artificiales de la vida que despojan de sentido a la existencia humana, anestesiando el malestar en lugar de curarlo.
 
Fisher, por su parte, sostiene que este sistema capitalista de felicidad superficial es en realidad una forma de control que evita que el malestar se convierta en rebeldía. La depresión se convierte en una respuesta comprensible en un mundo donde la realidad misma ha sido vaciada de propósito. Según Fisher, lo que el capitalismo ha logrado no es liberar al individuo, sino atraparlo en un ciclo constante de insatisfacción, que es amortiguado momentáneamente por las ilusiones de consumo. La depresión, en este contexto, revela la “fricción” entre el deseo humano de sentido y el sistema capitalista que lo priva de profundidad.

La Colonización del Tiempo y el Futuro Robado
 
Ambos pensadores destacan el rol del tiempo como un recurso capitalizado. Cesarano expone cómo el capital ha colonizado el tiempo de vida mismo, reduciendo las jornadas a la mera producción y relegando al ser humano a un papel de "trabajo muerto". Fisher añade que esta colonización del tiempo ha generado una crisis existencial: el capitalismo no solo ha transformado el presente, sino que ha robado la posibilidad de imaginar un futuro distinto. En el realismo capitalista, ya no es viable siquiera concebir un sistema alternativo. La falta de un horizonte diferente agrava la desesperanza, lo cual, según Fisher, alimenta un ciclo de resignación y depresión.
 
Para Cesarano, la vida que se ha vuelto “máquina” carece de la vitalidad y la espontaneidad que caracterizan la verdadera existencia humana. La depresión, entonces, surge como un reflejo de la esterilidad de una vida atrapada en una rutina impuesta y sin espacio para la creatividad o la expresión genuina. Este sistema, que transforma a las personas en engranajes de una estructura ajena, asfixia cualquier intento de buscar sentido fuera de su lógica de producción.

Más Allá del Síntoma: La Depresión como Rebeldía Potencial
 
Lo que es fascinante en ambos autores es que no ven a la depresión únicamente como un síntoma de desajuste, sino como una señal de un problema más profundo y, potencialmente, como un rechazo silencioso al sistema. Fisher propone que la depresión puede ser una forma de protesta no verbal, un reflejo de que el mundo actual no es suficiente, y que el individuo, aunque no lo sepa conscientemente, está en búsqueda de algo más auténtico. En este sentido, la depresión contiene un potencial revolucionario: señala la necesidad de un cambio radical en las estructuras sociales que definen el significado de nuestras vidas.
 
Para Cesarano, la emancipación de esta dominación capitalista pasa por una reconexión con lo orgánico, con el cuerpo y con la vida en sus formas no mediadas. Esto no significa una utopía simplista, sino una ruptura con el dominio que ejerce la "prótesis del capital" sobre nuestras vidas. Fisher complementa esta idea al sugerir que debemos recuperar la capacidad de imaginar un futuro diferente, una vida donde el bienestar no esté supeditado al consumo y donde el tiempo humano no sea únicamente tiempo de trabajo.

La Depresión como una Llamada a la Emancipación

Para Cesarano y Fisher, la depresión no debe ser entendida únicamente como un estado mental, sino como un síntoma de una sociedad enferma. La depresión es, en este contexto, una consecuencia de vivir en un mundo donde el capital exige todo nuestro tiempo y energía, dejándonos exhaustos y vacíos. Al mismo tiempo, para ambos autores, esta misma condición puede convertirse en el punto de partida para cuestionar el sistema que la genera.
 
Así, la depresión, más que un problema individual, es un reflejo de un malestar generalizado que podría impulsarnos a buscar un modo de vida más auténtico. Para Fisher, esto significa un esfuerzo por imaginar un nuevo horizonte fuera del “realismo capitalista”. Para Cesarano, implica romper la dependencia de la “máquina social” y reintegrarnos a una vida más orgánica y plena. Ambos autores invitan a mirar la depresión no solo como un padecimiento, sino como un impulso para descubrir lo que se necesita cambiar en el mundo y en nosotros mismos.


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