lunes, 16 de marzo de 2020

Contagio social: guerra de clases microbiológica en China – Chuang

Este artículo tiene el mérito de analizar y explicar en su totalidad y a profundidad las causas, características y consecuencias del actual "fenómeno coronavirus", ya que analiza y explica la articulación de la esfera económica (producción agroindustrial y mercado mundial) con la esfera biológica (epidemiología, microbiología y ecología); y la articulación de éstas, a su vez, con la esfera social (condiciones sociales materiales, reproducción de la vida cotidiana y lucha de clases), la esfera psicológica (pánico social y autorreflexión precaria) y la esfera política (intervención brutal y torpe del Estado en todas las esferas de la vida social, a través de la salud pública, los medios de comunicación, el transporte colectivo y la policía). Tomando en cuenta, además, en lo que a producción de plagas y epidemias sobre el proletariado se refiere, la geografía y la historia del sistema mundial capitalista, desde una perspectiva materialista y comunista radical.
Por eso se trata de un análisis total o integral de una realidad viva o en movimiento, que critica y supera tanto las "teorías de la conspiración" y el racismo anti-chino hoy en boga, como las teorías parciales y sesgadas que no articulan todas las esferas de la vida (desde los biologicistas hasta los economicistas), en especial las teorías que ignoran, no comprenden o de plano encubren las relaciones entre el coronavirus y el capitalismo y la lucha de clases en todos los aspectos de la existencia humana. En suma, este artículo científico del colectivo «Chuang» (publicado en inglés el mes pasado y traducido al español a inicios de este mes) es un análisis objetivo, riguroso, serio y completo (multifactorial) que critica y supera toda "explicación" ideológica sobre este fenómeno, sin perder la perspectiva de clase revolucionaria, y viceversa. Todo esto, desde China, la primera potencia mundial que cuando estornuda contagia al resto del planeta.
Texto clave en tiempos de pandemia, contagio, paranoia y control social, crisis, austeridad, revuelta y cuarentena; es decir, en tiempos de enfermedad generalizada y malestar social, mejor dicho, en tiempos en que el capitalismo se desnuda como la sociedad enferma, catastrófica, putrefacta y convulsa que en realidad es.
Es interesante anotar finalmente que, aparte de la cuarentena vista como una huelga de masas indirecta, pacífica e inconsciente, en algunos países (China, Italia, España, Brasil) en estos momentos ya están ocurriendo huelgas, motines y fugas masivas de algunos sectores de la humanidad proletarizada en defensa de su vida y en contra del estado de excepción sanitario que ha sido impuesto a nivel mundial; esto es, manifestaciones de la enfermedad usada como arma peligrosa y efectiva contra el mismo sistema capitalista que la produjo. (LP, Quito, marzo 2020)

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«El brote ha sido culpado incorrectamente de todo, desde la conspiración y/o la liberación accidental de una cepa de virus del Instituto de Virología de Wuhan —una afirmación dudosa difundida por los medios sociales, particularmente a través de publicaciones paranoicas en Facebook de Hong Kong y Taiwán, pero ahora impulsada por medios de comunicación conservadores e intereses militares en Occidente— hasta la propensión de los chinos a consumir tipos de alimentos «sucios» o «extraños», ya que el brote de virus está relacionado con murciélagos o serpientes vendidas en un «mercado mojado» semilegal especializado en vida silvestre y otros animales raros (aunque ésta no fue la fuente definitiva). Ambos temas principales exhiben el evidente belicismo y orientalismo común en los reportajes sobre China, y varios artículos han señalado este hecho básico. Pero incluso estas respuestas tienden a centrarse sólo en cuestiones de cómo se percibe el virus en la esfera cultural, dedicando mucho menos tiempo a indagar en la dinámica mucho más brutal que se oculta bajo el frenesí de los medios de comunicación.

Una variante un poco más compleja comprende al menos las consecuencias económicas, aunque exagera las posibles repercusiones políticas por efecto retórico. Aquí encontramos los sospechosos habituales, que van desde los políticos estándar matadragones bélicos hasta los que se aferran a la perla derramada del alto liberalismo: las agencias de prensa, desde la National Review hasta el New York Times, ya han insinuado que el brote puede provocar una «crisis de legitimidad» en el PCCh, a pesar de que apenas se percibe el olor de un levantamiento en el aire. Pero el núcleo de la verdad de estas predicciones está en su comprensión de las dimensiones económicas de la cuarentena, algo que difícilmente podría perderse en los periodistas con carteras de acciones más gruesas que sus cráneos. Porque el hecho es que, a pesar de la llamada del gobierno a aislarse, la gente puede verse pronto obligada a «reunirse» para atender las necesidades de la producción. Según las últimas estimaciones iniciales, la epidemia ya provocará que el PIB de China se reduzca a un 5 % este año, por debajo de su ya de por sí débil tasa de crecimiento del 6 % del año pasado, la más baja en tres décadas. Algunos analistas han dicho que el crecimiento en el primer trimestre podría disminuir en un 4 % o menos, y que esto podría desencadenar algún tipo de recesión mundial. Se ha planteado una pregunta impensable hasta ahora: ¿qué le sucede realmente a la economía mundial cuando el horno chino comienza a enfriarse?

Dentro de la propia China, la trayectoria final de este evento es difícil de predecir, pero el momento ya ha dado lugar a un raro proceso colectivo de cuestionamiento y aprendizaje de la sociedad. La epidemia ha infectado directamente a casi 80 000 personas (según la estimación más conservadora), pero ha supuesto una conmoción para la vida cotidiana bajo el capitalismo de 1 400 millones de personas, atrapadas en un momento de autorreflexión precaria. Este momento, aunque lleno de miedo, ha hecho que todos se hagan simultáneamente algunas preguntas profundas: ¿qué me sucederá a mí? ¿A mis hijos, a mi familia y a mis amigos? ¿Tendremos suficiente comida? ¿Me pagarán? ¿Pagaré la renta? ¿Quién es responsable de todo esto? De una manera extraña, la experiencia subjetiva es algo así como la de una huelga de masas, pero una que, en su carácter no-espontáneo, de arriba hacia abajo y, especialmente en su involuntaria hiperatomización, ilustra los enigmas básicos de nuestro propio presente político estrangulado de una manera tan clara como las verdaderas huelgas de masas del siglo anterior dilucidaron las contradicciones de su época. La cuarentena, entonces, es como una huelga vaciada de sus características comunales pero que es, sin embargo, capaz de provocar un profundo choque tanto en la psique como en la economía. Este hecho por sí solo la hace digna de reflexión.

[...] Por supuesto que el capitalismo es culpable, pero ¿cómo se interrelaciona exactamente la esfera socioeconómica con la biológica, y qué tipo de lecciones más profundas se podrían sacar de toda la experiencia?

En este sentido, el brote presenta dos oportunidades para la reflexión. En primer lugar, se trata de una apertura instructiva en la que podríamos examinar cuestiones sustanciales sobre la forma en que la producción capitalista se relaciona con el mundo no-humano a un nivel más fundamental: en resumen, el «mundo natural», incluidos sus sustratos microbiológicos, no puede entenderse sin referencia a la forma en que la sociedad organiza la producción (porque, de hecho, ambos no están separados). Al mismo tiempo, esto es un recordatorio de que el único comunismo que vale la pena nombrar es el que incluye el potencial de un naturalismo plenamente politizado. En segundo lugar, también podemos utilizar este momento de aislamiento para nuestro propio tipo de reflexión sobre el estado actual de la sociedad china. Algunas cosas sólo se aclaran cuando todo se detiene de forma inesperada, y una desaceleración de este tipo no puede evitar hacer visibles tensiones previamente ocultas. A continuación, pues, exploraremos estas dos cuestiones, mostrando no sólo cómo la acumulación capitalista produce tales plagas, sino también cómo el momento de la pandemia es en sí mismo un caso contradictorio de crisis política, que hace visibles a las personas los potenciales y las dependencias invisibles del mundo que les rodea, al tiempo que ofrece otra excusa más para la extensión creciente de los sistemas de control en la vida cotidiana.»

«[...] ¿Puede decirse que los mismos procesos económicos tienen alguna complicidad en este brote en particular?

La respuesta es sí, pero de una manera diferente. Una vez más, Wallace señala no una sino dos rutas principales por las que el capitalismo ayuda a gestar y desatar epidemias cada vez más mortales: la primera, esbozada anteriormente, es el caso directamente industrial, en el que los virus se gestan dentro de entornos industriales [hacinados, sucios y paupérrimos] que han sido totalmente subsumidos en la lógica capitalista. Pero el segundo es el caso indirecto, que tiene lugar a través de la expansión y extracción capitalista en el interior del país, donde virus hasta ahora desconocidos son esencialmente recogidos de poblaciones salvajes y distribuidos a lo largo de los circuitos mundiales de capital. Por supuesto, ambos no están totalmente separados, pero parece ser el segundo caso el que mejor describe la aparición de la epidemia actual. En este caso, el aumento de la demanda de los cuerpos de animales salvajes para el consumo, el uso médico o (como en el caso de los camellos y el MERS) una variedad de funciones culturalmente significativas construye nuevas cadenas mundiales de mercancías en bienes «salvajes». En otros, las cadenas de valor agroecológicas preexistentes se extienden simplemente a esferas anteriormente «salvajes», cambiando las ecologías locales y modificando la interfaz entre lo humano y lo no-humano. 

El propio Wallace es claro al respecto, explicando varias dinámicas que crean enfermedades peores a pesar de que los propios virus ya existen en entornos «naturales». La expansión de la producción industrial por sí sola «puede empujar a los alimentos silvestres cada vez más capitalizados hacia lo último del paisaje primario, desenterrando una mayor variedad de patógenos potencialmente protopandémicos». En otras palabras, a medida que la acumulación de capital subsume nuevos territorios, los animales serán empujados a zonas menos accesibles donde entrarán en contacto con cepas de enfermedades previamente aisladas, todo ello mientras que estos mismos animales se están convirtiendo en objetivos de la mercantilización ya que «incluso las especies de subsistencia más salvajes están siendo enlazadas en las cadenas de valor de la agricultura». De manera similar, esta expansión empuja a los humanos más cerca de estos animales y estos ambientes, lo que «puede aumentar la interfaz (y la propagación) entre las poblaciones silvestres no-humanas y la ruralidad recientemente urbanizada». Esto le da al virus más oportunidad y recursos para mutar de una manera que le permite infectar a los humanos, aumentando la probabilidad de una propagación biológica. La geografía de la industria en sí nunca ha sido tan limpiamente urbana o rural de todos modos, así como la agricultura industrial monopolizada hace uso tanto de las explotaciones agrícolas a gran escala como de las pequeñas: «en la pequeña propiedad de un contratista [una granja industrial] a lo largo de la orilla del bosque, un animal de alimentación puede atrapar un patógeno antes de ser enviado a una planta de procesamiento en el anillo exterior de una gran ciudad. 

El hecho es que la esfera «natural» ya está subsumida en un sistema capitalista totalmente mundial que ha logrado cambiar las condiciones climáticas de base y devastar tantos ecosistemas precapitalistas que el resto ya no funciona como podría haberlo hecho en el pasado. Aquí reside otro factor causal, ya que, según Wallace, todos estos procesos de devastación ecológica reducen «el tipo de complejidad ambiental con el que el bosque interrumpe las cadenas de transmisión». La realidad, entonces, es que es un nombre equivocado pensar en tales áreas como la «periferia» natural de un sistema capitalista. El capitalismo ya es global, y también totalizante. Ya no tiene un borde o frontera con alguna esfera natural no-capitalista más allá de él, y por lo tanto no hay una gran cadena de desarrollo en la que los países «atrasados» sigan a los que están delante de ellos en su camino hacia la cadena de valor, ni tampoco ninguna verdadera zona salvaje capaz de ser preservada en algún tipo de condición pura e intacta. En su lugar, el capital tiene simplemente un interior subordinado, que a su vez está totalmente subsumido en las cadenas de valor mundiales. Los sistemas sociales resultantes —incluyendo todo, desde el supuesto «tribalismo» hasta la renovación de las religiones fundamentalistas antimodernas— son productos totalmente contemporáneos, y casi siempre están conectados de facto a los mercados globales, a menudo de forma bastante directa. Lo mismo puede decirse de los sistemas biológico-ecológicos resultantes, ya que las zonas «salvajes» son en realidad inmanentes a esta economía mundial tanto en el sentido abstracto de dependencia del clima y los ecosistemas conexos como en el sentido directo de estar conectados a esas mismas cadenas de valor mundiales.» 

«Sin embargo, a un nivel más profundo, lo que parece más fascinante de la respuesta del Estado es la forma en que se ha llevado a cabo, a través de los medios de comunicación, como una especie de ensayo general melodramático para la plena movilización de la contrainsurgencia nacional. Esto nos da una idea real de la capacidad represiva del Estado chino, pero también pone de relieve la incapacidad más profunda de ese Estado, revelada por su necesidad de confiar tanto en una combinación de medidas de propaganda total desplegadas a través de todas las facetas de los medios de comunicación y las movilizaciones de buena voluntad de la población local que, de otro modo, no tendría ninguna obligación material de cumplir. Tanto la propaganda china como la occidental han hecho hincapié en la capacidad represiva real de la cuarentena: la primera de ellas como un caso de intervención gubernamental eficaz en una emergencia y la segunda como otro caso más de extralimitación totalitaria por parte del distópico Estado chino. La verdad no dicha, sin embargo, es que la misma agresión de la represión significa una incapacidad más profunda en el Estado chino, que en sí mismo está todavía completamente en construcción.

Esto en sí mismo nos ofrece una ventana para contemplar la naturaleza del Estado chino, mostrando cómo está desarrollando nuevas e innovadoras técnicas de control social y respuesta a la crisis capaces de ser desplegadas incluso en condiciones en las que la maquinaria básica del Estado es escasa o inexistente. Esas condiciones, por su parte, ofrecen un panorama aún más interesante (aunque más especulativo) de cómo podría responder la clase dirigente de un país determinado cuando una crisis generalizada y una insurrección activa causen averías similares incluso en los Estados más robustos. El brote viral se vio favorecido en todos los aspectos por las deficientes conexiones entre los niveles de gobierno: la represión de los médicos «denunciantes» por parte de los funcionarios locales en contra de los intereses del gobierno central, los ineficaces mecanismos de notificación de los hospitales y la prestación extremadamente deficiente de la atención sanitaria básica son sólo algunos ejemplos. Mientras tanto, los diferentes gobiernos locales han vuelto a la normalidad a ritmos diferentes, casi completamente fuera del control del Estado central (excepto en Hubei, el epicentro). En el momento de redactar este texto, parece casi totalmente aleatorio qué puertos están en funcionamiento y qué locales han reanudado la producción. Pero esta cuarentena de bricolaje ha hecho que las redes logísticas de larga distancia entre ciudades sigan perturbadas, ya que cualquier gobierno local parece ser capaz de impedir simplemente el paso de trenes o camiones de carga a través de sus fronteras. Y esta incapacidad a nivel de base del gobierno chino le ha obligado a tratar con el virus como si fuera una insurgencia, jugando a la guerra civil contra un enemigo invisible.

[...] La conducta de la represión ofrece entonces una extraña lección para quienes tienen la mente puesta en la revolución mundial, ya que es, esencialmente, un simulacro de reacción liderada por el Estado.»

«[...] A medida que la crisis secular del capitalismo adquiera un carácter aparentemente no-económico, nuevas epidemias, hambrunas, inundaciones y otros desastres «naturales» se utilizarán como justificación de la ampliación del control estatal, y la respuesta a esas crisis funcionará cada vez más como una oportunidad para ejercer nuevas herramientas no probadas para la contrainsurgencia. Una política comunista coherente debe comprender ambos hechos juntos. A nivel teórico, esto significa comprender que la crítica al capitalismo se empobrece cuando se separa de las ciencias duras. Pero en el plano práctico, también implica que el único proyecto político posible hoy en día es el que es capaz de orientarse en un terreno definido por un desastre ecológico y microbiológico generalizado, y de operar en este estado perpetuo de crisis y atomización.

[...] El contagio es social. Por lo tanto, no debe sorprender que la única manera de combatirlo en una etapa tan tardía es librar una especie de guerra surrealista contra la sociedad misma. No se reúnan, no causen el caos. Pero el caos también se puede construir en el aislamiento. Mientras los hornos de todas las fundiciones se enfrían hasta convertirse en brasas que crepitan suavemente y luego en cenizas heladas, las muchas desesperaciones menores no pueden evitar salir de esa cuarentena para caer juntos en un caos mayor que un día, como este contagio social, podría ser difícil de contener.»



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* Chuang (que puede traducirse aproximadamente como «libérate; ataca, carga; rompe las líneas enemigas; actúa impetuosamente»), es un grupo de comunistas radicales chinos que critican tanto el «capitalismo de Estado» del Partido "Comunista" Chino como la versión neoliberal de los movimientos de «liberación» de Hong Kong. En su sitio web publican, además de los artículos de su blog, una revista temática que ya tiene una edición en inglés, centrada en el análisis crítico del capitalismo y las luchas proletarias en la China de hoy día. Todo lo cual puede consultarse aquí. (Nota ampliada de Artillería Inmanente, traductor del artículo al español, 3 de marzo de 2020.)

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