Nota de LP: Publico el siguiente artículo in extenso porque es simplemente excelente. Y sólo me limito a resaltar con negrita los párrafos que me parecen centrales y sintetizadores del mismo. Se trata de una crítica de la riqueza -y su obscenidad-, la pobreza -mejor dicho, la pauperización-, el desempleo o la desocupación, la desvalorización (capitalista y humana), la futilidad e inutilidad, la angustia, la violencia, la resistencia y hasta la insurrección (inseparable, en este caso, de la comunización), desde la perspectiva de la Nueva Crítica del Valor (Kurz, Jappe, etc.); es decir, desde la crítica del fetichismo de la mercancía y la alienación, una "crítica categorial" o radical, no sólo de la economía política, sino de la sociedad burguesa en su totalidad, tanto en sus aspectos "objetivos" o económicos como "subjetivos" o psicológicos. Para efectos de este blog, me interesa destacar la crítica que Shandl hace del capitalismo como el sistema de la violencia y la angustia organizadas, y de la desocupación laboral y la pobreza como causas de la desvalorización humana que conduce a lxs proletarixs precisamente a la angustia, la desesperación, la violencia, la autodestrucción o el suicidio. Pero, sobre todo, destacar su crítica al capitalismo como una sociedad en la cual, de manera inhumana, despótica y dogmática, reina el valor o el fetichismo de la mercancía; y entender éste, a su vez, como enfermedad mental social o psicopatología generalizada consistente en la cosificación-mercantilización-mistificación de las relaciones entre seres humanos (Marx, SPK, Soler), es decir como alienación o enajenación humana; y, por lo tanto, entender la insurrección y la "descomercialización y desmonetarización de las relaciones sociales" (comunización) que él propone, como "la gran negación" (Marcuse) y superación dialéctica e histórico-concreta de tal enfermedad o enajenación humana llamada sociedad capitalista de clases y fetiches: ¡revuelta y revolución social para recuperar la salud mental, la vida, la humanidad misma!
***
Obscenidad y Riqueza
Franz Schandl (Grupo Krisis-Alemania)
Comencemos en Belo Horizonte. Cada vez que un buen amigo,
que desde hace algunos años vive en Brasil, visita Austria, necesita
acostumbrarse de nuevo al hecho de poder caminar por las calles de noche
sin ser molestado. En Belo Horizonte un paseo así es
prácticamente imposible. ¿Qué nos dice esto? ¿Se trata de un pasado? ¿Un
mundo paralelo? ¿O acaso el futuro? ¿Es posible que aquí [en Austria]
puedan darse condiciones tan violentas como las que existen en otras
regiones y ya se han convertido en cotidianidad? Pienso que el estrato
de civilización es delgado y debajo yacen la vida y la violencia en
total desnudez.
El capitalismo es una relación de violencia, incluso y precisamente
cuando la violencia no se manifiesta abiertamente. Con esto no se alude
tanto a la relación entre dominadores y dominados, sino más bien a una
violencia omnipresente, ubicada sobre la totalidad de la sociedad a la
que impregna, sobre todo allí donde ha logrado pacificarla con
mercancías y donde la violencia no necesita hacer ostentación. Donde más
violento es el capitalismo es donde la violencia no es percibida
exteriormente porque se ha apoderado de la esencia más profunda de los
sujetos. Los que se dominan, no se sienten más dominados. Su estado es aquel al que se le ha arrebatado la capacidad de percepción, la sensibilidad de los sentidos.
Abundancia y riqueza
La pobreza es violencia estructural, la pauperización es la forma en que se fija su trazo que alcanza a ciertos estratos de la sociedad capitalista como si fuese un destino. Aun cuando a nivel individual algunos puedan escapar de la pobreza, los múltiples pobres nunca lo lograrán. Ellos son parte del espacio económico global. Los pobres son la selección sistemática de los menos valuados. Padecen de falta de capacidad de mercado, lo cual es sinónimo de debilidad inmunológica social.
No es la riqueza la que produce la pobreza, sino que ambas son
momentos de los procesos de (re)valorización del capital, de los cuales
resultan. Aunque en apariencia su posición difiera tanto, favoreciendo a
quienes la ostentan y perjudicando a esos cuyo trabajo constituye su
sustancia, es la consecuencia de posibilidades y demandas objetivas y
subjetivas, realizadas o precisamente no realizadas, de la sociedad
capitalista. La riqueza económica significa el logro en la estructura
dada, mientras que la pobreza es el fracaso en ella y por ella. Algunos
pueden arreglarse económicamente, a otros los desarreglan.
En tanto, hay riquezas y riquezas. La riqueza capitalista es una
riqueza de mercancías y dinero. En última instancia se trata de una
sentido limitado y abstracto de riqueza. La riqueza en sí misma es la
superabundancia de vida. Habitar en un entorno agradable, comer y beber
bien, amar y gozar, cultivar relaciones, ocuparse de lxs niñxs y amigxs,
tocar música, leer, viajar, vagar, hacer trabajos manuales y
corporales, no estar solx o abandonadx, apoyar y ser apoyadx, todo eso
puede y podría caracterizar el vivir. De todo eso uno nunca puede
recibir demasiado. Ernst Lohoff escribe: “La riqueza humana puede
determinarse con mayor aproximación como riqueza de potenciales y de
relaciones. La riqueza de una sociedad podría entonces medirse en tanto
permita a sus miembros desarrollar sus potencias proporcionándoles las
condiciones para que las realicen y perfeccionen. La riqueza apunta a
la plenitud o sea a la liberación de limitaciones y carencias”1.
La riqueza se torna obscena precisamente allí donde concurre con la
miseria de muchos, es decir, donde abre una discrepancia. Herbert
Marcuse: “La sociedad es obscena en tanto y en cuanto produce una
abundancia asfixiante de mercancías y las exhibe impúdicamente, mientras
que afuera se les roba a sus víctimas las posibilidades de desarrollar
su vida; obscena porque ellos están repletos al igual que sus basureros,
mientras que envenena y arrasa con los escasos comestibles en las
regiones de su agresión; obscena en las palabras y risas de sus
políticos y sus entertainers, en sus oraciones, en su ignorancia y en la sabiduría de los intelectuales que mantiene” 2. La obscenidad de la riqueza se corresponde con la obscenidad de la pobreza que con ella se produce.
Al interior y al exterior
Wolfgang Pohrt expresa: “La provocadora impudicia de la nueva riqueza, su aspereza, sirve para intimidar a las masas empobrecidas, cuyos miembros no son mejores que los ricos”3. Sin duda alguna, ellos quieren ni más ni menos que estar en otra posición. Estar fijado en eso y fracasar en ello es lo que caracteriza a muchos de los perdedores del bienestar y asimismo conforma los cimientos para definir otras condiciones de exclusión y encauzar su deseo exclusivamente hacia las leyes del mercado. El sujeto opera y avala el juego de inclusión y exclusión, si bien quiere excluir, pero no ser excluido. Avala algo contra lo que él mismo desea ser protegido.
El reformismo social de las organizaciones obreras fue el intento
(otrora exitoso) de reaspirar la exclusividad de la riqueza hacia los
centros, por lo menos a nivel de los estados-nación. Eso fue lo que
había una vez. El capitalismo, entendido aquí como (re)valorización
lograda, está él mismo en una crisis fundamental, no se distingue más
por su integración, sino por su desintegración.
El desmontaje social actúa como cuando al enfermo se le quitan los
medicamentos. Lo que les da poder (adquisitivo) se les quita o se les
reduce la dosis. Su dependencia del mercado y el estado los coloca en
una situación desesperante. Ahora llegó la hora de los placebos. A veces
hasta tienen efecto. Pero en principio, a los “dejados de lado” les va
como a los drogadependientes en la abstinencia. Estamos domesticados en
función de las mercancías, no poder tenerlas es grave. Y el comprar es
por eso un verdadero vicio, del que no es tan sencillo salir. El
capitalismo debe ser entendido también como el sistema del fetichismo de
la mercancía y del dinero y sus sometidos son como los sirvientes del
fetiche. “La llamada economía de los consumidores y la política del
capitalismo corporativo conformaron una segunda naturaleza en los seres
humanos que los vincula de manera libidinosa y agresiva a la forma
mercancía” 4. El ser humano no es nada sin estas mercancías y las relaciones dinerarias que de ellas se derivan.
Monopolio de la violencia y de la dirigencia, estado de derecho y
estado social; a todo esto los ligaba el objetivo de la integración
social. Este objetivo deberá ser abandonado poco a poco ya que, la base
monetaria se encuentra en un proceso de desmoronamiento. Hoy, más bien,
es la desintegración lo que está en el tapete. El estado de bienestar,
conseguido en gran parte por el movimiento obrero, fue un proyecto
compartido por casi toda la sociedad. No quería dejar caer a aquéllos
sobre los que pendía esa amenaza. Eso fue lo que hubo una vez. Por falta
de masa monetaria, las instituciones públicas intentan desembarazarse
de estas obligaciones. El estado social es un estado agónico. Y con él,
también agoniza la política social.
A lo social se le impone ahora la economía de mercado. La economía de mercado es en sí asocial,
dado que no trata a los seres humanos según sus necesidades y deseos,
sino que se sirve de ellos según su valor social, es decir, según su
capacidad de [aportar a la] (re)valorización [del capital]. No acerca a
los seres humanos entre sí, los enfrenta. No es la condición de humano
lo que caracteriza al sujeto burgués sino la de ser vendedor y
comprador. Capacidad de vida significa capacidad de negocio. Se
enfrentan en el mercado enmascarados por sus mercancías.
La pobreza como oprobio o: ¡muerte a los indigentes!
Pocas condiciones son más vergonzosas que ser pobre; ni enfermedades ni sufrimientos, ni siquiera la guerra con toda su amenaza es vivenciada como un oprobio. La pobreza sí. La pobreza mancilla. No es un mero rasgo externo en quien la soporta o, en realidad y más precisamente : no es una señal de advertencia, sino que es la esencia más íntima que marca a la persona. En una sociedad,dominada por el valor, el pobre sólo puede sentirse desvalorizado. La frase “la pobreza no es motivo de vergüenza” es decididamente falsa.
Que la pobreza indigne a uno hasta las náuseas es justo, pero desde que apareció aquel slogan “vuestra pobreza nos da náuseas”5
como desprecio a los pobres y no a la pobreza, quedó en evidencia que
lo que expresa es la arrogancia de los que más tienen frente a los que
“menos rinden”. La pobreza, un defecto de la sociedad aparece como un
déficit de los afectados por la pobreza. Ahí andan algunos mal vestidos o
sentados mendigando en las estaciones del metro y molestando a los
turistas en las zonas peatonales. Molestan a ciertos círculos, no son
fáciles de agrupar en contingentes ni de ser reubicados en otro lugar.
Simplemente son molestos. ¿Porqué tenemos que someternos a verlos?
Ya la economía política clásica se rompía la cabeza pensando qué se
debía hacer con los pobres. Sus elucubraciones nos recuerdan a los
debates actuales sobre el supuesto parasitismo. David Ricardo decía: “Es
una verdad indiscutible que no es posible asegurar comodidades y
bienestar duradero a los pobres sin contar con el esfuerzo de la
legislación para regular su crecimiento cuantitativo y limitar el número
de los casamientos prematuros e irreflexivos, para lo cual se requiere
contar con su propia colaboración. El efecto de la legislación sobre
pobres fue directamente contrario a esto” 6. O sea que según esto: a los pobres hay que mantenerlos cortitos.
Y un contemporáneo de Ricardo, su contrincante y amigo, un cierto
Thomas Malthus escribía: “Dado que la población aspira indefinidamente a
sobrepasar los medios de subsistencia, la beneficencia resulta una
locura, una arenga pública en pro de la miseria. Por eso el estado no
puede hacer otra cosa que abandonar la miseria a su destino y, a lo
sumo, aliviar la muerte de los miserables. Al respecto, decía Marx: “Con
esta teoría tan humana, el parlamento inglés considera que la
pauperización sería la miseria producida por los mismos obreros,
a la que por eso, adelantándose a una desgracia, cabe antes bien
someterla, castigarla como a un delito. (…) Por fin la miseria es
considerada como la culpa de los miserables y como tal [debe ser]
castigada.” 7 Todo esto, ¿no suena muy moderno?
Fútil e inútil.
La medida de los exponentes burgueses (tanto personas como cosas) es el dinero. Expresa el poder individual en el mercado. “Es natural que en nuestra sociedad el dinero siga siendo el parámetro de valor para la propia persona”, dice la encuestadora Helene Karmasin. “En el campo profesional, el estado de la cuenta bancaria rige como expresión cualitativa (sic!, F.S.) sobre la persona”8.
¿Cómo debe sentirse uno de tomar en serio algo semejante? Pero lo que
ahí se manifiesta es el punto de vista dominante – ni más ni menos – y,
en general, se lo toma muy en serio, puesto que es serio. La mala
verdad de la sociedad dice: lo que ganas expresa lo que mereces.
Y dicho en el sentido de lo que a uno le corresponde. El ingreso es
como la fracción de un billete que regula la participación social. Y eso
se siente. Aun cuando no se lo capte, uno ya ha sido captado, incluso
verdaderamente capturado. Respecto al dinero Robert Musil hace decir:
“Es violencia espiritualizada, una forma especial, dúctil, altamente
desarrollada y creativa de la violencia. No se basa acaso el negocio en
astucia y coacción, en ventajismos y aprovechamiento, sólo que éstos
están barnizados de civilización y transferidos a la interioridad del
ser humano, sí, justamente como apariencia de su libertad?”9
Cuando en la obra más conocida de Arthur Miller uno de los hijos del
viajante dice a otro: “El problema es que no hemos aprendido a ir tras
el dinero”10
, enuncia el defecto principal, pero no el de la sociedad que lo exige,
sino el de los individuos que en cualquier circunstancia están librados
al arbitrio de ella.
Es grave que los seres humanos no valgan nada, pero peor aún es que
deban valer; que una abstracción económica – ¡el VALOR! – sea lo que
domina esta sociedad y prescriba el orden jerárquico de sus miembros.
Que ellos deban manifestarse en esa escala, como si fuese una obviedad.
Cada decisión de compra es la expresión de esta coacción. El dinero
dimensiona el poder dispositivo que ejerce.
Ante el dinero todos los humanos son iguales, pero a través del dinero reciben diversas valorizaciones.
Por cierto que la diferencia monetaria debe ser sometida a una crítica
radical. Pero precisamente una radicalidad que se conjugue con un ajuste
de cuentas tan abarcativo que incluya las diferentes valoraciones de la
actividad humana. Son las condiciones las que deben ser tematizadas, no
meramente sus excrecencias. La crítica a las diferencias de ingresos
(no como inefable debate sobre privilegios) debe ascender hacia una
crítica del ingreso hasta incluso una crítica del trabajo y el
dinero. De quedar donde está, se convierte en el terreno fértil que
posibilita enmascarar la cuestión social como un evento populista. El
juego “¿a quién le quitamos algo?” tiene rasgos canibalísticos.
Mientras tanto, en la actualidad no se critica el dinero , sino que
se lo reclama. A menudo suelen ser dos actitudes fundamentales las que
caracterizan a muchos sujetos burgueses. Primero, el fantasma dinero: Dinero hay suficiente. Segundo el fantasma de la equidad y justicia:
Uno mismo siempre recibe demasiado poco dinero. A partir de la
articulación de estas convicciones, extrañas pero resistentes, le sigue
entonces la proyección de que debe haber alguien que injustamente
acapara demasiado. Alguien es culpable, demasiado voraz buscando
privilegios, saquea los recursos sociales etc. – Muchos quieren
protegerse de la competencia estigmatizando a otros competidores en el
mercado y en lo social (extranjeros, parásitos sociales, burócratas,
políticos, bancos, especuladores, judíos) y quieren excluirlos o
desplazarlos para apartarlos de la competencia y de las prestaciones
sociales. Quieren asegurar su estatus social o mejorarlo clamando por la
desvalorización política de otros grupos. A la selección en el mercado
se le oponen selecciones alternativas. Los sujetos competidores
persiguen a los sujetos competidores como chivos expiatorios.
Por cierto que la competencia canibalística no sólo existe de
individuos contra individuos, fábrica contra fábrica, supermercado
contra supermercado, localización contra localización, estado contra
estado, sino también, y de manera creciente, como un tironeo demencial
de entidades públicas por el botín del ciudadano. A veces esto acarrea
consecuencias no deseadas, pequeñas o mayores averías. Puesto que de
donde algunos se sirven, no pueden hacerlo los otros o hasta por ley son
obligados a generar una compensación. Las zonas disputadas ocupan un
ámbito tras otro. En la actualidad estamos viviendo el arrinconamiento
de los nichos y zonas protegidas. Es inaceptable que el mundo entero se
convierta en una mercancía” o que ¡todo deba convertirse en mercancía!
Desocupado, desvalorizado
En el capitalismo, lo que no rinde está condenado a hundirse.También por eso, desde el punto de vista de la economía, la gente que no rinde no sirve para nada.Y cada vez más caen las barreras que impedirían que se los persiga como superfluos.El mercado laboral y la política tratan a los afectados ostensiblemente como elementos criminalizados.Desocupado significa des-valorizado.En primer lugar ya no se puede vender y por eso tampoco puede comprar (o sólo muy poco) y, segundo, eso implica también una inmensa pérdida de dignidad y aceptación.El concepto “sin ocupación/sin profesión“ pone aún más en evidencia que quien no puede seguir el ritmo de la competencia comercial no puede salir bien parado. Pero ésa es la exigencia principal a todos los miembros de esta sociedad. La desocupación se entiende como nulidad social, es degradación y declasistización. No son ni siquiera proletarios. “No soy nada!” “¡No va!” “¡No seré nada!” Así se lo siente, así se presenta, así es efectivamente. Pero entiéndase bien, es aquí y ahora, bajo las leyes del capital que no sólo determinan la mera estructura sino también el pensamiento y los sentimientos. La consecuencia es una actividad extensiva de los sujetos, dinamizados para ser explotados (y desvalorizar a otros) para no sucumbir. Las exigencias desmesuradas se transforman en desmesurada autoexigencia. El criado es su propio amo con el que no le separa distancia alguna puesto que ya conviven en el mismo pellejo. Impera la domesticación a través del autodominio.
Al enunciar la pregunta “¿Qué eres?” o “¿Qué quieres ser” se está
expresando lo que a uno debe interesarle en primer término: la posición
social alcanzada o aspirada. No se trata de él o de ella misma, sino de
la función, del rol, de la carrera. Nada eres, si no eres nada. Entonces
aquí el problema es que ha surgido una biomasa que devora pero no es
explotable. Ella debe ser alimentada. Y esto en el capitalismo, al igual
que todas las otras cuestiones, es un tema de costos. ¿Podemos
permitírnoslo? Lo insoportable no es una respuesta cualquiera, ya lo
insoportable es que una pregunta de estas características pueda
plantearse. Es una pregunta del tipo de : devorar o ser devorado.
La ley del darwinismo social, es decir la del garrote, sostiene: A
los que no pasan se los pasa al otro lado. Sus vidas no valen la pena,
es decir son vidas sin valor de vida. Esta doble acepción expresa una
identidad digna de temer . Decodificada correctamente la expresión
alemana “lebenswert” (digno de vivir) no significa otra cosa
que vida para el valor, lo cual implica: deber llevar una vida bajo el
signo del valor, pero también poder llevarla . Es tramposo el
vocabulario que utilizamos.
Angustia y des-aseguramiento
En esta sociedad se impone que la administración afectiva emocional y la administración del ingreso sean congruentes. La descalificación en el mercado, el acoso en las agencias intermediarias del mercado de trabajo, eso y muchas otras cosas más destruyen al ser humano. En la sociedad burguesa el temor a la desvalorización es la angustia principal, pero también el impulso negativo del individuo. El miedo funciona como una espina en la carne de los sujetos mercancía, que cargan consigo para colocar en el mercado su equivalente en valor. “¡Intercambio, luego existo!”, así reza el grito primigenio del sujeto en el mundo capitalista.
La angustia se torna el sentimiento preponderante, reprimido, pero
cada vez más difícil de reprimir. Angustia por el puesto de trabajo,
angustia por recibir pedidos [de trabajo], angustia por la pérdida de la
transferencia social, angustia por los pagos no realizados o no
recibidos, angustia de poder mantener el status, angustia por la
competencia, angustia por las exigencias de la pareja, los hijos, los
parientes y conocidos. Todos y todas están bajo la presión de ser
transformados en valor. Esta angustia hace que los humanos se tornen
ásperos y desaprensivos. La angustia degrada la vida, la torna amarga.
La angustia es mala compañía y mal consejero. Obliga a la adaptación, a
la sumisión y a la humillación. El capitalismo es el sistema de la
angustia organizada.
Cuando las cuentas no cierran o sólo de vez en cuando, puede seguirle
la apatía o agresión, por lo menos si no existen perspectivas de
salida. Lo incontrolable, incontabilizable e inadmisible de las
condiciones se abre paso; pero no para una toma de conciencia sobre las
mismas sino que para muchos individuos simplemente se vuelven
insoportables. Las descargas a modo de reflejo ocurrirán con mayor
frecuencia. Lo insoportable-incomprensible tiende a un golpe de
liberación falso.
La elaboración psíquica de las exigencias exageradas suele estar al
mismo nivel de éstas. Los amenazados amenazan. Los eliminados eliminan.
Las víctimas victimizan. Los acosados acosan. Eso es lo que han
aprendido. En eso están entrenados. ¿Porqué tendrían que tener de pronto
otras intenciones? Éstas siguen funcionando al mismo nivel de la
disfunción [internalizada]. Son sujetos de la competencia sin
posibilidades de imponerse. ¿Pero entonces qué cabe hacer cuando los
últimos hilos del tejido social se han desgarrado? ¿Comprarse una soga?
¿Seguir intentándolo una y otra vez? ¿Entregarse al destino? ¿Capitular?
¿Emborracharse? ¿Asaltar las agencias de empleo o las legislaturas
provinciales y tirotear a diestra y siniestra? Los afectados por las
descompensaciones quieren descompensar para compensarse. El coma se
convierte en amok.
Por cierto que la angustia no es aprobada. Se mira a quien está
angustiado como un debilucho. La angustia secundaria es la angustia a
angustiarse. Estamos viviendo en una situación en la que la gente se
angustia sin que se le permita sentirla. La negación, la autorepresión [Verdrängung]
no sólo domina en la competencia, sino que también domina la psiquis de
los competidores. Nada es más letal que este anestesiamiento de la
existencia. Estoy absolutamente decidido a luchar por admitir la
angustia, porque de otro modo temo que aquéllos que no soportan más sus
miedos, se abalancen hacia el cajón de los falsos deseos. Ya esto, de
por sí, es bastante angustiante. Vivimos en forma permanente los
ejercicios en esa dirección .
La angustia aumenta donde las seguridades disminuyen. Así como el
fordismo, co-moldeado esencialmente por el movimiento obrero en Europa,
es considerado como el intento de los reaseguros sociales, hoy estamos
viviendo en los tiempos de sus quites, es decir de los des- aseguros.
Sobre todo las condiciones de ocupación llamadas atípicas nos deparan
cada vez más situaciones de precariedad. El sujeto calculador no puede
confiar en nada, excepto en el hecho de que él debe cubrir sus gastos
con sus ingresos. Sin embargo cada vez menos se da la correspondencia
entre ellos en forma directa. El sujeto calculador, en consonancia con
su situación incalculable, se torna imprevisible. Cada vez es más
esporádico ver a comienzos del mes un monto fijo en la cuenta bancaria.
Lo típico es la caída tendencial de los pagos regulares en la vida
comercial, al igual que la alta fluctuación de los ingresos de los
llamados “autónomos”. Entre quienes trabajan como freelance es bien conocido el alivio que se siente cuando en la cuenta , de pronto, aparece una transferencia.
La quita de seguridades es señal de la conmoción estructural en sus
cimientos, no simplemente la consecuencia de relaciones de fuerza
desafortunadas, sino la expresión de un sistema en descomposición que
cada vez menos puede garantizar algo o brindar prestaciones, e incluso
traduce ahora esta evidente incapacidad en una irritación positiva. “La
prevención tiene fundamentalmente prioridad ante la previsión y ayuda”11,
se dice en el Programa de Gobierno del partido conservador Partido
Popular Austríaco y del derechista Partido Libre de Austria del año
2000. Cada uno debe ver cómo se las arregla. Cada uno forja su propia
desgracia, anuncia el pensamiento positivo.
Los sujetos des-asegurados pueden sobrevivir en todo caso si
ellos mismos actúan en forma desconsiderada; deben volverse pequeños
monstruos competitivos si no quieren ser expulsados de los (nuevos)
mercados. Al sujeto de la sociedad burguesa, llamado ciudadano libre, no
le está permitido un respirar libre sino un jadeo asmático. Crece la
angustia de ser atropellado. Por eso hay que ser rápido, astuto y
ladino. Pero sobre todo, desconsiderado. Todos contra todos también
implica: no confiar en nadie, nadie confía en uno. “El dinero destruye
la amistad”, dice un inteligente refrán. Y la vida está llena de tales
experiencias.
Des-asegurado significa por lo tanto más que estar inseguro
(no estar asegurado o no seguro), desasegurado implica también que los
sujetos flexibles están bajo tensión, están cargados, deben estar
dispuestos a disparar el arma en la lucha, por lo menos disparar para
bajar a los competidores. El instrumentario que se les impone es
agresivo. Des-asegurado describe un estado en el que los que han perdido
las seguridades devienen en generadores de inseguridad. Tienden a
reacciones imprevisibles. “Se le saltaron los fusibles12”,
suele decirse en lenguaje coloquial o: “Se me quemaron los fusibles”.
En el extremo de estos procesos están la formación de bandas y los
homicidas amoks con sus asesinatos indiscriminados. Existe el peligro de
que cuando la explotación y su manejo no puedan seguir siendo
garantizados, la sociedad burguesa se desgrane en una “guerra civil
molecular” (Hans-Magnus Enzensberger), que la comunicación humana se
concentre en su núcleo de violencia.
Polos de violencia
El concepto “exaltado” me parece sumamente apropiado para describir ciertas formas en las que transcurre el proceso de degradación social y la limitada resistencia que genera. El exaltado quiere demostrar incluso mediante una inclusión alternativa (p.ej. robo) su pertenencia a través de un hecho impropio. Intenta enfrentar la exclusión brutal mediante una inclusión branquial. Eso nada tiene que ver con emancipación, sino con regresión y, encima una que legitima adicionalmente al poder, en tanto vehiculiza el deseo de proceder contra ésta y cualquier otra alteración.
Los ladrones comunes como los organizados sólo están con reservas
fuera de la ley , no cabe mitificarlos como rebeldes. Hacen algo afuera
para poder quedar adentro. Chantajean y roban para poder comprar. En
determinado momento niegan algo para luego , en otro momento referirse a
lo mismo aseverándolo. Glorifican la propiedad privada, de la que
quieren apoderarse. Desde el punto de vista histórico, aparecen como
seguidores tardíos de la llamada acumulación primitiva.
La ruptura del tejido social se evidencia como amplificador de la
energía delictiva. La predisposición a la violencia se incrementa donde
fallan los mecanismos políticos y sociales. Deteriorado
significa que, si bien algo puede seguir existiendo, tiene escasas
condiciones para seguir desarrollándose. Concebiría entonces así el
estado general de la sociedad. Una sociedad deteriorada produce seres
deteriorados. Una unión de deteriorados con el fin de deteriorar se
denomina banda (pandilla, patota). La banda es la inversión
práctica de la emancipación. Conoce consecuencias pero no perspectivas.
La predisposición a la violencia no tiene como meta derrocar, ostenta carácter usurpatorio. La meta es el botín.
En tiempos en que todo debe ser privatizado, la violencia también se
privatiza. Los polos de violencia disuelven y reemplazan los monopolios
de violencia. Aquéllos funcionan como miniestados tercerizados, tal como
debe afianzarse una identidad substancial entre el Estado y la banda.
Los Estados son bandas en gran escala. Las bandas no conforman sólo el
fermento de los estados, ellas son también su última guarida. Veamos el
pago obligatorio de protección. No significa más que la privatización
del impuesto y la prestación social. En vez del monopolio fiscal tenemos
ahora polos fiscales, como en vez del monopolio de la violencia tenemos polos de violencia.
Al interior, la banda funciona según determinadas reglas, lo que nos
vuelve a recordar a su hermano mayor, el Estado. Que todos roben a
todos, no lo aguanta banda alguna, y menos juntas. Aunque las bandas son
entramados frágiles. Expuestas constantemente a los procesos de erosión
son conglomerados de consistencia y duración limitadas.
Resistencia o insurrección
La impotencia grita: “No tenemos posibilidad alguna, pero la aprovechamos”. En realidad es una frase estúpida, el capital no dice algo distinto a sus sometidos. Aunque por una parte el anhelo de cada uno se basa en primera instancia en las posibilidades individuales reales, por el otro lado niega la realidad de posibilidades para todos. El número de los que no tienen ninguna posibilidad crece a medida que las posibilidades desaparecen. Por cierto que la cruda desesperanza parece ser aún peor que las falsas esperanzas. Una verdadera perspectiva surge recién cuando uno se enfrenta a la desesperanza y el desconsuelo de la existencia en el capitalismo, sin negarlos pero tampoco aceptarlos como destino. Una vez que este horizonte ya no se vea como el límite, es posible que se abra uno nuevo. Y esto rige para todos, no sólo para los que son atropellados, sino también para los que atropellan.
¿Que tienen en común los grandes industriales con los que viven de la
ayuda social y los ladrones? Pues que todos quieren dinero. Ahora bien,
quisiera transformar esta pregunta complementaria en una pregunta
decisiva. Se trata de que todos no quieran seguir así. Aquí
está la ruptura paradigmática: No se paga. No se compra. No se
(re)valoriza. Se requiere un pensamiento negativo. Lo que cabe es
cooperación en vez de competencia. El espíritu de la emancipación
comienza allí donde cuestiona y se cuestiona la apetencia elemental de
dinero. El juego de exclusión e inclusión comercial debe ser superado.
Si bien no constituyen los lemas del día, sí son exigencias de este
tiempo, incluso o precisamente porque la acción cotidiana se ve
distinta. La “gran negación”, como la llamó Marcuse, debe tornarse
pensable. Debemos poner fin a pensar los bienes como mercancías y a los
seres humanos enmascarados en su alienación. En última consecuencia se
trata de la descomercialización, de la descomodificación y la
desmonetarización de todas las relaciones societales.
La categoría de resistencia es en cambio problemática. Es un
concepto inherente y no uno transformacionista. Resistencia política
significa presionar contra lo que a uno lo presiona. La resistencia es
una resultante de lo que la genera. Por lo tanto es parte constitutiva
de un paralelogramo de fuerzas inmanentes y sólo se mueve también en ese
plano. Es reacción, es un oponerse a; se trata de un primer paso, pero
nada más. La resistencia no se dirige contra el juego, sino que al
contrario, quiere posicionarse mejor en el juego. Incluso es destructiva
la lucha de intereses por la distribución económica en la sociedad. Lo
que pugna como necesidad inmediata se vuelve una trampa ideológica
porque mediante la afirmación de la forma no se capta teóricamente la
destructividad general por lo que ésta queda prácticamente indemne. La
resistencia divide las condiciones de su confrontación como
condicionamientos indisolubles, no quiere suprimirlas. No es resistencia
lo que se requiere, sino insurrección. No: No queremos
soportar, sino: queremos instalar lo que nos gusta. ¡Resistencia implica
reacción, insurrección significa acción!
Discutir sobre las perspectivas es debatir en el nivel de lo que
queremos y no en la esfera estatal permitida de lo que se puede hacer.
Una potencia radical transvolucionaria (y está en duda también si a ésta
debe pensársela como movimiento social) debe plantear interrogantes, no
dejar que se los planteen. Menos importante parece en efecto la
pregunta de cómo se legitima una insurrección. Como enorme puesta
está más allá de criterios obligatorios. Mucho más importante es
deslegitimar el capitalismo. “La cuestión de la legitimidad debe más
bien invertirse de antemano transformándola en ofensiva. Cuando el
ordenamiento capitalista ya no prevé la reproducción social, que razón
existe entonces para rendir tributo a su lógica? El pensamiento
emancipatorio no comienza allí donde las personas, por respeto a la vaca
sagrada del dinero, se olvidan de las cuatro operaciones fundamentales
de la aritmética y fantasean con que ‚ hay suficiente dinero’‚ para
imaginarse como los mejores maquinistas de la fábrica general
capitalista. El pensamiento emancipativo elimina, antes que cualquier
otro, el paradigma de la financiabilidad como criterio de todos los
criterios”13.
Uno no debería cargarse demasiado con justificaciones éticas. Los
criterios de lo permitido no caben ser debatidos en base a las
categorías burguesas, en especial sus prohibiciones no son guía de
acción y mucho menos premisas morales. Donde la normalidad burguesa
deviene en lo anormal humano está la potencia de la transvolución, lo
gigantesco en conciencia y acción. La violencia es un factor que no debe
ser reprimido, sobre todo uno no debe entregarse a los actos de fe,
sino hacer de la violencia (oculta) imperante el objeto de la crítica.
La liberación de la violencia no debe traducirse como reconocimiento del
monopolio de la violencia. Si bien la liberación de la violencia es un
objetivo incondicional, sólo es un medio condicionado, uno no puede
apoyarse exclusivamente en él. No sería correcto. Uno estaría entonces
frente a las escalaciones violentas futuras en una situación de total
incomprensión y desamparo. El intento permanente de incidir
satisfactoriamente en todos los conflictos sociales, significa también
tener presente que, por su misma dinámica, no siempre se logra ese
cometido.
El problema básico es empero que la oposición social no se cansa de
seguir pensando que siempre se puede seguir accionando basándose en el
valor y dinero, en el trabajo y la democracia, en el estado social y de
derecho, en libertad y justicia, siempre y cuando sean las personas
correctas las que están al mando. Permanentemente sigue creyendo en la
intervención política, hasta en la gran Fundación de Política.“La
racionalidad política es precisamente racionalidad política, porque
piensa dentro de los límites de la política. Mientras más aguda,mientras
más vital, está menos capacitada para contener las debilidades
sociales”14,
escribía el joven Marx, y Engels precisaba: “Pero la mera democracia no
es capaz de curar los males sociales. La igualdad democrática es una
quimera, la lucha de los pobres contra los ricos no puede conseguirse en
absoluto con la lucha en el terreno de la democracia o de la política”15.
Notas:
1 Ernst Lohoff: Zur Dialektik von Mangel und Überfluss, krisis 21/22 (1998), S. 57..[Sobre la dialéctica de carencia y excedente]
2 Herbert Marcuse: Un ensayo sobre la liberación, México: Mortiz, 1968.
3
Wolfgang Pohrt, Brothers in Crime. Die Menschen im Zeitalter ihrer
Überflüssigkeit. Über die Herkunft von Gruppen, Cliquen, Banden, Rackets
und Gangs, Berlin 1997, S. 83. [Brothers in Crime. Los humanos en
la era de su superflualidad. Acerca del origen de grupos, cliques,
bandas rackets y pandillas]
4 Herbert Marcuse:Un ensayo sobre la liberación, México: Mortiz, 1968.
5 N.d.T.: Referencia
al texto en obleas y postales supuestamente humorísticas que circularon
años atrás cuando el neoliberalismo comenzó a imponerse.
6 David Ricardo: Principios de economía política y tributación. Ediciones Pirámide, 2003.
7
Thomas Robert Malthus; cit. de Karl Marx, Glosas críticas marginales al
artículo „El Rey de Prusia y La Reforma Social por un prusiano”, Ed.
Etcétera, Barcelona 1977.
8 Der Standard, 05.01.1997.
9 Robert Musil: El hombre sin atributos, Seix Barral, 2006.
10 Arthur Miller: La muerte de un viajante, Barcelona : Océano, 1998.
11. Cit. según Emmerich Tálos, Vom Siegeszug zum Rückzug. Sozialstaat Österreich 1945-2005. Innsbruck-Wien-Bozen 2005, S. 60. [De la marcha triunfal al repliegue. Estado social Austria 1945-2005]
12 N.d.T.: En alemán “fusible” deriva de seguro.
13
Ernst Lohoff, Out of Area – Out of Control. Warengesellschaft und
Widerstand im Zeitalter von Deregulierung und Entstaatlichung,
Streifzüge, Nummer 32, November 2004, S. 16. [Out of Area – Out of
Control. Sociedad de mercancías y resistencia en la era de la
desregulación y desestatización, Revista Streifzüge, N° 32, Nov. 2004…]
14
Karl Marx, Glosas críticas marginales al artículo „El Rey de Prusia y
La Reforma Social por un prusiano”, Ed. Etcétera, Barcelona 1977.
15 Friedrich Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra, Madrid: Júcar , 1980.
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