La
reflexión crítica en primera persona que contiene este video aplica no sólo
para el problema específico del autismo, sino también para el "síndrome de
Asperger", la depresión (en mi caso actual, la depresión post-revuelta),
la ansiedad, la bipolaridad, el "trastorno límite de personalidad"
(TLP) y todo otro "trastorno", "enfermedad mental" o
"locura", así estigmatizada por esa pseudociencia policíaca de bata
blanca, que además es cómplice de la mafia transnacional farmacéutica, llamada
psiquiatría. La cual, al igual que toda ideología, es una mentira con
apariencia de verdad y con fuerza material en toda la sociedad.
Sí,
porque la causa profunda de los problemas psicológicos no es
"neurobiológica" ("falta de serotonina en el cerebro",
"trastornos hereditarios", etc.) e individual, sino que es social:
son las relaciones capitalistas de enajenación, cosificación, separación,
aislamiento, individualismo, competencia, socialización mercantil y
espectacular, explotación, dominación, autoritarismo, violencia,
embrutecimiento, autoengaño y autodestrucción las que nos enferman. Relaciones
materiales y cotidianas que, por un lado, se basan en la depredación
sistemática de la naturaleza y la humanidad proletarizada, a fin de producir
mercancías para obtener ganancias y acumular capital (el avance de la frontera agroindustrial, por ejemplo, es una causa de las pandemias de este siglo); mientras que, por otro
lado, tienen múltiples consecuencias y formas subjetivas de manifestarse en
todos los aspectos de la vida cotidiana de todas las personas. Más claro: todos
estamos enfermos de capitalismo, y cada grupo social e incluso cada individuo
presenta síntomas más o menos diferentes de la misma enfermedad o alienación
humana, con cientos de nombres "científicos" y técnicos diferentes
que se encuentran catalogados en la CIE (enfermedades físicas) y el DSM
("enfermedades mentales").
En el
mundo moderno, la medicina es el poder científico-tecnológico del Capital que
decide y administra la vida y la muerte de la fuerza de trabajo colectiva,
porque necesita que esta sea "saludable" o "normal" para
que pueda ser explotada y así produzca valor, plusvalor, mercancías, dinero y capital.
La psiquiatría es una rama pseudocientífica de la medicina, pero es la columna
vertebral del psistema; es decir, del sistema psiquiátrico entendido
como subsistema médico de carácter ideológico, político y violento del sistema
capitalista. Más concretamente: el psistema oculta sus raíces
histórico-sociales y se va por las ramas con sus supuestos "diagnósticos
clínicos" y "realidades psíquicas" que en realidad son inventos
y etiquetas de clasificación, control y represión psicosocial desde La Norma del
Trabajo/Capital y el Estado, a fin de reproducirse sin
"anormalidades" o "disfuncionalidades" ni conflictos a través de los cuerpos y las mentes de
todos y cada uno de nosotros en todas partes, incluidos los antisistema o los
revolucionarios. Por ejemplo, cuando éstos últimos no cuestionan lo mitómana y
violenta que es la psiquiatría o cuando usan la palabra "loco", “enfermo
mental”, “esquizofrénico”, “autista”, etc. como insulto para estigmatizar y
discriminar a otro. En esta sociedad nadie se salva del psistema. Pero
se lo puede y se lo debe combatir o nadar a contracorriente de él, como los salmones.
La verdad antipsiquiátrica es necesaria, incómoda y dolorosamente revolucionaria, porque libera, sana y supera el retorno de lo reprimido.
Así
pues, como bien dice la compañera del video: no es autismo, es capitalismo...
No es Asperger, es capitalismo. No es TLP, es capitalismo. No es depresión, es
capitalismo. No es ansiedad, es capitalismo. No es adicción, es capitalismo.
Mejor dicho y más concretamente (frente a la posible objeción de "eso es
muy general o abstracto"): la enfermedad, toda enfermedad −física y
"mental"− en realidad es el síntoma general de lo hostil que
es el capitalismo contra la vida humana; es la vida humana reaccionando contra la
hostilidad capitalista, de múltiples formas y con múltiples características,
síntomas y nombres particulares. La enfermedad es, pues, una forma de protesta
humana inconsciente y no organizada que, cuando no es reprimida, es cooptada,
usada y hasta lucrada por el mismo Capital que la produce, como toda protesta
social que no ataca y rompe sus raíces. Por ejemplo, desde fingir estar enfermo para
no ir a trabajar hasta la cuarentena durante la pandemia entendida como huelga de masas indirecta y pacífica; pero, también enfermarse por tanto trabajar: sea una
hernia, el síndrome del túnel metacarpiano o el “burnout”. Otro ejemplo: el
mundo de las adicciones es tan "infinito" como −y directamente
proporcional a− el mundo de las mercancías, toda vez que la
"psicopatología" fundamental de la sociedad burguesa es el fetichismo
de la mercancía y que una figura metafórica del capitalismo es el drogadicto
que no puede parar de consumir compulsiva y autodestructivamente. En este último ejemplo, el problema
no son las sustancias −y las cosas en general−, sino la relación alienada y
alienante que tenemos con ellas y entre nosotros mismos como seres humanos en el terreno de la producción y reproducción social de nuestras vidas, a saber: cosificar mercantilmente a las personas y personificar a las cosas-mercancías, dando más valor y poder a éstas últimas a tal punto de permitir que nos dominen, nos "trastornen" y nos maten.
Posiblemente
los especialistas de la medicina y la psiquiatría pondrán el grito en el cielo
al leer esto, o se reirán con arrogancia, porque, sobre la base material de la
separación entre los productores y los medios de producción así como de la
división del trabajo, el capitalismo es también el mundo de las
especializaciones, las separaciones o las divisiones de todo lo existente,
incluida la psique humana, misma que está determinada histórica, social y
culturalmente. Su estrategia ideológica de dominación es dividir el todo en
partes y ocultar sus causas verdaderas. Los especialistas son una pieza más de
esta máquina de separación, alienación y muerte en vida administrada. Pero la
verdad es que lo físico, lo psicológico y lo espiritual es social y es
político. Nada ni nadie en este mundo está fuera del capitalismo y la lucha de
clases. Nada ni nadie en este mundo es "neutral" ni mucho menos
"natural", "divino", "porque quiere" ("el
pobre es pobre porque quiere", "el loco es loco porque quiere"),
"porque piensa negativo", "porque no vibra alto" o
"porque sí". (Si esto sigue siendo "muy general o
abstracto", al menos sirve como premisa general para elaboraciones más
específicas o concretas.)
Por lo
tanto, en última instancia, la solución o "cura" profunda de todo
problema psicológico, por más individual, "único", complejo e
"incurable" que parezca, no es la terapia y la medicación individual,
sino que también es social, dialéctica y radical: hay que hacer de la
enfermedad un arma colectiva e individual en contra y más allá de la
normalidad capitalista que nos enferma. Hay que politizar el malestar
psíquico y llevar a cabo estrategias comunitarias autónomas para
poder salir de situaciones de crisis y riesgo de nuestras vidas; esto es, para
no hacernos (más) daño ni hacer (más) daño a los otros con nuestros
"trastornos", sino para sanarnos juntos luchando por la revolución
social. Hay que crear y sostener colectivos de investigación y
experimentación psicopolítica revolucionaria, basados en el respeto a −y la
empatía con− la diversidad psicológica de los individuos, la libertad, la
horizontalidad y, sobre todo, el apoyo mutuo. El apoyo mutuo es la clave contra
la competencia y el ego, así como la conexión o la asociación es la clave
contra el aislamiento. Hay que tejer redes de compartires, afectos y
cuidados psicológicos y físicos, en estrecha relación con las luchas
masivas por las necesidades materiales de los explotados y oprimidos, con
cabeza, corazón y mano propias, sin salvadores ni representantes ni medias
tintas. Hay que levantar asambleas, consejos o soviets espirituales, no
religiosos.
Mientras
tanto, otro tipo de grupos de apoyo mutuo en salud mental, en adicciones (AA,
NA), etc., e incluso usar ciertas terapias y medicamentos, pueden ser útiles y
necesarios para contener y evitar más tragedias individuales, por mera
sobrevivencia como fuerza de trabajo o como "miembros aceptables,
responsables y productivos de esta sociedad"; pero, histórica y
socialmente, no son suficientes desde la perspectiva revolucionaria. En esta
contradicción viviente que es el proletariado late su propia negación y
superación. El avance de la catástrofe capitalista generalizada (que, en este
aspecto, incluye la alta tasa de suicidios en todo el mundo) y la lucha de
clases en curso se encargarán de demostrarlo en los hechos; es decir, se
encargarán de producir esas necesidades humanas específicas y las respectivas
estructuras para satisfacerlas de manera revolucionaria. Ya han existido,
existen y existirán gérmenes o semillas de ello en varias partes del mundo: desde el Colectivo Socialista de Pacientes-SPK en Alemania hasta el Colectivo
Manar en Argentina o los colectivos de "activismo loco" en España y
Chile, entre otros, pasando por el efímero experimento psicopolítico llamado Proyecto GAMPRA −Grupo de Apoyo Mutuo de Proletarios Raros Anónimos− en Quito-Ecuador durante el año anterior (algún rato escribiré y publicaré un texto sobre esta experiencia en este mismo blog...). Donde no las haya, habrá que crearlas y, como todo en la
vida, aprender por ensayo y error. Aceptando y atravesando el vacío, el fracaso
y el sufrimiento para transformarlos en sus contrarios.
¿El comunismo será un mundo sin enfermedades ni sufrimientos? No. El comunismo será un mundo en el que el metabolismo humanidad-naturaleza, las condiciones materiales y sociales, el concepto y el tratamiento de la enfermedad serán totalmente diferentes. En general, será un mundo con problemas radicalmente diferentes, por lo tanto, con soluciones radicalmente diferentes. Y ese nuevo mundo sólo se puede gestar y desarrollar mediante la lucha revolucionaria dentro del cascarón de este viejo mundo capitalista que se está derrumbando.
Quito, julio de 2022
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