25 de marzo de 2020
Que existe una cosa que se llama control social, por el cual se vigila, dirige y conduce al grueso del cuerpo de una sociedad hacia una serie de conductas convenientes para los gobiernos y otros poderes, es más que evidente. Diversas tendencias políticas denuncian el hecho desde hace décadas y muchas disciplinas estudian el cómo y el por qué de dicho control social. El tema básicamente es que la población se esté calladita mientras la putean sus dirigentes y otros parásitos, o si se harta, que su hartazgo se canalice a través de una protesta mansa y redirigida de la cual dichas élites puedan sacar provecho, o al menos conseguir que sea lo menos dañina posible para sus intereses. Espectáculos de masas, modas, líneas de pensamiento (salidas de las universidades), dispositivos tecnológicos, drogas, todo tipo de ocio e incluso la salud o el trabajo y las condiciones materiales son los elementos de control social más potentes, pero no los únicos.
El deporte hace que estemos más pendientes de quién ficha por qué club o del último partido que de nuestros propios problemas, así podemos ver cómo hay miles de personas que atraviesan un continente para ver un espectáculo deportivo, o que llegan a realizar manifestaciones contra los árbitros de fútbol mientras la miseria o la injusticia (o ambas) les explotan en la cara. Una manera de desfogar… como quien va al gimnasio o quien busca pelea un fin de semana en la puerta de una discoteca. La moda o las redes sociales nos van a hacer estar más pendientes de la dieta que hay que llevar porque es guay o supermegarrespetuosa con el medio ambiente, o de quién enseñó el culo en su instagram, antes que estar pendiente de qué es lo que pasa con nuestra propia vida o de cómo nos la pisotean día sí y día también. Las tecnologías nos hacen dependientes, sumisos y estúpidos, modificando nuestro comportamiento al dictado de 180 caracteres, del pitido de un aparato o porque sin ellos cada vez podemos hacer menos cosas, además de que gracias a esas tecnologías podemos ver quién enseñó el culo en instagram o la final de la champions league. Modas modernas ideológicas hacen que te pelees con quien está jodido como tú antes de pelearse con quien dirige nuestra explotación y opresión. Y ni qué decir tiene cómo nos controlan a través del chantaje del trabajo (si protestas a la calle, hay mil como tú optando al puesto) o cómo nos llevan de las orejas a donde quieren con el tema de la salud, como por ejemplo matándonos de pánico con el coronavirus (que por cierto, ha apagado como por arte de magia los disturbios y revueltas en lugares como Chile, Líbano, Irán o Hong Kong, Bolivia e incluso ha rebajado la tensión en Catalunya).
Y precisamente es el coronavirus la herramienta que le está permitiendo al estado dar un paso más en el control social y llevarlo más allá, al control mental, por el cual la gente se acaba convirtiendo en un policía a tiempo completo de sí mismo y de los demás (yomequedoencasa). Cómo han hecho esto, pues con una sencilla técnica psicológica que se denomina precisamente control mental.
En primer lugar, nos asustan pero nos aseguran que todo está bajo control y se va a solucionar. Asustados pero confiando en que la cosa no es tan grave y va a pasar rápido, nos confinan, para nuestro bien (faltaba más), y a partir de aquí dosifican el miedo. Cuando ya estamos en casa sin salir entre la coacción del miedo y la represión policial (hasta un año de cárcel por saltarse el confinamiento), nos aterrorizan: lo peor está por llegar, el ejército sale a las calles de todo el país (no sabemos a hacer muy bien qué, parece ser que a limpiar estaciones de tren, que todo el mundo sabe que es para lo que está el ejército), si sales de casa poco menos que mueren 10 viejos por tu osadía… pero como ya estamos en casa y no se puede salir porque se lo han metido a la gente en la cabeza, pues ya estamos desorganizados, impotentes, aislados, desarmados… y así es como aplican las técnicas de control mental que establece la psicología:
Aislamiento total o parcial del núcleo familiar o social. En este caso, fundamentalmente, se cortan los lazos con los amigos, pero en muchos casos también con la familia. Cortar con los lazos afectivos de los posibles manipulados facilita el proceso de control mental, ya que hay una dependencia total o parcial hacia el manipulador, con el cual estamos conectados las 24 horas gracias a la Tv y las redes sociales.
Agotamiento físico y psicológico paulatino. Se utilizan varias actividades para disminuir las capacidades físicas y cognitivas del manipulado. En este caso concreto, la inactividad del confinamiento, pues al no poder desarrollar una actividad física adecuada, el cuerpo se cansa dado que la energía no circula correctamente, se estanca y eso produce cansancio. Además en situaciones de confinamiento, se añade el agotamiento psicológico por el estrés que se acumula al no poder salir y relacionarse cara a cara con los demás y, en este caso particular, la incertidumbre sobre el futuro y más que el miedo inducido, el pánico, que nos agota psíquicamente, lo cual también nos produce cansancio físico.
Cambio de dieta. Un cambio en los hábitos alimenticios (en este caso uno puede comer lo que hay en el supermercado y eso no siempre es lo que quiere, sin contar con que puedan surgir problemas de abastecimiento) también debilita el cuerpo y la mente del manipulado, en particular si en la dieta se disminuyen las proteínas. En estos casos la ansiedad puede hacer que recurramos a la comida basura para saciar el nerviosismo; ésta comida, más dulce y en apariencia sabrosa es abundante en hidratos de carbono pero pobre en proteínas y sobretodo en vitaminas y eso nos mella físicamente y también psicológicamente, estando este procedimiento muy relacionado con el anterior.
Recordatorio constante de ideas sencillas o complejas. Esta es una de las técnicas más importantes, ya que solo teniendo presente constantemente las ideas que quieren ser insertadas en el manipulado, será efectivo el control mental. Esto se hace las 24h gracias a la televisión y el mantra que nos introducen es el “yo me quedo en casa” o el “confíemos en los expertos”
Demostraciones medidas de afecto y recompensas. El manipulador le da atención y premios al manipulado siempre y cuando este haga algo que facilite la manipulación mental . Todo esto con el objetivo de generar una dependencia entre el manipulado y el manipulador. En este caso concreto, confianza, alabanzas, ayudas económicas, reconocimiento, la creación de sentimientos identitarios y patrióticos (juntos podemos, lo hacemos por todos, por España), que nos reconfortan psicológicamente, con la institución de referentes y hazañas heróicas, etc (los aplausos en el balcón a nuestros héroes sanitarios mientras a todo el mundo le importa una mierda que curren 12 horas o que palmen por infectarse de un virus tras una bajada de defensas por agotamiento)
Utilización sutil o directa de drogas. Facilita el control mental. En este caso concreto la droga es la televisión y los fármacos.
Hipnosis. Para hacer vulnerable la mente del manipulado, y de esta manera facilitar el propio proceso de manipulación. La hipnosis en este caso viene por el mantra repetido hasta la saciedad en los televisores, cuyos más de 400 puntos hipnóticos ubicados en la pantalla está más que demostrado que influyen en la atención y el comportamiento de la gente (para ejemplo cuando alguien entra algún sitio donde hay una tele encendida y como acto reflejo su atención se desvía a la pantalla, quedándose como atrapado. Sólo un acto de voluntad te hace desviar la atención)
Gracias al miedo y al aislamiento (cuya eficacia contra esta pandemia es más que discutible), a este encierro casi total, nos inducen a la mansedumbre, a repetir como papagayos unas consignas que son pura propaganda. Y consiguen cosas como que la gente vea cómo la policía apalea a una corredora y la gente aplauda el correctivo desde sus ventanas (“por lista”), que ertzainas y picoletos se den la mano en homenaje a un guardia civil muerto por el covid 19 cuando los demás hemos de ir de uno en uno por la calle y no podamos acercarnos a nadie a menos de metro y medio y nadie diga nada, o que se prohíba a los sanitarios denunciar por redes sociales sus condiciones de trabajo o cuestionar las directrices oficiales de las autoridades sanitarias en aras de la protección de datos y sin embargo cualquier empresa de mierda nos pueda llamar al teléfono para vendernos cualquier porquería… y nadie diga nada. Como dice una gran pensadora de nuestro tiempo, pero qué mierda es esta.
Y así es como se pasa de que nos controlen, a que nosotros mismos nos controlemos (a nosotros mismos y a los demás). Ahora hay millones de policías que coaccionan a quien se salta el confinamiento (muchas veces por inconsciencia, sí, pero otras muchas con responsabilidad y conocimiento, sabiendo que todo esto es una estafa). Y baratito, oiga, baratito.
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* Este texto también forma parte de la publicación Mundo Covid n° 1. Estado Español. Finales de marzo de 2020
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* Este texto también forma parte de la publicación Mundo Covid n° 1. Estado Español. Finales de marzo de 2020
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