«Teoría de la praxis social», «reflexión del actuar íntimo»: mantener unidas estas dos dimensiones, en gran parte humanas, es la utopía concreta provisional que sólo se nos concede hoy. Éste es el tiempo del «entremedio», una larga época de restauración, que avanza con las botas de las siete leguas de la innovación. Ya no vale la frase: el viejo mundo muere y el nuevo mundo lucha por nacer. No, el viejo mundo vuelve a vivir con ropa completamente nueva. Así, democráticamente, el pueblo decae en masa, el individuo liberalmente no se eleva a persona. La utopía teológico-política es conducida de nuevo in interiore homine. La exterioridad enemiga y la interioridad amiga delinean un criterio «inactual» de lo político. Cuidado, debe ser cultivado sólo como lucha. El joven Hegel lo sabía, antes de llegar a un pacto, como a veces también es necesario hacerlo, «con el vulgar real». Los dos ya habían levantado el árbol de la libertad en Tubinga, en reconocimiento de la revolución en Francia, cuando Hegel dedicó a Hölderlin, en agosto de 1796, para entonces todas las pasiones apagadas, ese ejemplo de pensamiento poético que es Eleusis: «Nunca se abandone al sueño el laborioso trabajo de los mortales… / entonces la alegría de encontrar más firme y más madura / la fe en la promesa de otros tiempos… / (der freien Warheit nur zu leben) vivir sólo por la verdad libre / y nunca hacer las paces con la norma / que sobre las opiniones y los sentimientos reina».
-Mario Tronti. Esperanzas desesperanzadas (2019)
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